Tegucigalpa
Pocos artistas logran equilibrar lo artístico y lo comercial como Melendi. Con más de dos décadas de trayectoria, el cantautor español —quizás el asturiano más desenfadado en escena— ha conquistado el corazón del pop iberoamericano contemporáneo. Ayer, en su debut en Honduras, lo confirmó con creces.
En una cita que calificó como “tardía, pero ansiada”, el artista celebró su evolución musical y su madurez creativa sin perder el carácter osado que lo distingue. Subió al escenario del Nacional de Ingenieros Coliseum a las 9:00 p. m. y se despidió cerca de las 11:00 p. m., tras casi dos horas de energía y conexión con el público hondureño.
Abrió con “Hijos del mal” y, vestido con camiseta negra y jeans, el llamado “rebelde romántico” encendió la noche con “Tocado y hundido” y “De pequeño fue el coco”. La efervescencia del público fue creciendo hasta alcanzar su punto álgido con “Con una sola sonrisa”.
“Quiero presentarme ante ustedes y que me conozcan, pero, sobre todo, que entiendan por qué esta noche es tan especial para mí. Quiero mirarles a los ojos y agradecerles, de todo corazón, por hacerme sentir tan bienvenido en mi primera vez en su hermoso país. ¡Ya les vale! Veinticinco años de carrera y apenas ahora vengo por primera vez. Espero que no pasen otros 25, porque con el bastón va a ser más complicado subir al escenario”, dijo entre risas.
Acto seguido, añadió con tono emotivo: “Esta noche quiero compartir con ustedes canciones que han marcado estos 25 años de camino, y ojalá que al final todos nos vayamos de aquí con una gran sonrisa.”
El público respondió con una ovación cálida. Ese espíritu de complicidad marcó el tono de la noche. La “Gira 20 años” combina la rumba y el flamenco con estructuras propias del pop-rock moderno, confirmando la capacidad del artista para fusionar estilos sin perder identidad.
Su voz, de timbre cálido y textura rasgada, proyecta una intensidad emocional poco común, más cercana a la interpretación honesta que al virtuosismo técnico. En sus primeros discos predominan la guitarra acústica y la percusión orgánica; en los más recientes, se percibe una mayor riqueza instrumental y un tratamiento vocal más sofisticado. Su fraseo directo y narrativo conserva el sello personal que lo distingue.
Melendi es, además, autor de su propio repertorio. Sus letras reflejan experiencias personales, referencias cotidianas y personajes reconocibles. Escritas en colaboración o en solitario, mantienen siempre un tono sincero y un humor inmediato que refuerzan su cercanía con el público.
Con “Mírame”, el cantante descendió del escenario para cantar frente a las primeras filas, acortando distancias con naturalidad. Luego ofreció un momento de introspección con “Como el agua y el aceite”, precedido por una breve reflexión sobre la importancia de seguir adelante.
El punto culminante de la noche llegó con “Tu jardín con enanitos”. Un resplandor verde cubrió el escenario mientras miles de personas cantaban al unísono. En las pantallas, un bosque animado acompañaba la escena. Frente a él, Melendi sonreía con la certeza de haber conquistado definitivamente al público hondureño.
El aplauso fue ensordecedor. La emoción recorrió el recinto como una ola. Por un instante, Melendi fue “las cuatro patas de la cama, la guerra y la tregua de la mañana”. Fue todo.
El segundo bloque del recital incluyó “Desde que estamos juntos”, “Cheque al portamor”, “La promesa” y, finalmente, “Destino o casualidad”, tema que puso de pie al público como si de un himno se tratara.
Melendi continúa plenamente activo, demostrando que la experiencia no le resta frescura ni capacidad de conexión con su audiencia. Entre revisiones de sus clásicos y nuevas colaboraciones, su obra mantiene el pulso vital de quien no solo canta historias, sino que las escribe con la misma pasión con que las vive.
