Los dos más grandes líderes de Honduras, Valle y Morazán, fueron liberales. Vargas Vila lo confirmó en el caso de Morazán. Matías Fúnez en el de Valle. Mucho más que Policarpo Bonilla, Zúñiga Huete y Modesto Rodas Alvarado, que tuvieron fama de intolerantes. Más liberales lo fueron Céleo Arias, Villeda Morales, Manuel Bonilla y Marco Aurelio Soto.
Todos respetuosos de la religión. Morazán, aunque enfrentó a la Iglesia de Guatemala, ratificó su fe religiosa en su testamento. Valle era católico practicante. Suazo Córdova --entre los liberales-- era el más practicante, al extremo que se le consideraba un liberal santero y rural.
Azcona y Flores no fueron muy católicos. Carlos Roberto Reina tampoco. Se suicidó.
En el liberalismo no hay certezas. Todo es un devenir. La vida de la sociedad es un proceso hacia la libertad, ejercido dentro de la verdad y, por tanto, en marcha continua.
En el “socialismo” hay certeza de que el proceso mecánico alimentado por la lucha de clases llevará a la sociedad al triunfo del proletariado y la dictadura que empuja al final: hacia el comunismo. El marxismo es finalista y antidialéctico. Mala copia del cristianismo, que -- bajo el Plan de Dios-- termina en el encuentro con el Padre. Marx hizo una dialéctica materialista donde no hay lugar para Dios, lo que es contradictorio y políticamente incorrecto.
El socialismo hondureño, “ternero” de la Revolución cubana, es anticatólico. Mel, hijo de Los Horcones y heredero de las tradiciones de las grandes familias coloniales, no teme a Dios. Rixi, aunque no es atea, le niega competencias a Dios ante su superioridad. Exige que sacerdotes y pastores no usen el púlpito para hacer política. Es una católica que honra a los ideólogos marxistas, dejando de lado sus creencias familiares.
El tema religioso es muy importante. Ni católicos ni evangélicos aceptan un Gobierno que se meta en sus asuntos privados; que diga a los sacerdotes y pastores qué hacer o decir. Y menos que por política – como ocurrió en Cuba – la educación se vuelva anticristiana, pasando de un “Estado laico” a un “Estado ateo”. Aquí, todo el mundo comparte – menos Rixi- PLR— el concepto de que el Estado por laico no tiene una postura religiosa y que más bien permite el ejercicio libre de todas las religiones dispensándoles el mismo respeto.
En el credo liberal – en que la tolerancia es absoluta – la religión tiene el espacio que se merece. Villeda Morales –posiblemente el más “seductor”, porque era discretamente “encantador”– cuando ejerció la Presidencia de la República, dijo que “no comulgaba porque no quería ofender a los evangélicos”.
Pero cuando lo acusaron los nacionalistas de comunista presionó a la Nunciatura Apostólica para que el arzobispo metropolitano monseñor Turcios lo acompañara en los actos diplomáticos o que lo cambiaran. El Vaticano accedió a esto último, obligando al salesiano monseñor Turcios Barahona a una renuncia forzada que le hizo llorar en forma pública por el tratamiento que se le dispensaba.
Mel es un excomulgado de acuerdo con el derecho canónigo por las muertes de Iván Betancourt y Casimiro Cyper. Rixi, no, porque no es descendiente de Manuel Zelaya Ordóñez. De allí que su postura antirreligiosa es exclusivamente política; en obediencia de una mala lectura de la historia de la “Revolución cubana”; e ignorante de un tema que en el país tiene mucho nervio.
Entre los hondureños, el tema religioso es muy sensible. Nadie quiere que le toquen la familia. Y menos la educación de sus hijos. Quien se atreva a ello y además amenace a curas y a los pastores le puede ir muy mal electoralmente en noviembre. ¿Estamos?
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