El rector de la Universidad Nacional Autónoma de Honduras, Odir Fernández, ha hecho pública la investigación realizada por la institución educativa que él preside y que abarca el período 2014-2024, que abarca los dos períodos presidenciales de Juan Orlando Hernández y la mitad de la actual gobernante Xiomara Castro.
Los hallazgos encontrados son desoladores, nauseabundos, repudiables y revelan el saqueo sistemático de fondos públicos que han ido a parar a cuentas bancarias privadas, al financiamiento de políticos, al otorgamiento de subsidios y bonos tanto a legisladores como a integrantes de los partidos políticos Nacional y Libre, con fines proselitistas.
Dicho documento, intitulado “Patrones y tendencias de corrupción en Honduras”, concluye que no solamente persiste, “se transforma, se adapta, es más sofisticada, se normaliza (...), una práctica estructural”. Además, recluta nuevos adeptos laborando en instituciones estatales, formando redes que manipulan contratos, licitaciones, adquisiciones, desde medicamentos hasta maquinaria, deteriorando en el proceso los servicios prestados al pueblo.
La corrupción e impunidad no constituyen un fenómeno reciente, lo que es notorio es su ascenso vertiginoso, su profundización y el acelerado empobrecimiento de dos terceras partes de la población, en espiral ascendente que degrada y prostituye las “buenas conciencias”.
El afán y codicia por enriquecerse en el menor tiempo posible y con el mínimo esfuerzo transforma aquellas personas que rehuyen el trabajo cotidiano, la frugalidad, el esfuerzo propio; es decir, parásitos sociales, sanguijuelas que acumulan fortunas ilícitas para hacer pública ostentación de sus riquezas y poderío. Así, de la noche a la mañana se han convertido en millonarios, “honorables y respetados” ciudadanos, influyentes vendedores de influencias, políticos a tiempo completo, propietarios de empresas de fachada, lavadores de activos, forjando nexos con el narcotráfico.
Cuando son investigados elaboran estrategias de adaptación y transformación, de desdoblamiento y encubrimiento a efecto de eliminar rastros comprometedores, perfeccionando y/o reemplazando procedimientos hasta entonces utilizados, exigiendo pruebas que demuestren su malvivir, mismas que previamente han sido destruidas u ocultadas, puestas a buen recaudo, aquí o en el exterior, con la ayuda de cómplices. Paralelamente, con la mayor desfachatez entablan demandas y querellas en contra de los entes fiscalizadores.
Si alguna vez poseían remanentes de principios éticos y morales los han descartado absolutamente, reemplazados por el cinismo y la falsedad.
“Por sus obras los conoceréis”.