Entre las múltiples lecciones derivadas del escándalo-estafa-fraude perpetrado por Koriun Inversiones, destaca la insuficiente falta de mayores controles por parte de la Comisión Nacional de Bancos y Seguros (CNBS) respecto a la debida y necesaria vigilancia y supervisión en el aseguramiento de los depósitos del público confiados a “empresas” de fachada que aprovechándose de la nula o insuficiente educación financiera de compatriotas captan millonarias sumas como forma fácil y expedita de enriquecimiento ilícito.
El contar con normativas más estrictas de carácter preventivo y las correspondientes alertas tempranas pudieron haber detenido a tiempo las múltiples consecuencias que hoy golpean la economía de al menos 37,000 hondureños residentes en distintas ciudades, la mayoría perteneciente a estratos de ingresos bajos y medios, que hoy manifiestan de diversas maneras su descontento y frustración colectiva.
El pasado reciente indica que nuestro sistema financiero no está exento de riesgos y manipulaciones que, afortunadamente, son la excepción y no la regla.
Tal como afirma el Foro Social de la Deuda Externa y Desarrollo de Honduras (Fosdeh), “el sistema financiero hondureño opera como un pilar o pivote de crucial importancia para el crecimiento y desarrollo de Honduras (...), la función de intermediación financiera ha propiciado movilizar el ahorro de unos para permitir la inversión de otros agentes y con ello se han consolidado polos densos de desarrollo...”.
Es por ello que toda salvaguarda que proteja a quienes desean confiar sus dineros a instituciones bancarias debe ser bienvenida, lo que contribuye al fortalecimiento de una institucionalidad pública, más consolidada, incluyente, vigilante en el lavado millonario de lavado de activos para detectarlo e informar a los entes estatales correspondientes.
Las normas de Basilea I, basadas en tres pilares fundamentales: requisitos mínimos de capital, supervisión de la gestión de los fondos propios, disciplina de mercado, garantizan las buenas prácticas de gestión bancaria.
La banca hondureña debe ser ejemplo tanto de estabilidad como de proyección y responsabilidad social, democratizando el crédito, impartiendo orientaciones en educación financiera, apoyando el arte y la cultura nacional. De esa manera adquiere mayores prestigios entre los usuarios, lo que resulta en una inversión altamente rentable.