Comenzado agosto conviene reflexionar, una vez más, sobre la importancia que estas dos instituciones sociales: el matrimonio y la familia, tienen para el desarrollo humano y la paz social.
La crianza de los hijos exige que estos se desarrollen en un ambiente en el que la estabilidad y la concordia faciliten el proceso de maduración. La relación conyugal es compleja y muchas veces ardua, y quien afirme lo contrario quién sabe qué planeta habita, pero, acompañada del ejercicio de virtudes como el respeto, la lealtad y responsabilidad, es posible. Cada uno hablará al respecto según le haya ido en “la feria”, pero lo que es innegable es que para una evolución psicoafectiva equilibrada y sana lo óptimo es que los niños crezcan en un hogar en el que hay un padre y una madre comprometidos con su propia relación y con la construcción de una familia en la que se respire un clima de confianza y cariño. De ahí que, no obstante, las rupturas y los fracasos, hay que reconocer que las promesas conyugales mantenidas en el tiempo, a pesar de todos los pesares, son un bien personal y social.
Respecto a las bondades de la institución familiar, no cabe duda de que son múltiples. Todas las culturas, en todas las épocas de la historia, y la literatura da testimonio de ello, han valorado a la familia. Ese lugar al que se aspira a volver, ese fuego común que calienta a todos, esas manos maternas y esos brazos paternos resultan insustituibles y se añoran a pesar del paso de los años.
La familia, y lo afirmo con absoluta convicción, tanto por mi hogar de origen como por el que mi esposa y yo hemos constituido durante más de 40 años, sigue siendo necesaria para alcanzar el desarrollo personal armónico y, por extensión, la convivencia social que permite el logro del bien común. Abundan los testimonios de hombres y mujeres que han crecido al calor de la familia y que reconocen sus bondades, así como los de aquellos que, por distintos motivos, han conocido el abandono o la orfandad y cómo la vida les ha resultado un permanente desafío para salir adelante y, aunque lo han logrado, el precio pagado ha sido alto, y habrían preferido crecer en otras circunstancias.
Que este mes sirva para reflexionar sobre estos asuntos y, sobre todo, para proponerse cuidar del cónyuge, hacerlo sentir valioso e importante, y brindar a la prole un ambiente lleno de afecto y de paz.