La renuncia obligada del ministro de la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), José Carlos Cardona, es y debe ser apenas el primer paso si se desea llegar hasta el fondo de esta millonaria y sórdida trama, que ha desviado fondos supuestamente presupuestados para apoyar proyectos comunitarios de interés colectivo con el fin de financiar campañas electorales de militantes del partido político hoy en el poder.
Las investigaciones en curso por parte del Ministerio de Transparencia y Lucha contra la Corrupción y la Fiscalía deben ser ampliamente divulgadas, en aras de la transparencia, independientemente de las personas involucradas, cualquiera sea el cargo desempeñado, sea en el Congreso Nacional o en el Poder Ejecutivo.
Nuevamente, el actual Gobierno es dañado en su imagen y credibilidad por personas muy cercanas, sea por lazos políticos y/o familiares con la presidenta Castro, lo que se suma a actos ilícitos perpetrados a partir de 2021, que han ido erosionando la inicial confianza y respaldos otorgados por un sector de la ciudadanía que con su voto permitió a Libre alcanzar la dirección de la nación por un cuatrienio, con la esperanza de que ocurriría un nuevo rumbo en la administración pública, en que el cohecho sería reemplazado por la honestidad, la manipulación y represión por los consensos de cara al sol, no debajo de la mesa, negociando, de espaldas al pueblo, la recíproca impunidad entre el oficialismo y la dirigencia de la oposición.
Frustración, desengaño, alienación son los sentimientos que hoy albergan todos los hondureños que esperábamos una nueva nación, dedicada al beneficio colectivo, de cara al sol, digna y próspera, pero cruel desengaño: lo que hemos recibido y soportado es más de lo mismo. El poder visto como el botín a ser repartido por y para provecho de una facción de la élite integrada por personas carentes de escrúpulos y de códigos éticos, que tan solo actúan en función del enriquecimiento personal en el menor tiempo posible y sin el menor esfuerzo, disfrazando sus propósitos con discursos demagógicos que incitan al odio y la confrontación como medio de desviar la atención colectiva de la cruel y objetiva realidad que diariamente afecta a las mayorías, inmersas en la violencia, desempleo e insalubridad.
La ciudadanía posee excelente memoria: no olvida ni el pasado ni el presente, igualmente plenos de traiciones, mentiras, saqueos. Su voz y sus reclamos, lejos de silenciarse, van escalando en tono e intensidad, reclamando sus derechos conculcados.