A pesar de los distintos obstáculos, en verdad formidables, que los gobiernos autocráticos erigen, desde incoar judicializaciones pseudo legales y amañadas, acosos, restricciones a la libertad de informar verídicamente, amenazas, chantajes, intimidaciones, saturación de propaganda electoral oficialista, es posible que la ciudadanía organizada pueda derrotarlos.
Pero para ello se requiere de diversos factores: la masiva participación ciudadana al momento de depositar el voto sin temores respecto a encarar represalias violentas, que los procesos electorales no sean manipulados en sus resultados finales, que las Fuerzas Armadas se limiten a cumplir, al pie de la letra, con los deberes y obligaciones que les confiere la Constitución, sin que se inclinen, de maneras diversas, para favorecer al oficialismo y sus aliados, que los medios independientes sean capaces de contrarrestar efectivamente la desinformación emanada del gobierno y su partido político.
La oposición debe unirse vía alianzas electorales, lo que requiere de reciprocas concesiones, alto grado de realismo y flexibilidad, recordando aquello de “divide y vencerás” que neutraliza a los intentos unificadores.
La historia reciente latinoamericana ofrece ejemplos de la arriba planteado, en tres países en que pese a las artimañas e imposiciones oficialistas, la oposición logró prevalecer. En Chile, luego del plebiscito realizado en 1988 que pretendía prolongar el régimen dictatorial de Pinochet, el resultado le fue adverso, lo que marcó el principio del fin del régimen castrense iniciado en 1973 tras el golpe contra el presidente Allende.
En Brasil, en la elección de 2022, el incumbente Bolsonaro fue vencido por el candidato opositor Luiz Inacio Lula da Silva; pese a que el primero rehusó admitir su derrota y sus seguidores erigieron barreras en las carreteras, el Tribunal Electoral certificó el resultado favorable a la oposición. El intento por apoderarse del Congreso, presionar a los militares para impedir el acceso a la presidencia del ex obrero metalúrgico, asesinándolo, resultó fallido.
En Guatemala, el candidato opositor Bernardo Arévalo, con su campaña de combate frontal a la corrupción institucionalizada; pese a las diversas trabas, que continúan hasta el presente, por parte de los poderes Judicial y Legislativo, asumió la presidencia en enero de 2024.
Aprender de estos eventos y derivar lecciones de los mismos debe inspirar a los partidos opositores en este continente, en nuestra Honduras y más allá.