A menos de cuarenta días de las elecciones generales, Honduras enfrenta una realidad que trasciende la política: la pérdida de confianza. El ruido, los rumores y la polarización han creado un ambiente en el que la percepción de inestabilidad pesa más que los hechos.
En un país donde el miedo al fraude se ha vuelto parte de la conversación cotidiana, la economía comienza a resentir un fenómeno silencioso: el costo psicológico de la incertidumbre.No se trata solo de quién gane. Lo que está en juego es la capacidad del país para sostener la confianza en sus instituciones y en sí mismo. Las encuestas muestran una participación potencial del 70%, pero también un 20 % de indecisos que reflejan una ciudadanía cansada, saturada de mensajes y escéptica ante las promesas. Ese mismo patrón se replica en el sector empresarial: decisiones aplazadas, inversiones detenidas y prudencia ante un futuro que se percibe frágil.
El empresariado sabe que el mercado no teme a los cambios, sino a la imprevisibilidad. Y hoy, la imprevisibilidad está más en las emociones que en los indicadores.
Las redes sociales amplifican el desánimo, los discursos extremistas reemplazan el debate, y el rumor del fraude, sin pruebas ni sustento, actúa como una sombra que enfría el ánimo colectivo. No solo desmoviliza al votante: desanima al inversionista, debilita el crédito y retrasa la toma de decisiones.
La historia reciente muestra que la desconfianza institucional es un lujo que los países en desarrollo no pueden permitirse. Cada vez que el país se divide entre ganadores absolutos y perdedores inconformes, el costo lo paga la economía: menos empleo, más cautela y menos flujo de capital.
La estabilidad política no solo se mide en votos contados, sino en la predictibilidad que siente el mercado el día después.Sin embargo, este escenario también representa una oportunidad.
El sector privado tiene un papel que va más allá de producir o generar empleo: puede ser un factor de equilibrio. Promover mensajes de serenidad, transparencia y respeto al proceso electoral no es intervenir en política, es proteger el clima económico del país.
La neutralidad activa es una forma de responsabilidad social.En este momento la confianza en el Consejo Nacional Electoral es el principal activo de una nación.