Miles de habitantes de toda la región del Ramal del Tigre de Tela, localizado cerca de Puerto Cortés, están condenados a luchar para salvar sus vidas y a perder cíclicamente el patrimonio familiar cuando se desbordan las aguas de los ríos Ulúa y Guaymón.
Eventos climatológicos extraordinarios, como los huracanes Mitch (1998), la tormenta tropical Gamma (2005), Eta y Iota (2020), inundan inevitablemente y aíslan esta zona agrícola de tal manera que los cuerpos de socorro y la ayuda humanitaria solamente ingresan en helicóptero o en lanchas.
La última inundación, causada por Eta y Iota, destruyó cientos de hectáreas de palma aceitera, plantaciones de granos básicos y ahogó a decenas de cabezas de ganado vacuno y porcino.
Los habitantes de las comunidades tuvieron que escalar árboles, mantenerse en los techos de las casas o escapar a las montañas.
María Elena López, quien ha vivido desde niña en esta zona, le relató a Diario LA PRENSA que los habitantes siempre “cuando llueve, están en zozobra, pensando en que el río se va a desbordar o los bordos se van a romper”.
“La vez pasada, el nivel del agua llegó a la mitad de la ventana de la casa. Perdimos algunas cosas y aún no nos hemos recuperado. Las poquitas cosas que teníamos de venta en la pulpería tuvimos que compartirlas con los vecinos para que no se perdieran, también porque la ayuda no venía. Esta comunidad está muy tierra adentro y no llega con rapidez la ayuda”, dijo López, propietaria de una pulpería en la comunidad Kilómetro 32, un poco antes de llegar a la aldea El Tigre.

Agro. Cortés, Yoro, Colón y Atlántida registraron L. 1,635 millones de pérdidas por reducción de rendimiento agrícola.
Palma. El 99% de las pérdidas por rendimiento ocurrieron en el cultivo de palma aceitera (L. 1 412 millones) a causa de Eta y Iota en 2020, según Cepal y el BID.
Durante Eta y Iota, las furiosas aguas del río Guaymón (en 2005 quebraron el puente de la carretera que conduce de El Progreso a Tela) rompieron los muros de contención e inundaron las aldeas Las Tomazas, Kilómetro 32, Villa Franca, La 25 y todo el sector del Ramal del Tigre.
La Comisión para el Control de Inundaciones del Valle de Sula (CCIVS) contrató este año empresas para que repararan siete rupturas en el sistema de protección que cruza esas comunidades afectadas por el Guaymón y otro número similar de fallas en los márgenes del Ulúa.
Periodistas de Diario LA PRENSA constataron que los muros han sido restaurados en un 100%.Aún con los boquetes cerrados, Eduardo García, ingeniero agrónomo encargado de varias fincas de palma aceitera, está seguro que “si entra un huracán o una tormenta que traiga muchas lluvias, fácilmente el río subirá de nivel y romperá nuevamente los bordos”.
“El río Guaymón crece con unas cuantas lluvias. Eso se debe a que el fondo está lleno de sedimento. Repararon los bordos, pero estos no van a durar. Los hicieron pegados al cauce y por eso siempre van a gastar en reparaciones. Esta zona no solo necesita reparación de bordos, necesita que draguen el río para evitar nuevas inundaciones”, dijo.
José Fúnez, supervisor de las reparaciones de bordos en esas comunidades, le informó a periodistas de LA PRENSA que hasta inicios de octubre lograron reparar “7 tramos en 1.6 kilómetros”.
“Todo lo que tenía falla está reparado. Nosotros diseñamos (las reparaciones) para que otro evento como Eta y Iota no se lo lleve. Le hicimos una sobreelevación. Hay tramos de un metro, de 80 centímetros arriba. Antes estaban más abajo. Consideramos que estas reparaciones van a aguantar. Abajo tienen un emplantillado. Están empotradas con una cimentación fuerte.Los boquetes podrán reventar en otros lados, pero no donde abrieron Eta y Iota”, dijo José Fúnez.

1. Habitantes de comunidades de la zona baja de Tela e ingenieros consultados consideran que el Gobierno debe ampliar el cauce de los ríos Guaymón y Ulúa.
2. Por el ensanchamiento de los cauces de ambos ríos, deben dragarlos para que recuperen profundidad y capacidad de desplazamiento de más agua.
3. Los habitantes de la zona sugieren que los nuevos muros deben ser construidos con una mayor separación del cauce para evitar que el agua socave la base.
De ocurrir otro fenómeno similar a Eta o Iota, según Fúnez, partes del muro de contención que quedaron de pie la vez pasada sucumbirán. Varios tramos del bordo están “al pie del río y el agua se está comiendo el andén”.
“Es necesario mover el bordo, construirlo de una manera sólida y también hacer el dragado, los ríos están llenos de sedimento”.Pero este ingeniero que conoce bien la situación de los ríos y los muros de protección ha llegado a la conclusión que todo el valle de Sula “no está preparado para un evento de igual o mayor proporción que Eta y Iota”.Invertir en dragado.
“Para soportar un fenómeno extraordinario de esos, el Gobierno debe invertir muchos millones en la construcción de nuevos bordos y en dragado de ríos”.
Los habitantes de estas aldeas, como Kilómetro 32, por no estar 100% seguros ante los embates de la naturaleza, tienen siempre lista una lancha que la Comisión Permanente de Contingencias (Copeco) les proveyó para trasladarse a una montaña cercana cuando comiencen a crecer los ríos.
En noviembre del año pasado, no todos lograron escapar de la inundación. En 20 minutos, aproximadamente, una corriente gigante inundó las comunidades.“
Era una cantidad de agua inimaginable”, dijo Rigoberto López, auxiliar de la comunidad.
“Estamos satisfechos con las reparaciones que hizo la Comisión. Quedaron reforzados los bordos en las partes donde hubo fallas. A la Comisión le hemos pedido la canalización de 5 kilómetros más, desde el puente Mocho para arriba. Ya hicieron 5 kilómetros abajo y funciona. Ensancharon el río. Y eso queremos que también hagan aquí. No trabajaron en la profundidad porque la retroexcavadora no es grande. Eso lo hicieron hace unos 12 años”.
El Guaymón “se está quedando sin cauce, el sedimento le ha quitado la profundidad. Parece que el Gobierno no tiene dinero para dragar”, dijo.Los sucesos anteriores y el temor han empujado a muchas familias antiguas de la zona a trasladarse a otras partes de Tela o del país.
“De aquí de La 32 se han ido seis familias después de los huracanes. Nosotros también nos estamos preparando para hacer una casa en el cerro”, dijo López, de 51 años.
“Aquí vivimos, pero no queremos reparar nada, no queremos pintar nada, porque nos volveremos a inundar”.
