Corazones marchitos

Según informes de Oxfam y el World Inequality Lab, el 1% más rico posee más riqueza que el 95% restante de la población mundial. El número de multimillonarios aumentó a 3,028 este año.

En algún momento, hace algún tiempo, alguien me preguntó ¿por qué a las buenas personas no les iba bien en la vida?, ¿por qué todo les era más dificultoso y sus resultados no compensaban el esfuerzo y el tiempo invertido? ¡Vaya pregunta! Funciona como afirmación también. En ella está encerrada la historia, el pasado, el presente, la eternidad, la vida misma. Y todavía agregó, “es más frecuente que a una persona de mal corazón le vaya bien...”. Cabal.

Definitivamente, una opinión muy dolida y válida, con algún grado de subjetividad, ya que no existe una definición única de éxito.

Pero sí existe una distribución injusta de la riqueza, pero eso no es nuevo, la historia es testigo.

Según informes de Oxfam y el World Inequality Lab, el 1% más rico posee más riqueza que el 95% restante de la población mundial. El número de multimillonarios aumentó a 3,028 este año. En contraposición, 692 millones de personas viven en pobreza extrema. Patético.

Lo que hace más injusta esta disparidad en los tiempos actuales es el culto masivo a la riqueza. Por la ostentación desmesurada de algunos famosos, especialmente jugadores profesionales, que ponen en vitrina sus vidas de fantasía. Tanto es el culto al dinero que antes el mal habido era motivo de vergüenza. Ahora a los delincuentes se les respeta y se les rinde pleitesía.

Así que la distribución inequitativa de la riqueza no ha cambiado, sino percepción del tema. Además, los ricos de hoy no son tan compasivos como antes. Ahora se trata de atesorar sin límites y no compartir.

Este planeta con todos sus desvaríos y sueños frustrados necesita más solidaridad. No puede existir tanta riqueza en una minoría y tanta miseria endémica. No puede existir tanta frivolidad. No se le puede restregar en la cara su pobreza a la gente. Ahora, la pregunta no es ser o no ser, sino qué tanto aparentas.

Las redes sociales, los medios, los programas de “farándula” han contribuido a esta percepción aumentada de la pobreza al rendir culto a las vidas licenciosas y disfuncionales de algunos personajes. Exaltan la mediocridad y banalidad de la personalidad. Endiosan viles mortales.

La riqueza global ha aumentado, pero también la desigualdad. El problema nace cuando la primera se vuelve virtud, y la pobreza fracasó.

Allí es cuando la injusticia aflora, duele y marchita corazones.

Y nacen preguntas difíciles como la del inicio.

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