Ocurrió en Swannee, una pequeña población de la Florida. Fue en 2019, y lo que ocurrió horrorizó a dos familias vecinas, las llenó de dolor y luto. Dalton, de 6 años, Key, de 2 años, y una vecinita de 4 años, jugaban en el jardín de la casa. Allí se encontraba un congelador recién entregado. Los pequeños se metieron dentro, y al cerrarse la tapa el cerrojo se activó. Nadie los escuchó.
Los padres los buscaron por todos lados, incluso pusieron una alerta en la policía. Un agente policiaco que llegó a la casa a ayudar en la búsqueda, cuando abrió el congelador, el espectáculo de los niños fue demoledor para los afligidos padres. Las tres criaturas habían muerto por asfixia.
Pero este no es un caso aislado. En Sudáfrica, cinco menores entre 3 y 7 años también murieron asfixiados dentro de un refrigerador viejo abandonado, mientras jugaban. Estas tragedias que se multiplicaban en distintos lugares llenaron de luto a sus familias.
Hasta mediados del siglo XX, todos los refrigeradores y congeladores se cerraban con manijas mecánicas que cerraban la puerta por fuera, bloqueando la puerta que atrapaba a los niños que jugando se hubieran metido en ellos.
Entonces los fabricantes de refrigeradores y congeladores decidieron hacer algo. A alguien se le ocurrió poner una palanca que lo abriera desde dentro. A otro se le ocurrió que la luz se encendiera si había gente dentro y les permitiera guardar la calma mientras pulsaban un botón de pánico con el que los niños pudieran pedir ayuda.
Pero fue General Electric, en un acto de responsabilidad, quien abrió una especie de concurso en que todos sus empleados podían dar ideas. Fue así como desarrolló un sistema de cierre magnético, de forma que cualquier niño, al empujar la puerta, esta se abriera.
El Gobierno de los Estados Unidos aprobó la Ley de Seguridad de los Aparatos Refrigerantes, prohibiendo los cierres mecánicos y utilizando exclusivamente cierres magnéticos. En un gesto solidario, General Electric liberó la patente para que todos los fabricantes las pudieran utilizar.
LO NEGATIVO: Tratar las consecuencias de la poderosa curiosidad infantil, solamente lamentándola.
LO POSITIVO: Aprender que cada tragedia, aprendiendo de ella, tiene la semilla de su solución.