En nuestra ciudad, desde hace muchas administraciones no se tiene una política que privilegie la conservación de los árboles, la reforestación o incluso medidas que estimulen la arborización de calles y avenidas. A pesar de que existe una oficina municipal que debe velar por evitar la deforestación urbana, lo cierto es que nada hace porque es sumamente frecuente ver cómo se echan por tierra árboles majestuosos por motivos vanos como ser nuevas construcciones o inclusive porque arrojan demasiadas hojas, y esto complica la vida de sus dueños.
La oficina municipal extiende los permisos para botar árboles y cobra por ello. El reordenamiento de las vías públicas no debe significar sacrificar las áreas verdes naturales y mucho menos deforestar la ciudad. Se necesita una visión de ciudad moderna con fluidez del tráfico vehicular que respete estos detalles; pero debe haber alguien que vea más allá. Son necesarios especialistas en urbanismo verde, no de concreto. En países de primer nivel, la gran belleza de sus ciudades estriba en lo verde de sus plantas y árboles, en calles y grandes avenidas. Cuidan sus árboles como un bien preciado, las áreas verdes son atesoradas y mantenidas por los gobiernos locales.
En cambio, en nuestra ciudad, si a los de Hondutel o EEH se les antoja que una arboleda pone en riesgo sus delicados cables de transmisión proceden sin ningún miramiento, orden, delicadeza, estética, a realizar una poda extrema en aras de justificar un trabajo. Y claro, sin ninguna autoridad ambiental que supervise ese trabajo.
Al inicio de esta civilización, el planeta estaba cubierto por árboles y agua en su mayor parte. Ahora enfrentamos los efectos devastadores del calentamiento global, en parte debido a talas masivas de bosques. No somos capaces de detener la mano del humano insensible que no identifica claramente los beneficios que los árboles traen a la ciudad: valor agregado a propiedades, alimento y cobijo a la fauna, producción de oxígeno, protección de fuentes de agua. Sirven de esparcimiento para aquellos que disfrutan de su verdor y frescura bajo sus ramas. Regulan el clima y sirven de protección a los rayos solares.
Poco nos importan estos aspectos. Poco nos importan esos gigantes vivos de madera que nos han hecho el honor de darnos su cobijo, su belleza y su grandeza. Debemos alzar la voz por ellos.
Estamos considerados como país sumamente vulnerable al cambio climático, pero no entendemos el porqué.
Somos simples.