Religión y derecho de expresión

Fue más inteligente Carías Andino que Mel. El primero escogió a un hombre cercano, de buen humor, que no recordaba al dictador. Mel a una mujer iracunda.

Se ha escuchado desde el Ejecutivo a partir del 27 de enero de 2022, nunca tuvo como finalidad sanar las heridas que produjo el 28-J; ni tampoco modificar los efectos de la reelección que en forma ilegal impulsó Juan Orlando Hernández. Más bien, el retorno del PLR celebró el inicio de la venganza y la descalificación. Su llegada al poder fue muy anticipada, sin que tuviera en su interior elites competentes y comprensivas de los reclamos institucionales, de las necesidades de las estructuras económicas del país y de las tareas fundamentales para cerrar la brecha de la desigualdad entre pobres y ricos, para reconstruir las redes carreteras, mejorar la seguridad ciudadana y, lo peor, descuidó la inevitable reconciliación entre los hondureños. Los problemas eran superiores a la competencia de los Zelaya y sus seguidores, confirmando que la venganza y la amenaza no son suficientes para disimular los escasos resultados. El discurso contra la dictadura, la exhibición de los delitos de los nacionalistas y la extradición de JOH, por parte de Estados Unidos, facilitada con enorme satisfacción por el gobierno de Xiomara Castro, creó la expectativa de que los “refundadores” eran más honrados. Y que pronto conoceríamos resultados.

Lo ocurrido en los últimos meses ha confirmado que el discurso en contra de la dictadura perdió sentido, que los corruptos del gobierno anterior lucen menos corruptos que los del régimen actual; es decir que, en vez de mejorar, más bien se deterioran las cosas.

En el inicio de la campaña electoral, en vez de rectificar el rumbo, Mel incurrió en el error de ahondar las diferencias, promocionar una supuesta continuidad de algo sin sentido ni lógica alguna y, además, escogió a una candidata que, en vez de fomentar la unidad, alimentó el miedo como estrategia política, la amenaza a los grupos económicos más exitosos del país como táctica financiera y ofreció un modelo de desarrollo –basado en el fracaso cubano–, que negó esperanzas al electorado necesitado de nuevas oportunidades. La falta de empleo, la hostilidad de los gobernantes de Estados Unidos en contra de los emigrantes creó en su conjunto un clima de ansiedad nunca antes visto.

Fue más inteligente Carías Andino que Mel. El primero escogió a un hombre cercano, de buen humor, que no recordaba al dictador. Mel a una mujer iracunda, de rostro fácil para el enojo, con un discurso amenazante, detrás de la que hemos percibido el miedo que experimentan los “revolucionarios” cuando les toca enfrentar el veredicto popular.

Y ahora, para empeorar las cosas, Estados Unidos amenaza con capturar a Maduro por cinco delitos federales, lo que ha roto los nervios de Xiomara Castro. Su lealtad a Maduro no se puede entender desde el lado de los intereses hondureños. Apenados apreciamos una actitud de agradecimiento, aunque con ello se amanece la existencia de Honduras.

Perdida la calle, Mel crea focos distractores. Amenaza con la Constituyente y agrega, elementalmente, una expresión ofensiva, tratando de “trogloditas” a quienes hacen análisis y críticas a los gobernantes, no como actores políticos, sino en ejercicio de la libertad de expresión. Quiere distraernos y crear una cortina de humo, menospreciando el juicio de los hondureños.

Ante la marcha de los católicos y los evangélicos, en muestra de libertad de expresión, Mel está desconcertado. Por ello no hay que excluir la posibilidad de formas de boicot el próximo sábado. E, incluso, el peligro de que los militares irrumpan, en irrespeto a la Constitución, destruyendo el Estado de derecho que le permita a Mel salirse otra vez con la suya. Será el fin.

las columnas de LP

Te gustó este artículo, compártelo
Últimas Noticias