No hay un día que no se perpetre el asesinato de una mujer en distintos puntos de nuestro país, afectando a compatriotas de diversa condición social y económica. Todo crimen merece el correspondiente castigo, máxime cuando se sega la vida de una persona, con el agravante de cometerlo con alevosía y ventaja por parte del hechor.
Ya no más subordinación, discriminación, violencia física y psicológica en la existencia cotidiana de las féminas, que en creciente escalada culminan con su eliminación, quedando sus muertes en total impunidad en la mayoría de los casos.
El llevar cotidianos y puntuales registros estadísticos por parte del Observatorio de la Violencia de la Unah es un primer paso, necesario y valioso para contabilizar los feminicidios. Paralela y simultáneamente se requieren iniciativas adicionales; entre ellas, la educación de género, de manera científica, en los centros educativos a partir del nivel medio, a efecto de que cada alumna y alumno comprenda sus deberes y derechos, la relación de mutuo respeto entre los adolescentes, el análisis del fenómeno machista y sexista y las causales que los originan, la transmisión de enfermedades contagiosas vía relaciones sexuales y las maneras de prevenirlas, los embarazos no deseados y prematuros.
Es en esta etapa del crecimiento físico y emocional cuando ellas y ellos requieren orientaciones y guías por parte de sus progenitores y docentes respecto a las relaciones afectivas, el despertar sexual, la atracción física hacia el sexo opuesto, el respeto a la diversidad en sus diversas manifestaciones. Las burlas y acosos preparan el camino y desembocan en resultados fatales para las víctimas, que frecuentemente no encuentran oídos receptivos para denunciar tales abusos, sea por otros compañeros de aula, sea por parte de adultos. Tal falta de comunicación intergeneracional produce acumulación de conflictividades y tensiones, al punto de que las víctimas se consideran estar atrapadas sin salida, prisioneras en laberintos sin escape, concluyendo que el suicidio es la única alternativa posible. La misoginia, vocablo para expresar la aversión y odio hacia las mujeres, precipita la escalada de agresiones de todo tipo hacia las mujeres. Quienes padecen de esta condición mental deben recibir tratamiento psicológico preventivo a tiempo para prevenir acciones de naturaleza violenta, tanto verbal como física.
Las damas deben formar organizaciones defensoras de sus garantías constitucionales, tal como el pasado siglo lo hicieron para ser reconocidas legalmente como ciudadanas, con derecho al sufragio y ejercer actividades laborales hasta entonces reservadas a los hombres bajo el principio de a trabajo igual salario igual. Solamente el activismo produce resultados y logros positivos, en tanto la impotencia, el conformismo y la pasividad perpetúan las agresiones.