El retornar a las funciones y deberes que le asigna nuestra Constitución Política, distanciándose definitivamente de incursionar en política partidaria, lo que las debilita en su fortaleza y unidad internas, fomentando el divisionismo, favoritismo selectivo -con discriminaciones y exclusiones para determinados oficiales y beneficios y recompensas para otros- socava su capacidad de preparación y reacción ante una potencial amenaza a nuestra soberanía y seguridad, al igual que a su moral, efectividad, innovación y adaptabilidad al cambio.
La institución - “el brazo armado del pueblo” - debe rechazar categóricamente cualquier intento, insinuación, presiones para ser manipulada e instrumentalizada, sea procedentes del oficialismo o por determinado partido político, cuyos intereses particulares, improcedentes y censurables, resultan incompatibles y entran en abierto antagonismo con los de la nación.
No es la primera vez que se ha tratado de convertirlas en apéndice de caudillos locales -inescrupulosos- para orientarlos a fortalecer las pretensiones y ambiciones personales o faccionales. Cuando el alto mando de turno ha cedido a tales insinuaciones, tal errónea decisión ha afectado la imagen, credibilidad y prestigio institucional a lo interno y externo. En sentido contrario, al concluir que ha errado y rectificado, con ello demostrando sabiduría al retornar al mandato constitucional, el ser “apolíticas, obedientes y no deliberantes” y a su lema “lealtad, honor, sacrificio”, ha merecido, nuevamente, reconocimiento colectivo.
Empero, con los relevos periódicos en el Estado Mayor Conjunto, retornan las insinuaciones y acercamientos provenientes de determinadas personas y grupos, con lo cual otra vez queda en peligro de retornar a ser cooptada y, con ello, expuesta a quedar subordinada a intereses ajenos, bastardos.
Otro peligro que la ha acechado es cuando, en determinadas coyunturas, ha logrado ser infiltrada por el crimen organizado, también buscando supeditarlas a sus perversos designios. Lamentablemente, algunos altos oficiales han cedido a las ofertas de enriquecimiento ilícito, con nefastas consecuencias para ellos y la institución a la cual ingresaron, se formaron y ascendieron gradualmente: la han deshonrado y desprestigiado.
Ha llegado el momento de no volver a ceder a tales propuestas, de manera enérgica y pública, denunciando a quienes se han atrevido a corromperlas y, eventualmente, destruirlas. Nuestro pueblo respaldará incondicionalmente el total retorno a su patriótica y vital razón de ser, de una vez y para siempre.