¿Qué si estoy de acuerdo con la decisión presidencial de posponer la cancelación del Tratado de Extradición con Estados Unidos de Norteamérica? Sí y no. Sí, porque nuestro sistema judicial no responde realmente a las expectativas de los hondureños de tener una estructura (incluidos policías, fiscales y jueces) que nos asegure el castigo a todos los transgresores de la ley. Esto es historia repetida por más de 200 años. He asistido a procesos de escogencia de quienes dirigirán las instituciones encargadas de aplicar la ley y en todas las ocasiones lo ocurrido no ha garantizado nada, por el contrario, vi complacencia, el no mirar a los delincuentes, la tolerancia en las cárceles y el apañamiento de muchos. La justicia sigue tal como la retrató un norteamericano: una serpiente que solo muerde a los descalzos. No, porque no deja de ser vergonzoso que nuestro país, ufanado de ser libre, soberano e independiente, deba depender de otro Estado para impartir por nosotros justicia por los siglos de los siglos y, lo más deleznable es que muchos hondureños creen que solo en ese país la ley vale y existe una justicia verdadera. El presidente saliente indultó a su familia, incluido a su hijo sometido a un juicio. Y aún no se le ha hecho justicia a Kennedy.
Pienso que doña Xiomara pospuso el fin del tratado porque algunos, faltos de todo patriotismo, utilizaban el asunto para hacer una penosa campaña en la cual los Estados Unidos son imprescindibles y ellos deberían tomar las más importantes decisiones por nosotros, porque ese país del norte es nuestro amigo desde hace mucho y nuestro socio comercial más importante. Trump y los hechos históricos, a los que Juan Bosh llamó episodios increíbles, nos demuestran lo contrario: Estados Unidos y Trump no son ni han sido nuestros amigos ni socios. Un amigo no se presenta a nuestras costas con buques de guerra para imponer a un presidente que luego será un dócil y les entregará las tierras feraces a las compañías bananeras; un amigo no da soporte a una dictadura durante más de 16 años porque a Carías le siguió Gálvez impuesto con elecciones amañadas y luego don Julio como producto de un golpe de Estado; no es amigo un gobierno que ha patrocinado los golpes de Estado de 1963 y de 2009 para imponer primero un régimen militar que saqueó las finanzas de Honduras y cometió muchos asesinatos y persecución política, desistiendo de aquello de que EUA lucha por las democracias basadas en normas, y luego un narco Estado; no puede ser amigo quien sabe de nuestras dificultades económicas, pero echa de regreso a los compatriotas que han acudido al norte para trabajar decentemente; no puede ser nuestro amigo quien solo admite la extradición de aquí para allá, pero nos negó la devolución de un ciudadano suyo luego de asesinar a tres mujeres hondureñas. Trump lo ha dejado claro en sus declaraciones: Estados Unidos no necesita de América Latina, muy a pesar de que ha expoliado los recursos de los países al sur del río Bravo, y ahora quiere imponer sus decisiones a países que sí realmente son sus socios -Canadá, Irlanda, México y la pobre Panamá- sin que chisten porque, según la legisladora norteamericana María Salazar, la presidenta Castro tomó su decisión sobre el tratado porque en EUA hoy hay un nuevo sheriff, dándonos a entender que impone sus deseos a punta de pistola.
Yo no comparto con quienes dicen que debemos romper definitivamente nuestras relaciones con los Estados Unidos. Es nuestro vecino y debemos aceptarlo porque no es posible trasladar la parcela hondureña a otra ubicación geográfica. Pero eso no significa, como pretenden algunos hondureños faltos de patriotismo, que seamos humildes hasta la humillación, que es preciso aceptar lo que nos ordenan desde el Norte y bajar la cabeza con sumisión -los hay que quisieran vernos como Estado asociado.
Los patriotas solo exigimos que se nos trate con dignidad y dejemos, como Estado soberano, de ir tras el camino que nos aleja de ser patio trasero. Petro, presidente de Colombia, logró que se diera un trato digno a los migrantes. Aquí nos han querido imponer otra versión.
El camino es la negociación entre pares iguales, sin imposiciones del fuerte contra el débil sino como auténticos y verdaderos amigos: el poderoso ayuda al débil sin que tales ayudas signifiquen sumisión y desvergüenza.
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