Contiene tanto un conjunto de aspiraciones y deseos colectivos como, igualmente, una serie de rechazos existentes en la política nacional. Resulta oportuno recordar las unas y las otras, ya que forman parte integral de nuestras expectativas como hondureños para convivir en comunidad coexistiendo en paz, respeto, armonía recíprocas.
La pronta verificación del escrutinio electoral, que al haberse estancado incide en un ambiente de incertidumbre y contracción económica, propicio para mayores niveles de inestabilidad. El respeto a la voluntad del soberano expresada en las urnas el pasado 30 de noviembre, cuando depusimos temores y amenazas para masivamente concurrir a las urnas. La estabilidad social, reduciendo a la mínima expresión la lucha clasista, aprovechada por los extremos ideológicos para atizar las confrontaciones.
La plena vigencia del Estado de derecho con alternabilidad en el ejercicio del poder, con equilibrios y complementariedad entre los Poderes Ejecutivo, Legislativo, Judicial, sin que uno subordine a los otros a su voluntad. La no politización de las Fuerzas Armadas y la Policía Nacional que deben ser siempre apolíticas y no deliberantes, sin ser instrumentalizadas para favorecer a determinada persona o grupo. El respeto a la integridad física, al honor y dignidad del personal integrante de los organismos electorales, sin interferencias que interrumpen su trabajo.
El centrismo político e ideológico, sin desembocar en los extremismos autoritarios. El periódico rendimiento de cuentas tanto por el Gobierno central como los municipales. El sistema democrático participativo que canalice los planteamientos, reclamos y expectativas de la sociedad civil para su debido cumplimiento con negociaciones que permitan alcanzar acuerdos mutuamente satisfactorios. El control sobre nuestras vidas. La plena vigencia de los derechos humanos consignados en nuestra Constitución política.
Estos son algunos de los puntos en tal agenda. Pasemos ahora revista a lo que no debe estar en ella, por ser rechazado por los compatriotas.
La incitación a la violencia y la venganza que enfrenta a hermano contra hermano. La intimidación y el acoso. El abuso de poder en los distintos niveles de la administración. El fanatismo y dogmatismo, sea político, religioso, cultural. Las ideologías radicales, sean de extrema derecha o izquierda. La intolerancia y animosidad recíprocas que nos posicionan en bandos opuestos. La irracionalidad que excluye el diálogo y el consenso. La concentración del poder político y económico en una o unas pocas personas. La plutocracia y cleptocracia que empobrecen aceleradamente a las mayorías.
Todo Gobierno no puede pretender ignorar estos planteamientos de nosotros los que solamente carecemos de un arma: nuestro voto. Aquellos que demuestran inflexibilidad, ausencia de apertura, oposición a la concertación, se posicionan en contra de los pueblos y de la historia, que puntualmente les demandaran rectificar cuando aún queda tiempo y oportunidad.