“Abogada y con 2 maestrías, apliqué a 50 empresas y jamás me contrataron”

Profesional del Derecho, bilingüe, con dos postgrados, uno en Europa; sigue sin saber por qué la rechazaron. Ahora está en call center y optó por emprender...

“Abogada y con 2 maestrías, apliqué a 50 empresas y jamás me contrataron”
  • 21 de febrero de 2025 a las 23:56 /
La sobrecualificación

San Pedro Sula, Honduras.

En Honduras, miles de profesionales con licenciaturas, maestrías e incluso doctorados se encuentran en la misma situación, el mercado laboral no tiene la capacidad de absorber a tanto personal calificado y gran parte de las empresas prefiere contratar a empleados con bajo nivel educativo para pagarles menos salario.

En un país donde el conocimiento y la experiencia chocan contra un muro de oportunidades limitadas, muchos optan por emigrar en busca de mejores oportunidades o se reinventan en oficios distintos a lo que imaginaron: abogados que ahora manejan taxis e ingenieros que venden comida.

“¿Por qué no me han contratado?”, es una pregunta que retumba en la mente de miles de jóvenes como Verónica (nombre ficticio a petición de la entrevistada), de 34 años, con tres títulos bajo el brazo: abogada, Máster en Derecho Empresarial y Máster en Derecho Ambiental.

Jamás pensó que su vida profesional estaría llena de puertas cerradas, ha asistido a incontables entrevistas, enviado innumerables solicitudes y, aún así sigue preguntándose por qué el camino laboral no ha sido como lo soñó.

Se ha visto forzada a aceptar otros empleos en los que sus habilidades y estudios han quedado subutilizados.

Se graduó como abogada durante el año 2012 en una universidad privada de San Pedro Sula, pero antes de recibir su título tuvo la oportunidad de trabajar en la sección de Registro Mercantil de la Cámara de Comercio e Industrias de Cortés (Ccic), fue un empleo temporal, pero la maravilló, y aunque tanto la empresa como ella intentaron que fuera algo permanente, no se logró.

Tras graduarse se encontró sin trabajo, así que aceptó un puesto en un call center gracias a sus habilidades con el idioma inglés, no era lo que imaginaba para su futuro, pero la ascendieron al área de Recursos Humanos gracias a su formación legal, ganando entre 15,000 y 16,000 lempiras mensuales.

Renunció después cuando apareció una mejor oportunidad, convencida que era el paso correcto; sin embargo, la plaza nunca se formalizó y terminó en el aire, con su primera maestría en mano y sin empleo. No podía quedarse de brazos cruzados, así que cubrió el puesto de una amiga como docente en una escuela pequeña en San Pedro Sula durante seis meses.

Posterior a ese período aplicó para un puesto de asistente, pero la empresa al mirar su perfil decidió entrenarla y prepararla como asesora legal interna. Permaneció allí durante cinco años y medio. “Estoy muy agradecida con la empresa privada, estaba en el rubro de energía”, comentó Verónica durante la conversación con a LA PRENSA Premium.

Al no aprovecharse este capital humano, como el de Verónica, se pierde la oportunidad de innovar y avanzar en áreas fundamentales para el crecimiento económico del país.

Desde siempre había soñado con estudiar en el extranjero, por lo que aplicó tres veces a una beca internacional: dos fue rechazada, pero la tercera fue la vencida, la subsidiaron para estudiar en un país de Europa y, tras un año de preparación alcanzó su segunda maestría.

Regresó a su país Honduras llena de esperanza y aplicó a múltiples empleos. Recordó que durante su último posgrado en la universidad, el director de la carrera les preguntó qué harían al volver a sus países, Verónica respondió con convicción: “Quiero trabajar en el Estado o en una ONG”.

Durante un tiempo trabajó en línea para sostenerse mientras esperaba oportunidades, con cada aplicación y entrevista fue perfeccionando respuestas, anticipando preguntas, aprendiendo a leer entre líneas. Llegó a conocer tan bien el proceso que podía recitarlo de memoria, como si fuera un guion repetido una y otra vez.

A pesar de su preparación profesional, experiencia e insistencia, a la fecha aún no comprende por qué jamás la contrataron.

Después de tanta espera surgió una vacante en una institución gubernamental en San Pedro Sula, donde se presentó al concurso, pasó cada una de las pruebas y al fin sintió que todo el esfuerzo había valido la pena. Le dieron un cargo de coordinadora y con un salario que, según ella, es “el más grande que he tenido en toda mi vida”, pero la estabilidad que imaginó no duró mucho, apenas tres meses después, sin explicaciones claras, su contrato fue cancelado.

La noticia la tomó por sorpresa, “ni me jefa inmediata lo sabía, de pronto me notificó Recursos Humanos sobre el despido”, sin muchas explicaciones, solo un mensaje frío, burocrático, pero ella intuía la razón.

Antes de aquello había recibido convocatorias para asistir a marchas y reuniones del partido (Libre), sabía que en el ámbito gubernamental las cosas funcionaban así, que muchos aceptaban ese juego sin cuestionarlo.

“Entiendo que uno se debe de remangar la camisa si va a trabajar y más aún para el Estado, porque para eso le pagan”, pensó, pero durante ese momento sintió que había mirado el otro lado, el que pocos mencionan en voz alta.

Después de salir del Gobierno siguió buscando oportunidades y enviando currículum sin descanso. Al principio llevaba un registro documentado de cada aplicación, pero llegó un punto en el que dejó de hacerlo debido a su salud mental.

“Apliqué como a unas 50 empresas, entre San Pedro Sula, Tegucigalpa y el extranjero”, calculó, pero la respuesta siempre fue la misma: silencio o rechazo.

“Hasta la fecha no sé por qué me rechazan, seguirá siendo un misterio para mí, no ha sido fácil que estén cerrando las puertas, incluso, durante algún momento quise pedirles retroalimentación para mí, para saber qué pasaba”, dijo.

“Aunque he seguido aplicando, ya me di por vencida”, admitió, la ilusión de ejercer en su área quedó atrás. “Estoy emprendiendo con un negocio, nada que ver con el área legal, es familiar y me estoy enfocando en eso”, agregó.

Con el tiempo comprendió que aferrarse a un solo camino podía ser una trampa. Reflexionó que “he tenido muchas lecciones de vida, esto me ha enseñado que uno no puede enfocarse en un solo camino, ahora quiero salirme de la caja y consolidar mi negocio, no voy a seguir aplicando, porque uno toca la puerta tantas veces, que si ya no se puede abrir hay que seguir otro rumbo”.

Actualmente trabaja en un call center en San Pedro Sula y a su alrededor mira rostros que reflejan historias similares a la suya: compañeros con formación profesional, títulos y experiencia, atrapados en la misma incertidumbre laboral.

No es el trabajo que imaginó después de años de estudio y esfuerzo, y sabe bien que el salario no corresponde a su preparación, aún así lo acepta con pragmatismo. “No es ciencia, no es leyes”, dijo con resignación, pero también reconoce una realidad innegable: en un call center siempre habrá una puerta abierta y en un país con tanto desempleo, eso, al menos, es un alivio.

A pesar de las credenciales, el panorama laboral ha obligado a miles de profesionales a tomar decisiones difíciles y han tenido que adaptarse a una realidad en la que las oportunidades en su campo son limitadas.

Miles de jóvenes que recién salen de los colegios e ingresan a las universidades continúan acercándose a las ferias de empleo y a las empresas que habilitan vacantes.

Alex Barahona vive en Trujillo, Colón, tiene 33 años, y una sólida formación académica: es ingeniero industrial y posee dos maestrías: una en Ingeniería Económica y Financiera, y otra en Administración de Empresas.

A lo largo de su carrera también ha obtenido dos diplomados: uno en Administración de la Responsabilidad Empresarial y otro de Auditor Líder de dos normas internacionales, pero encontrar un trabajo que sea estable y pagado de acuerdo con esos conocimientos le ha sido imposible.

Cuando terminó su pregrado de universidad en San Pedro Sula aplicó a una empresa dedicada principalmente a la fabricación de ropa, pero fracasó el intento, quiso ingresar a otras maquilas y companías de refresco ubicadas en la zona, y una vez más resultó fallido.

Ante la falta de opciones decidió regresar a la ciudad de Trujillo, pero allí la situación no fue diferente: se postuló para dos empresas, pero los salarios eran demasiado bajos. Posteriormente realizó una pasantía ad honorem y luego viajó durante algunos meses a Estados Unidos para perfeccionar su inglés.

A su regreso al país volvió a intoducir documentos a empresas locales, pero el proceso fue lento y desalentador. En una de ellas esperó tres meses por una respuesta y, cuando finalmente le hicieron una oferta, el salario era de apenas 10,000 lempiras, menos deducciones, a pesar de ser ingeniero y dominar el inglés.

A raíz de sus circunstancias negoció un mejor sueldo y logró un aumento paulatino de 13,000 lempiras durante el año 2013, pero cuando llegó el año 2016 decidió buscar nuevos espacios.

Aplicó a otra empresa de similares rubros y tuvo que esperar cinco meses para ser contratado. Durante ese entonces ya tenía cuatro años de experiencia y casi terminada su primera maestría, pero el salario solo era de 15,000 lempiras y el puesto no estaba relacionado con su especialidad, sino en el área ambiental, aún así aprovechó la experiencia para aprender nuevas habilidades que hoy en día ofrece como servicio.

Después de un tiempo dejó su empresa en busca de otras direcciones fuera de Trujillo, se trasladó a Tegucigalpa y envió su currículum a todas partes: bancos, restaurantes e incluso a colocadoras de empleo, aplicó a unas 12 empresas, pero después de un mes en la capital, sin recibir siquiera una llamada, decidió regresar al litoral atlántico,

El escenario no era alentador y la presión aumentó cuando su entonces pareja quedó embarazada, se vio en la necesidad urgente de encontrar trabajo y envió su hoja de vida por doquier, literalmente.

Tiempo después, durante el mes de enero de 2019 recibió una oferta para cubrir un puesto en el departamento de Administración y con un salario de 22,000 lempiras, parecía una oportunidad estable, pero solo un mes después lo despidieron sin previo aviso. Para colmo, la decisión se tomó cuando su hija tenía apenas 19 días de nacida, se quedó sin empleo, con una bebé que mantener y sin saber qué hacer.

Con los pocos ahorros que logró reunir invirtió en un viejo camión que una prima suya tenía estacionado afuera de su casa, lo compró, lo puso a trabajar y lo mejoró poco a poco.

Descubrió que dicho negocio tenía potencial y decidió seguir adelante con su emprendimiento. Para el año 2021 ya estaba completamente involucrado en este, pero previamente, durante el año 2020 había comenzado su segunda maestría, la cual finalizó dos años después.

A pesar de su crecimiento académico y experiencia siguió enfrentando barreras en la búsqueda de empleo, aplicó paralelamente a nueve empresas en San Pedro Sula, a otras tantas en Tegucigalpa y volvió a intentarlo en Trujillo; no obstante, los salarios ofrecidos oscilaban entre 15,000 y 18,000 lempiras, insuficientes para el nivel de preparación que tenía.

Al final encontró una oportunidad en una ONG, donde los sueldos estaban mejor alineados con el mercado internacional. Hoy en día trabaja para la Cooperación Española en un proyecto de turismo y maneja su negocio. Su esfuerzo y perseverancia han rendido frutos: devenga más de 1,400 dólares al mes (por encima de 36,000 lempiras) y ha logrado consolidar una vida estable.

Su historia, aunque con un giro positivo, no es la norma para todos, mientras algunos logran sortear los obstáculos del mercado laboral y encontrar estabilidad, otros siguen enfrentando la incertidumbre de un sistema que no siempre recompensa la experiencia y la preparación.

La oferta laboral que se habilita todos los años en el país resulta insuficiente ante la elevada demanda de la población buscando un trabajo.

Una sampedrana, que pidió también omitir su nombre, con más de 40 años de edad, aún vive con sus padres en el casco urbano de la ciudad. Ha visto cómo muchas personas con hijos y amplia experiencia también luchan por encontrar un empleo digno y bien pagado en el país.

Su camino profesional comenzó más por presión social que por vocación, estudió la Licenciatura en Hotelería y Turismo en una universidad privada de la ciudad, convencida que tenía las características para destacar en ese campo: buen porte, manejo intermedio del inglés y una apariencia que encajaba con el sector.

Al graduarse después de seis años y con una inversión de aproximadamente medio millón de lempiras, descubrió que no era lo que realmente la apasionaba. Intentó abrirse paso en el mundo laboral, pero pronto se dio cuenta que en la hotelería “hay mucha explotación” y los salarios son bajos.

Trabajó en un hotel local en las áreas de eventos, banquetes y recepción, pero ganaba solo el salario mínimo. Buscando nuevas oportunidades se alejó del turismo y probó suerte en maquilas y bancos, pero tampoco encontró estabilidad.

Los constantes rechazos la llevaron a un estado casi depresivo y con el tiempo su salud física también comenzó a deteriorarse, hoy recibe fisioterapia debido a problemas de movilidad.

A pesar de tener amplia experiencia y referencias en distintas áreas, cada vez que aplica a un empleo le dicen que está sobrecalificada. Ha intentado ingresar en recepción, servicio al cliente y Recursos Humanos de empresas varias, pero las oportunidades siguen siendo esquivas.

En su afán por reinventarse tomó un curso de estilista que duró casi un año, creyó que podría encontrar una salida en ese campo, pero ni siquiera en salones de belleza logró conseguir trabajo. Durante muchas ocasiones ha sentido que su imagen genera envidia o competencia, lo que ha afectado su autoestima y estabilidad emocional.

Durante la actualidad sigue buscando oportunidades en empresas grandes y en sectores afines a su profesión, pero el camino ha sido cuesta arriba.

La lucha por el reconocimiento y la estabilidad profesional no es un desafío exclusivo de un solo sector, en diferentes ámbitos, incluso aquellos con una trayectoria sólida y múltiples especializaciones enfrentan obstáculos para avanzar en sus carreras.

Jóvenes y adultos que se han formado en la universidad, ante la ausencia de opciones de trabajo, han optado por emprendimientos, negocios informales o emigrado a otros países.

Con 48 años y más de dos décadas de experiencia en el ámbito de la salud, un médico general en San Pedro Sula contó que ha dedicado su vida a especializarse en varias áreas, logrando obtener no una, sino cuatro maestrías: Gestión de Servicios de Salud, Salud Ocupacional, Geriatría y Diabetología.

A pesar de su importante formación académica y trayectoria se enfrenta a una situación frustrante: en la empresa transnacional donde trabaja desde hace 10 años no le reconocen sus títulos, a pesar de su antigüedad laboral no recibe un reconocimiento acorde con su preparación y conocimientos, y no espera un cambio en ese aspecto.

“He metido currículum vitae en varias empresas por que me siento no valorado ni reconocido por mis títulos y experiencia. Actualmente laboro, pero en realidad no me pagan como un médico general”, confió.

Los emprendimientos de diferente tipo se han convertido en escaparate para salir adelante y sotener las familias.

A sus 26 años, con un título de licenciatura en Economía Agrícola y un diplomado en Producción de Cacao en Sistema Agroforestal, otro joven profesional se enfrenta a una realidad que nunca añoró.

Su conocimiento técnico en el análisis de variables dasométricas de especies maderables de alto valor comercial no ha sido suficiente para abrirle las puertas en el mercado laboral. Después de mucho tiempo de búsqueda se ha visto forzado a aceptar cualquier tipo de trabajo, incluso en áreas completamente ajenas a su formación. “Estoy aceptando lo que salga, hasta de ayudante de bodega”, ironizó.

Con un tono de indignación relató su frustración al intentar ingresar al sector público. “Ya busqué empleo en algunas instituciones de Gobierno y me dijeron que si no tengo un amigo político que me recomienden, es muy difícil que me contraten”, expresó.

Situación de empleo
  • De acuerdo con los resultados de la LXXXI Encuesta Permanente de Hogares de Propósitos Múltiples de junio de 2024, emitida por el Insituto Nacional de Estadística (INE), había 3,724,971 ocupados del país, de estos, el 21.7% se empleaba en la agricultura, en el comercio el 23.0% y en la industria el 13.5%. Estas tres ramas de actividad concentraron el 58.2% de los ocupados
  • Existía una cantidad considerable de personas en condición de asalariados, de cada 100 ocupados 60 efectuaban sus actividades laborales a cambio de un salario, 31 de cada 100 realizaban las actividades laborales por su cuenta, nueve de cada 100 que constituía la diferencia eran trabajadores no remunerados, o sea personas que de alguna manera trabajaban, pero no recibían un pago a cambio (aprendices y trabajadores familiares) y contratistas dependientes
  • La estructura de la población es predominantemente joven, esto incide en que cada persona ocupada tenía que mantener en promedio a 2.7 personas. Se estimó un ingreso promedio por trabajo a nivel nacional de 9,138.00 lempiras por mes. El estudio demostró que los ingresos eran mayores a medida que fuese mayor el nivel educativo de la persona, osea, el ingreso promedio mensual de alguien con educación formal era de 5,227 lempiras, con educación primaria 7,416 y podía llegar a 18,127 lempiras con educación superior.

Su relato reflejaba no solo el desencanto de no ser valorado por su preparación académica y técnica, sino también el cansancio de mirar cómo, en un sistema tan desigual, las oportunidades parecen depender más de las conexiones que de las habilidades y el esfuerzo.

No siempre coinciden

Para Rafael Delgado, catedrático universitario y director ejecutivo de la Cámara de Comercio Hondureño-Alemana, el mercado laboral en el país enfrenta una paradoja inquietante: mientras miles de profesionales buscan empleo, las plazas disponibles no siempre se ajustan a sus perfiles. Esta descoordinación entre la oferta y la demanda de talento ha generado un fenómeno cada vez más común: la sobrecualificación.

Desde su oficina, rodeado de informes económicos y proyecciones laborales, Delgado reflexionó sobre la raíz del problema. “Creo que, en primer lugar, necesitamos construir un sistema profesional que prepare técnicos con nivel de bachillerato y de universidad, que sean reconocidos y apreciados tanto por las personas como por las empresas”, afirmó con convicción. En su opinión, el país ha arrastrado por años un estigma injusto sobre la educación técnica, cuando en realidad es la base de industrias y servicios dinámicos.

Reconoció que la educación tanto privada como pública se queda muy detrás de las necesidades de la economía. Por eso adviritió que quienes decidan continuar con estudios superiores, postgrados o doctorados, lo hagan después de un análisis muy profundo sobre la demanda existente de profesionales con ese perfil.

En su mirada crítica, Delgado apuntó que “la academia debe aportar desarrollo y ofrecer programas apegados a las necesidades de la economía del país”.

Las empresas argumentan que, aunque hay profesionales altamente capacitados, no siempre cuentan con la experiencia necesaria para los puestos que buscan llenar. El mercado laboral es competitivo y exigente, hay una desconexión entre la oferta académica y la demanda real de empleos.

$!“Abogada y con 2 maestrías, apliqué a 50 empresas y jamás me contrataron”
“Empleadores deben poner en marcha procesos estructurados, tiempos precisos, automatizar recursos y supervisión”: Marcela Rodríguez, especialista en RR.HH.

Márcela Rodríguez, quien ha trabajado como gerente y posee basta experiencia en Recursos Humanos, expuso el trasfondo dentro de los procesos de contratación de las empresas.

“Hay un problema estructural, como empresas deben partir desde un perfil de puesto bien definido, pero muchas veces no lo está porque tendemos a copiar modelos de otros países sin adaptarlos a nuestra realidad, esto hace que en muchos casos los puestos sean casi imposibles de cubrir”, manifestó.

Subrayó que las empresas publican anuncios esperando que la gente aplique, pero si el perfil no está bien explicado, los candidatos no entienden qué es lo que realmente se busca. Múltiples organizaciones solicitan certificaciones, cursos y capacitaciones que, en muchos casos, ni siquiera son necesarias para el puesto que realmente se va a ejecutar.

“Lo que he observado es que hay empresas no tienen perfiles adaptados a la realidad de Honduras, piden carreras o maestrías que aquí no se ofrecen, además, no buscan formar a los empleados, solo quieren que lleguen a hacer el trabajo de inmediato. También está el tema de los ´sobrecualificados´, no los contratan porque asumen que sus aspiraciones salariales serán más altas, aunque no lo digan abiertamente, es lógico: quien tiene una maestría espera ganar bien, no el salario mínimo”, enfatizó Rodríguez.

Ejemplificó que un candidato puede tener varias maestrías y ser bilingüe, pero si no tiene experiencia en el campo, si acaba de graduarse o ha trabajado en otras áreas, es posible que no cumpla con los requisitos específicos del puesto. “Luego nos preguntamos por qué no nos llaman, la realidad es que las empresas descartan perfiles por falta de experiencia o por considerarlos sobrecualificados”, recalcó.

La Secretaría de Trabajo regula el salario mínimo, pero no establece escalas salariales para diferentes posiciones. En la empresa privada, según comentó Rodríguez, cuando se define una escala salarial se debe hacer un estudio de mercado para determinar cuánto debería ganar un profesional, partiendo de un perfil bien definido que contemple experiencia, formación y educación.

Las empresas suelen establecer rangos salariales en función del tiempo y desempeño. A la primera contratación el salario se sitúa en un nivel base, luego, según la evaluación de desempeño se puede acceder a otros rangos salariales, pero en la práctica muchos puestos se rigen únicamente por el salario mínimo.

A nivel general, las empresas publican ofertas con perfiles amplios y reciben una gran cantidad de aplicaciones. “Plataformas como LinkedIn, Computrabajo y otras bolsas de empleo permiten postularse con facilidad, pero la mayoría de empresas privadas en Honduras no cuentan con herramientas de inteligencia artificial para filtrar currículum de manera eficiente”, expuso.

El proceso sigue siendo manual: abren los correos uno por uno, lo que hace que muchas aplicaciones pasen desapercibidas. Es raro encontrar una empresa que invierta en software que analice perfiles de forma efectiva.

A esto se suma otro problema: las empresas no suelen responder a los candidatos. Muchas veces, los postulantes terminan escribiendo correos de seguimiento casi por obligación, pero rara vez obtienen una respuesta, ya sea porque las empresas no dan retroalimentación o porque simplemente no saben utilizar bien estas herramientas.

$!“Abogada y con 2 maestrías, apliqué a 50 empresas y jamás me contrataron”
”Empresas deben saber que para retener un buen perfil nno basta lo económico, también el ambiente laboral”: Linda Meza, experta en Talento Humano

Linda Meza, especialista en Gestión del Talento Humano y jefe de Recursos Humanos, exteriorizó que la sobrecualificación se ha agudizado con el paso del tiempo, pues antes las personas no se enfocaban tanto en capacitarse o desarrollarse profesionalmente. Antes el requisito top era ser un bachiller, pero a medida han surgido nuevas generaciones, los requisitos y las empresas han cambiando, y los requerimientos aumentado.

“Hay personas que quizá por necesidad de devengar un salario toman lo primero que encuentran, pero no van da durar ni tres meses mientras encuentran otro empleo que sí se adecúe a su perfil. Al final la empresa debe ser consciente de ese riesgo, que puede generar un costo porque aumentará la rotación”, puntualizó la ejecutiva.

Las plazas operativas duran un promedio de dos a tres semanas en consolidarse dentro del proceso de contratación, mientras que a nivel gerencial, que es donde aspiran profesionales con maestría, especialidades o doctorado, puede llegar a tardar hasta un mes debido a los filtros que hay que superar, que incluye entrevistas varias con gerentes y evaluaciones psicométricas.

“Como encargados de esta área estamos en la obligación de responderle a un candidato que ha enviado su hoja de vida, si ha sido aceptado o denegado, pero lastimosamebte es una práctica común que no muchos lo hacen”, señaló.

Como ejemplo, resaltó que en su empresa han recibido casos de jóvenes que están estudiando o finalizando su licenciatura, pero son personas que no buscan trabajar en una bodega cargando y descargando camiones, quiren tener ingresos suficientes para sostenerse y conseguir después algo adecuado a su perfil.

“Si me estoy esforzando para sacar mi licenciatura o maestría, y si acepto un trabajo donde me paguen menos o no es lo que busco, no me estoy valorando, deben ahora enfocarse en sus habilidades y competencias, mirar bien los requisitos que piden y tener mucha paciencia. Por otro lado, a quienes trabajan en mi área, más que decir, es recordarles que debemos retroalimentar adecuadamente, expresarle al candidato qué puede mejorar, qué no debe hacer, no hacerlos sentir un número más que llegó a una entrevista y allí murió”, concluyó.

Impacto insostenible

Desde la perspectiva del economista José Luis Hernández, la principal motivación de las personas para seguir estudiando y avanzar es tener mejores oportunidades y salarios competitivos.

Considera que traer inversión no solo aumenta la productividad de Honduras o los ingresos a recibir, también el intercambio de tecnología y conocimiento. Además, genera diversidad, nuevos puestos y oportunidades, pues una carrera se puede usar en diferentes áreas y la inversión permite potenciarlas.

La falta de desarrollo en tecnología y otros rubros impide la creación de más oportunidades en campos especializados.

“Variadas empresas generalmente buscan reducir costos, no es que no puedan pagarle a un máster lo que debería recibir, sino que prefieren disminuir gastos para obtener más ganancias. En lugar de contratar a una persona con doctorado y mucha experiencia, optan por cuatro personas con una calificación menor que realicen el mismo trabajo por un salario mínimo o menor”, explicó.

En el país hay medianas y grandes empresas que pagan lo justo y valoran el trabajo, aunque existen otras que caen en la informalidad y optan por esta vía. Según sondeos, el salario promedio para un licenciado está entre el salario mínimo; alguien con especialidad y maestría sus ingresos oscilan entre 30,000 y 60,000 lempiras, mientras que un doctor o pdh, el nivel educativo más alto, puede llegar a percibir un salario mucho más elevado.

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personas se graduaron durante el año 2024 en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (Unah), incluyendo licenciaturas y postgrados, según una data estadística de la máxima casa de estudios.

Las universidades siguen graduando a miles de estudiantes cada año, muchos de los cuales pronto descubrirán que el título que con tanto esfuerzo lograron no les garantiza un futuro estable.

La sobrecualificación en Honduras se ha convertido en una paradoja: los profesionales tienen las herramientas, pero no encuentran las puertas abiertas para usarlas.

El mercado laboral parece estar atrapado entre las necesidades de las empresas, que priorizan la reducción de costos, y las aspiraciones de los profesionales que luchan por obtener un empleo que se ajuste a sus competencias y experiencia.

El fenómeno de la sobrecualificación no solo afecta a los recién egresados, profesionales con décadas de experiencia también enfrentan dificultades para encontrar empleo acorde a su formación, muchos han tenido que aceptar puestos con salarios que apenas cubren sus necesidades básicas.

Algunos han tenido que diversificarse, hacer diseños, vender planos e incluso enseñar matemáticas para sostener a su familia. En un país donde la educación es vista como la llave al progreso, miles de profesionales siguen esperando que esa promesa se convierta en realidad. Mientras tanto, la frustración y la incertidumbre continúan marcando el camino de los sobrecualificados.

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Ariel Trigueros
Ariel Trigueros
jerson.trigueros@laprensa.hn

Reportero multimedia e investigador en LA PRENSA. Más de 10 años en medios. Licenciado en Periodismo (UNAH), máster en Comunicación (UEA) y docente universitario.