Autoridades policiales y antinarcóticos de Estados Unidos mantienen bajo asedio a un cártel de fentanilo integrado por hondureños, conectados con organizaciones criminales de México, que controla el mercado clandestino de esta droga en San Francisco, California, y otras ciudades norteamericanas.
Entre 2024 y 2025, las autoridades estadounidenses han asestado golpes certeros a esa organización al capturar a más de una docena de hondureños dentro y fuera de Estados Unidos por poseer y distribuir esta droga sintética que está causando varios miles de muertes cada año en ese país.
El último en caer en manos de las autoridades es Adán Dasederio Pavón Andino (de 30 años), un hondureño arrestado el pasado 5 de febrero por el Servicio de Inmigración y Control de Aduanas (ICE) de Estados Unidos en Thornton, Colorado.
Según ICE, Pavón tiene dos condenas por posesión grave de marihuana y enfrenta cuatro cargos de posesión grave con intención de distribuir fentanilo, reingreso por delito grave y extranjero en posesión de un arma de fuego.
El nombre de Pavón se suma a una lista creciente de hondureños que son parte directa de la epidemia del fentanilo. En diciembre de 2024, el gobierno de Honduras extraditó a Gustavo Erazo, solicitado por Estados Unidos por distribuir esa droga, heroína y cocaína en el área de la bahía de San Francisco, California.
Dos años antes, en noviembre de 2022, las autoridades policiales arrestaron al hondureño afuera de un apartamento en Berkeley, California, en posesión de una mochila con casi cuatro libras de drogas sospechosas, incluida casi un kilogramo de presunto fentanilo y más de media libra cada uno de heroína y cocaína.
Dentro del apartamento, las autoridades encontraron cerca de 21 libras de drogas sospechosas, incluidas unas 15 libras de fentanilo, más de dos libras de cocaína y una libra de heroína. Los agentes también encontraron equipo para fabricar armas, municiones y dinero en efectivo.
Después de que entablaran una acusación contra él, Erazo, en un intento de escapar a la justicia estadounidenses, regresó a Honduras, pero la Policía Nacional lo capturó en noviembre de 2024 en Talanga, Francisco Morazán, y luego lo extraditó a Estados Unidos.
Ese mismo año, el 23 de marzo, la policía de San Francisco capturó al hondureño José Moisés Hernández Mendoza en poder de fentanilo y metanfetamina. Esta no era la primera que las autoridades lo detenían, ya lo habían arrestado en 2023 por posesión y venta de drogas.
Hernández Mendoza se declaró culpable en una audiencia en el tribunal federal de San Francisco y logró que lo dejaran en libertad. Los fiscales esperaban que ICE lo deportara a Honduras, pero cuatro meses después (septiembre de 2024), un oficial encubierto de la policía de San Francisco encontró nuevamente a Hernández Mendoza vendiendo fentanilo y metanfetamina.
Este año la lista creció con más nombres de hondureños. El pasado 24 de enero, una fiscal federal anunció la acusación formal contra el hondureño Abner Estrada Cruz, de 25 años, por conspiración para distribuir al menos 400 gramos de fentanilo y siete cargos de distribución de fentanilo, según el Departamento de Justicia.
La acusación es consecuencia de una investigación de dos años, dirigida por la DEA, sobre una red de hondureños de tráfico de fentanilo que operaba desde Honduras hasta San Francisco, California y Portland, Oregón, según el Departamento de Justicia. Durante la investigación, incautaron más de 16 libras de fentanilo en polvo traficado al Distrito Este de California por los co-conspiradores de Estrada Cruz.
La fiscalía señala como co-conspiradores de Estrada Cruz a Yahir Alexander Arteaga Cruz, Carlos Samir Colindrez-Erazo y Aronis José Hernández Aguilar, acusados también dentro de la misma conspiración mediante una acusación separada en el Distrito Este de California en Sacramento.
Otros miembros de la misma organización enfrentarán la justicia por tráfico de drogas en el Distrito de Oregón en Portland.
Fentanilo y otras drogas están cruzando la frontera
Itsmania Platero, activista de derechos humanos de los migrantes, lamenta que “muchos hondureños participen en negocios ilícitos en Estados Unidos y afecten a otros compatriotas que han emigrado y que trabajan honestamente en Estados Unidos, por ejemplo, si una persona está consumiendo fentanilo y hay cinco cerca, las autoridades arrestan a los seis”.
“No es la generalidad de latinoamericanos que consume y trafica fentanilo, sino que son los estadounidenses que consumen fentanilo”.
Por una conducta delictiva de un reducido grupo de hondureños, muchos en Estados Unidos creen que todos los hondureños son iguales y los marcan como delincuentes en un momento que es crítico para la situación de todos los emigrantes latinoamericanos por las fuertes medidas que está tomando el gobierno de Donald Trump”, dice Platero.
La Casa Blanca asegura que “el fentanilo y otras drogas están cruzando la frontera e inundando nuestras comunidades, matando a aproximadamente 75,000 estadounidenses en 2023, la principal causa de muerte entre los estadounidenses de 18 a 45 años”.
Si bien estos casos refuerzan la preocupación sobre la participación de hondureños en el narcotráfico dentro de Estados Unidos, también involucran a ciudadanos de otras nacionalidades, incluidos norteamericanos.
Autoridades de ese país han arrestado también a salvadoreños, como Vladímir Roque Cerón, y mexicanos, como Erik Rivera García, operando en redes de distribución de fentanilo y cocaína en diversas ciudades, incluyendo Washington, D.C.
Redes de distribución minoristas
El salvadoreño Napoléon Campos, especialista en relaciones internacionales, integración regional y migraciones, reconoce que el “fentanilo está causado una crisis y muchas muertes en Estados Unidos y que algunos centroamericanos participan en las redes de distribución minorista de esta droga, pero estos casos son aislados comparado con la participación que tienen los grandes traficantes, la mayoría de Estados Unidos, como lo demuestran investigaciones de organizaciones como el Instituto Cato”.
“Donald Trump utilizó el tema del fentanilo y lo vinculó con la migración ilegal para ganar las elecciones y seguirá con el mismo relato de desinformación en los próximos veinte meses, hasta que lleguen las elecciones de medio término. Ha usado este discurso para imponerle aranceles a México, China y Canadá. Lamentablemente, él seguirá con la desinformación y los emigrantes inocentes continuarán sufriendo porque los gobiernos de sus países no los defienden a pesar de que pagan lobistas en Washington que podrían desmentir lo que dice Trump”, dice.
Efectivamente, como apunta Campos, organizaciones estadounidenses, como el Instituto Cato de Washington, demuestran con cifras oficiales que el discurso del nuevo presidente de ese país no responde a la realidad.
“Una nueva investigación del Instituto Cato, que utiliza datos obtenidos a través de una solicitud de la Ley de Libertad de Información, desmantela la supuesta conexión entre la inmigración y el contrabando de fentanilo. El conjunto de datos muestra que entre 2019 y 2024, el 80% de las personas capturadas con fentanilo en los puertos de entrada eran ciudadanos estadounidenses: 7.598 de los 9.473 contrabandistas transfronterizos”, argumenta el Instituto Cato.
Esa organización dice que las organizaciones narcotraficantes en ese país prefieren a los ciudadanos estadounidenses para el contrabando porque pueden ingresar legalmente y es menos probable que sean interrogados por funcionarios en los puertos por intentar ingresar.
Según el Instituto Cato, entre 2018 y 2023, los ciudadanos estadounidenses constituyeron el 80% de los narcotraficantes condenados en los distritos fronterizos del suroeste.
Según los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades de Estados Unidos (CDC), el fentanilo es un opioide sintético hasta 50 veces más fuerte que la heroína y 100 veces más fuerte que la morfina. Es un importante factor contribuyente a las sobredosis mortales y no mortales en ese país.
Las instituciones como CDC aclaran que hay dos tipos de fentanilo: el farmacéutico (recetado por los médicos para tratar el dolor intenso, especialmente después de una operación y en las etapas avanzadas del cáncer) y el fabricado ilegalmente, sin controles el cual es vendido por los narcotraficantes en las calles de ciudades de ese país.