Es de dominio público lo que sucedió el pasado 16 de julio en un concierto de la banda Coldplay, cuando el CEO de la empresa Astronomer, Andy Byron, fue captado por la “kiss-cam” abrazando a su directora de Recursos Humanos, Kristin Cabot.
Si ambos fueran pareja no hubiera habido ningún problema. El detalle es que los dos estaban casados, pero no entre ellos sino con otras personas. De ahí su reacción de vergüenza: ella escondió su rostro y él se agachó para ocultarse.
Son muchas las enseñanzas que podemos obtener de esta situación que se ha vuelto viral. Por un lado, es interesante notar cómo Byron, en lugar de aceptar su error, cual Adán moderno, arremetió contra la banda, culpándola de haberle causado estrés emocional por haber expuesto su affaire sin su consentimiento.
Por otro lado, resulta triste (e incluso irónico por lo que se dijo antes) ver cómo este caso refleja la normalización de la indecencia en nuestros tiempos, al punto de que ya no parece importar ser vistos en conductas poco éticas, incluso en espacios públicos.
Ahora bien, esta situación escala aún más cuando entramos en el terreno de lo que se conoce como conflicto de intereses. Este tipo de conflictos se da cuando una situación personal incide indebidamente en las decisiones o acciones que se deben tomar en algún cargo público o privado.
Como bien señala la analista Adriana Peralta, lo sucedido es más que una mera infidelidad, es algo que pudo afectar directamente al buen funcionamiento de la empresa que ellos representaban, generando preguntas tales como: ¿Ha habido abuso de poder? ¿Ha existido mal manejo de viáticos o de recursos de la empresa para beneficio de la pareja? ¿Se hicieron contrataciones para favorecer a alguno de los implicados?
Esto nos lleva a considerar que toda organización que quiera crecer y avanzar debe tener políticas claras que sirvan de pauta para solucionar cualquier posible conflicto de interés. Desde otra óptica, esto también nos explica por qué en países como el nuestro no podemos salir adelante debido a que se carece, en la práctica, de este tipo de controles. Puesto que los funcionarios contratan a familiares, amigos o correligionarios a beneficio solo de los implicados, pero no para el bien común.