El lenguaje oblicuo se ha impuesto. Las “verdades” de Trump han resaltado las mentiras y las seudoverdades de los políticos tropicales. Mel construyó un discurso contra “la dictadura” —sin una palabra contra la reelección, el nepotismo o el narcotráfico— y en el que él, sus amigos y familiares eran las víctimas. Y por lo que, en consecuencia, había que reparar los daños inferidos por el sistema, favoreciendo la sucesión presidencial. Aunque él ante Arias y Shanoon -y en la boca de sus representantes: Víctor Meza, Rixi Moncada y Juan Barahona- aceptó que fuera el Congreso Nacional el que dirimiera la cuestión.
Cuando el Congreso se reunió y votó, reconociendo la legalidad de quienes desde la Fiscalía General y la Corte Suprema ordenaron a los militares que le capturaran y lo encarcelaran por violar la ley e irrespetar a la Constitución, Mel no aceptó el resultado. Y medio en serio y medio en broma, dijo que le debíamos “siete meses en el cargo”. Y que le debíamos pagar.
Una vez que Pepe Lobo aceptó que Mel regresara y que se le recompensara regalándole un partido, y se le favoreciera económicamente en cantidades que no sabemos cuántas fueron, se acomodó al sistema. E hizo buenas migas con todos. Incluso, porque así se había pactado entre líneas con Santos y Chávez en Cartagena, dijo que si JOH se lanzaba a la reelección, él lo haría después. Hernández cayó en la trampa y terminó en Nueva York.
Mel en cambio -con el apoyo de Nasralla- logró la “reelección” sin reelegirse. Nombró a Xiomara que es obediente como nadie sobre la tierra y ha gobernado al país en estos tres años y un mes. Con los resultados qué se pueden esperar de un hombre incompetente, un inútil pagado de sí mismo, dispensador de favores y vendedor de cargos, silencios y juicios completos. Le ha provocado terribles daños a Honduras y sus instituciones.
Ha aumentado la desigualdad. La pobreza se ha incrementado y los servicios públicos se han deteriorado. No solo falla la Enee, los hospitales no atienden como corresponde dignamente a los enfermos. Los niños reciben una educación inadecuada. Las universidades en vez de darnos líderes, educadores y profesionales ejemplares, entregan delincuentes graduados que, -apoyados por la Policía-, asesinan empresarios de la costa norte a vista y paciencia de las autoridades.
Además, Mel desafía la ley irrespetando a las instituciones. Y nadie le enfrenta. Todos le tienen miedo. Ha enfangado a las Fuerzas Armadas. Los oficiales se callan servilmente. Ha impuesto a una de sus allegadas en candidata de su partido. Los oficiales se han puesto firmes. El Tribunal de Justicia Electoral, que debía actuar de oficio reaccionando a la ilegalidad de la condición de candidata y ministra, también se le ha cuadrado respetuosamente. Servilmente.
Dejémonos de hipocresías. Mel busca su reelección por medio de una de sus amigas de más confianza después de Xiomara. Se dice que la elección de Rixi es “un asunto de poder revolucionario”, de partido. Olvidando que el PLR es propiedad exclusiva de un socio único: Manuel Zelaya. Excepto que tras la afirmación haya el reconocimiento que la candidatura de Rixi y la reelección de Mel sean decisión de Cuba, Colombia y Venezuela.
En la contienda electoral – donde se han puesto todos de acuerdo para no discutir problemas nacionales – se ha pasado por alto que si Rixi Moncada gana las elecciones, quien gobernará será Mel. Que igual que el mexicano Manuel García de El Progreso nos hace “Las cuentas de Garinson”. Por 7 meses “gobernará” ¡8 años! Buen negocio, Melito.
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