Sin cabeza y sin ojo

Mientras discutían, entró una niña dispuesta a coser. Tomó la aguja y comenzó a trabajar, pero tuvo la mala suerte de que se rompiera el ojo de la aguja.

  • 29 de agosto de 2025 a las 23:00 -

Cuenta la fábula que un alfiler y una aguja, al encontrarse en una cesta sin nada que hacer, comenzaron a pelear resaltando cada uno su propia importancia. “¿De qué utilidad eres tú?”, le dijo el alfiler a la aguja. “¿Cómo piensas vivir sin cabeza?”. “Y tú”, respondió la aguja con tono molesto, “¿de qué te sirve la cabeza si no tienes ojo?”. “¿Y de qué te sirve el ojo si siempre tienes algo dentro?”, replicó el alfiler. “Pues yo, aun con algo en mi ojo, puedo hacer mucho más que tú”, señaló la aguja. “Sí, pero tu vida será corta, porque dependes de tu hilo”, indicó el alfiler.

Mientras discutían, entró una niña dispuesta a coser. Tomó la aguja y comenzó a trabajar, pero tuvo la mala suerte de que se rompiera el ojo de la aguja. Luego cogió el alfiler, le ató el hilo a la cabeza y trató de terminar su labor; sin embargo, aplicó tanta fuerza que le arrancó la cabeza.

Desilusionada, los echó a ambos en la cesta y se fue.

“Aquí estamos otra vez”, se dijeron. “Parece que el infortunio nos ha hecho comprender cuán soberbios éramos; ya no tenemos motivo para pelear.

¡Qué semejantes somos a los seres humanos! Disputan sobre sus dones y habilidades hasta que los pierden, y entonces, arrojados al polvo como nosotros, descubren que son hermanos”.

Muchas veces, se cumple lo que narra esta fábula, competimos con aquellas personas que podrían ser, más bien, nuestros socios y colaboradores, desperdiciando energía en rivalidades innecesarias. Cuántas cosas maravillosas se podrían lograr en los diferentes ámbitos de la vida si en lugar de competir, pusiéramos todo nuestro esfuerzo en complementarnos unos con otros.

A pesar de nuestra tendencia natural a vanagloriarnos de nuestros dones y a despreciar a otros por carecer de ellos, el desafío es valorar a los demás por las virtudes que poseen, las cuales pueden ser una fuente de bendición para nuestras vidas, en lugar de menospreciarlos por aquello que les hace falta.

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