El tiempo se acaba

Cuenta el profeta Isaías que Dios dijo: “Yo no pienso como piensan ustedes ni actúo como ustedes actúan. Mis pensamientos y mis acciones están muy por encima de lo que ustedes piensan y hacen: ¡están más altos que los cielos!” (55:8-9, TLA).

Con estas palabras el profeta afirma la supremacía y la inconmensurabilidad de Dios. Pero él no es el único. Más de mil años antes de que el profeta expresara esto, uno de los amigos de Job le desafió con estas palabras: “¿crees que puedes llegar a conocer los secretos del Dios todopoderoso? ¡Nunca podrás llegar a conocerlos! ¡Son más altos que los cielos, más profundos que el sepulcro, más extensos que la tierra y más anchos que la mar!” (11:7-8). Por su parte, K.T. Sim nota que una pregunta sin respuesta hecha por el pueblo de Dios es esta: ¿Quién como tú, oh Jehová, entre los dioses? ¿Quién como tú, magnífico en santidad, terrible en maravillosas hazañas, hacedor de prodigios? (Éxodo 15:11). Y Dios mismo desafió a Israel —y nos desafía a nosotros— con estas palabras: “¿Con quién me compararán? ¿Quién es igual a mí?” (Isaías 40:25, NTV).

Debido a ello, no podemos estar más de acuerdo con lo expresado por el teólogo antes citado a manera de conclusión: porque Dios es diferente a cualquier otro ser, nuestras mentes finitas nunca podrán entenderlo totalmente. Aun siendo un Dios incomparable e incomprensible, Él mismo nos invita a acercarnos, a escucharlo para que tengamos vida, a buscarlo mientras pueda ser hallado y a clamar a Él mientras está cercano (Isaías 55:3, 6). No desaprovechemos, pues, la oportunidad de hacerlo hoy, querido lector. El tiempo se acaba. “Miren, yo vengo pronto, y traigo la recompensa conmigo para pagarle a cada uno según lo que haya hecho” (Apocalipsis 22:12, NTV).

Te gustó este artículo, compártelo
Últimas Noticias