Parece que la respuesta a tal interrogante resulta negativa, por cuanto padecemos de amnesia crónica, siendo incapaces de anticipar las señales y advertencias tempranas que alertan respecto a la inminencia de que algo más grave ya está por venir, cada vez más visibles.
Sean provocadas por la madre naturaleza como reacción ante la creciente depredación ambiental o las provocadas por la ambición y codicia desmedidas de grupos de poder y de presión, despojados de escrúpulos éticos, acostumbrados a la manipulación colectiva, al no rendimiento de cuentas, tampoco a la transparencia en el manejo de fondos públicos, generalmente actuando más por interpósita mano de testaferros que de frente, ocultos tras bambalinas, en todo caso anteponiendo su ansia de acumulación de riqueza fácil al bien común.
La gran mayoría de compatriotas optamos por permanecer estáticos e indiferentes, ante las conmociones, ciegos, sordos y mudos, en total pasividad; cuando finalmente intentamos reaccionar ya es demasiado tarde. Todo está consumado, habiendo perdido irrevocablemente la paz social, la unidad de propósitos, las metas compartidas. Nos lamentamos “a posteriori”, cuando ya están vigentes nuevas realidades diametralmente opuestas a las anheladas por la población, merced a nuestra indiferencia, apatía, inmovilismo.
El quietismo y la pasividad han pasado factura puntual: inundaciones, derrumbes, aridez de las tierras, aguas, suelos y atmósfera contaminadas. Continuismos, golpes de Estado, violaciones a la Constitución, incluyendo a sus artículos pétreos, sistemáticas violaciones a los derechos humanos, un Estado fallido y secuestrado, una economía colapsada, de crisis en crisis, de emergencia en emergencia.
Y las crisis no solo son cada vez más frecuentes, además son más profundas y severas, impactando directamente en la calidad de vida -de por sí precaria para las grandes mayorías-, ahondando el clima de incertidumbre, impotencia, frustración colectivas.
Los políticos, obsesionados por obtener todo el poder o al menos cuotas del mismo, no se dan por aludidos, insistiendo en oratoria intrascendente, demagógica, alienante, en divulgar noticias falsas, confrontando y dividiendo en vez de unir a sus compatriotas en metas y objetivos comunes.
Con ello, son responsables directos del ambiente divisionista y confrontativo que resta en vez de sumar, en su momento serán rechazados en las urnas por parte de la ciudadanía. ¿Hasta cuándo despertaremos de ese aletargamiento que nos hunde en el marasmo y nos ubica a la deriva, sin rumbo ni dirección, arrastrados hacia el abismo de la destrucción, ingobernabilidad y miseria?