“Cada diente en la cabeza de un hombre es más valioso que un diamante”: Miguel de Cervantes.
La historia evidencia que los egipcios fueron pioneros; se han encontrado papiros médicos, como el Papiro de Ebers (1500 a. C.), con recetas para aliviar el dolor dental. En épocas anteriores, de igual forma, algunos fósiles del Neolítico muestran rellenos u obturaciones realizadas con betún o cera de abejas.
El primer dentista conocido de la historia fue Hesy-Ra (o Hesire), un alto funcionario y médico egipcio de la tercera dinastía que vivió aproximadamente en el 2600 a.C. y tenía el título de “el más grande de los que tratan los dientes”. Los romanos usaban alambres y amarres de oro para sujetar dientes artificiales o puentes rudimentarios. En el siglo XVIII, el francés Pierre Fauchard publicó “Le Chirurgien Dentiste” (1728), considerado el primer tratado científico de odontología moderna, por eso se le conoce como el padre de la odontología. La labor de los cirujanos dentistas va más allá de la estética: se previenen enfermedades cardiacas, diabetes y otras afecciones.
Si existe la salud bucal, hay una mejoría en la nutrición y en la calidad de vida; influyen en la comunicación y la autoestima, se promueve la prevención. Hoy, la especialidad de la odontología ofrece mayor precisión diagnóstica gracias a la tecnología digital, tratamientos personalizados y multidisciplinarios. Existe un impacto, ya que mejora la autoestima y la calidad de vida. Ser cirujano dentista es mucho más que ejercer una profesión.
Hoy quiero rendir homenaje a los cirujanos dentistas, amados colegas, profesionales que con ciencia, arte y vocación devuelven la sonrisa al mundo. Gracias por su incansable labor en prevención, diagnóstico, tratamiento y rehabilitación, mejorando no solo la salud, sino también la confianza y la calidad de vida de las personas en cada rincón del país y del mundo.
“Pongan, oh, Señor, un centinela en mi boca; un guardián a la puerta de mis labios”, Salmo 141:3 (RVR60). Cuidar la salud oral, mental y espiritual.