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El camino hacia la reconciliación y el desarrollo demanda de la participación activa de todos los miembros de la sociedad, sin importar su militancia política e ideológica, clase social o nivel educativo.

Si los hondureños, cualquiera que sea su filiación política, condición social, económica, educativa, lográramos deponer antagonismos y enfrentamientos estériles y autodestructivos, lograríamos alcanzar la anhelada y necesaria reconciliación y unidad nacional.

Se dirá que este llamado peca de utópico e idealista: no es así, el papa León XIV, desde la plaza de San Pedro en el Vaticano, ha implorado a la ciudad y al mundo deponer odios recíprocos para alcanzar la fraternidad, la que “no es un sueño hermoso e imposible... nos libera del egoísmo, la división y la arrogancia”.

Seamos o no creyentes, esas sabias palabras provienen de un jerarca religioso altamente respetado por su genuino deseo de que prevalezca la paz y la concordia en nuestro planeta, que por sobre todo aspira al bien colectivo de la humanidad, sin reparar en credos, nacionalidades, etnias.

Si esta excitativa es tomada en cuenta por nuestras autoridades, al más alto nivel, corresponde a ellas tomar la iniciativa, convocando a las dirigencias de todos los partidos políticos, sin excepción, a efecto de que instruyan de inmediato a sus cuadros que cesen -aquí y ahora-, en ataques verbales y físicos contra las y los adversarios, deponiendo insultos, provocaciones, acusaciones carentes de fundamento alguno.

De igual manera, en su condición de comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, ordenar al jefe del Estado Mayor Conjunto abstenerse de exceder las facultades y atribuciones que la Constitución Política vigente le señala al brazo armado del pueblo, cumpliendo incondicionalmente con las mismas.

De esa manera, todas las partes involucradas darán muestras inequívocas de su patriotismo, de que Honduras está por encima de todo interés sectario, de toda ambición mezquina, de cualquier intento bastardo por sabotear el proceso electoral que está próximo a realizarse, mismo que debe llevarse a cabo exento de cualquier intento de interferir y manipular los resultados, en clima de paz, seguridad, hermandad.

El camino hacia la reconciliación y el desarrollo demanda de la participación activa de todos los miembros de la sociedad, sin importar su militancia política e ideológica, clase social o nivel educativo.

Solo así podremos decir que hemos alcanzado la indispensable madurez y voluntad política y emocional que nos conduzca a la reconciliación definitiva, sin vencedores ni vencidos, dejando atrás el pasado ominoso, violento, destructivo para llegar a alcanzar una Honduras por todos compartida.

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