Estados Unidos atraviesa una creciente ola de censura literaria en su sistema educativo público. Según el más reciente informe de PEN America, organización dedicada a la defensa de la libertad de expresión, cerca de 4,000 títulos fueron prohibidos en escuelas públicas durante el ciclo escolar 2024–2025.
Entre los libros vetados se encuentran obras fundamentales de la literatura latinoamericana, como Cien años de soledad y El amor en los tiempos del cólera, ambas escritas por el Nobel colombiano Gabriel García Márquez.
La censura se ha intensificado en estados como Florida, Texas y Tennessee, donde legislaciones impulsadas por gobiernos conservadores han facilitado la eliminación de libros que abordan temas considerados “controversiales”. Los promotores de estas medidas argumentan que buscan proteger a los estudiantes de contenidos “inapropiados”, mientras que críticos las califican como una forma de represión ideológica.
Entre los motivos citados para la prohibición de Cien años de soledad figuran sus referencias a la sexualidad, el incesto y la violencia, elementos característicos del realismo mágico de García Márquez. Expertos literarios advierten que estas decisiones descontextualizan las obras y niegan su valor cultural y educativo.
Además de García Márquez, otros autores latinoamericanos y contemporáneos han sido afectados por esta ola de censura. Entre los títulos retirados se incluyen: El amor en los tiempos del cólera – Gabriel García Márquez; La casa en Mango Street – Sandra Cisneros; Los detectives salvajes – Roberto Bolaño; Yo no soy tu perfecta hija mexicana – Erika L. Sánchez; Cómo ser antirracista – Ibram X. Kendi; Gender Queer – Maia Kobabe y All Boys Aren’t Blue – George M. Johnson, entre otros.
Muchos de estos libros abordan temas de identidad, raza, género, migración y desigualdad, lo que los convierte en blancos frecuentes de censura en contextos conservadores. PEN America advierte que esta tendencia representa una “normalización de la prohibición de libros” y pone en riesgo el acceso a la diversidad de pensamiento en las aulas.
La organización también señala que estas medidas generan un clima de autocensura entre docentes y bibliotecarios, quienes temen represalias por incluir determinados títulos en sus programas o estanterías.
Autores, editores y académicos han manifestado su rechazo a estas políticas. La escritora Sandra Cisneros calificó la censura como “un acto de ignorancia y miedo”, mientras que George M. Johnson denunció que su obra fue retirada por “mostrar una realidad que algunos prefieren ignorar”.
La polémica ha llegado incluso a los tribunales, con demandas presentadas por organizaciones civiles que buscan revertir las prohibiciones y garantizar el derecho a la libre lectura. En respuesta, han surgido movimientos ciudadanos que defienden los libros censurados mediante lecturas públicas y campañas de distribución gratuita.
En un país que históricamente ha defendido la libertad de expresión como pilar democrático, la censura literaria en las escuelas plantea un dilema profundo: ¿hasta qué punto se puede limitar el acceso al conocimiento en nombre de la protección moral?
Mientras continúa el debate, el destino de miles de obras permanece incierto. Cien años de soledad, lejos de desaparecer, se ha convertido en símbolo de resistencia cultural frente a la censura.