¿Le gusta orar? Déjeme contarle sobre una parábola que se encuentra en la Biblia que habla sobre la oración. Esta parábola la relató Jesús y dice así: “En una ciudad había un juez que no tenía miedo ni de Dios ni de la gente. Allí también vivía una viuda, que siempre lo buscaba y le decía: ‘por favor, haga usted todo lo posible para que se me haga justicia en la corte’. Al principio, el juez no quería atender a la viuda. Pero luego pensó: ‘Esta viuda molesta mucho. Aunque no le tengo miedo a Dios, ni me importa la gente, la voy a ayudar. Si no lo hago, nunca dejará de molestarme’” (Lucas 18:1-5, TLA).
Si se fijó, dos elementos importantes resaltan a la vista. El primero, una capacidad de hacer justicia. Y el segundo, una necesidad de que se haga justicia. Un tercer elemento podría añadirse: la persistencia en pedir que se haga justicia. Luego Jesús agregó: “aprendan una lección de este juez injusto. Si hasta él dio un veredicto justo al final, ¿acaso no creen que Dios hará justicia a su pueblo... que clama a él día y noche? ¿Seguirá aplazando su respuesta? Les digo, ¡él pronto les hará justicia! Pero cuando [Yo] regrese, ¿a cuántas personas con fe [hallaré] en la tierra?” (Lucas 18:6-8, NTV).
El punto de Jesús es claro: la importancia de ser persistente en la oración. Al respecto, J.R. Hudberg indica que, la idea presentada aquí no es simplemente ir a ver a este juez una vez al día; más bien, la mujer no le daba un momento de paz. Su persistente solicitud interfería en su vida. Mientras que nuestras oraciones no interrumpen ni molestan a Dios, la recomendación de Jesús es presentar constantemente nuestras peticiones a Él. Esto, combinado con el carácter de Dios (Él es justo), hará que tome nota y responda. La pregunta es: ¿tenemos fe para ser persistentes? (cf. Lucas 18:8).