En una de las mayores obras literarias de todos los tiempos, publicada inicialmente 420 años atrás y escrita por un soldado, el español Miguel de Cervantes Saavedra, era Sancho Panza el personaje más mencionado en la novela el eternamente Don Quijote de la Mancha.
El Centro Virtual de Cervantes expone fragmentos de tan magna obra, con solo menos copias en otros idiomas que la propia Biblia, en su capítulo XVII los muestra así:
—Después que bajé del cielo, y después que desde su alta cumbre miré la tierra y la vi tan pequeña, se templó en parte en mí la gana que tenía tan grande de ser gobernador, porque, ¿qué grandeza es mandar en un grano de mostaza, o qué dignidad o imperio el gobernar a media docena de hombres tamaños como avellanas, que a mi parecer no había más en toda la tierra? Si vuestra señoría fuese servidor de darme una tantica´ parte del cielo, aunque no fuese más de media legua, la tomaría de mejor gana que la mayor ínsula del mundo —.
—Mirad, amigo Sancho —respondió el duque—: yo no puedo dar parte del cielo a nadie, aunque no sea mayor que una uña, que a solo Dios están reservadas esas mercedes y gracias. Lo que puedo dar os doy, que es una ínsula hecha y derecha, redonda y bien proporcionada y sobremanera fértil y abundosa, donde, si vos os sabéis dar maña, podéis con las riquezas de la tierra granjear las del cielo.
—Ahora bien —respondió Sancho—, venga esa ínsula, que yo pugnaré por ser tal gobernador, que, a pesar de bellacos, me vaya al cielo; y esto no es por codicia que yo tenga de salir de mis casillas ni de levantarme a mayores, sino por el deseo que tengo de probar a qué sabe el ser gobernador —. Concluye este fragmento del relato del Centro Virtual de Cervantes.
Si bien es cierto que lo soñado por Sancho Panza en esta obra literaria y en su determinación delirante sin remedio, era aconsejado por Don Quijote de la Mancha, hoy por hoy y en estas ínsulas llamadas Honduras, ha surgido un nuevo personaje, otro soñador, un soldado: el general en condición de retiro Romeo Vásquez Velásquez, quien, dentro de su mundo, está haciendo realidad su sueño más soñado, pero no el de gobernar, sino el de tener la atención total de varios “quijotes de la mancha”.
Ahora bien, cualquier parecido a la realidad es una mera coincidencia, porque, aunque el general Romeo instaló su propia barraca donde él es el gobernador que ordena con señorío tratando de intervenir en asuntos que desde su llanura ve como defensa de la justicia, la realidad es que desde el anonimato, la clandestinidad y la ilusión, solo Sancho Panza gobierna.
Pues sí, así como lo quiso Sancho, el general en condición de retiro igual anhela gobernar su propia ínsula. Es tan grande su sueño, que tal cual Panza tuvo a don Quijote como consejero, para Romeo los concejales hoy están en las redes sociales y su propio mundo mediático, además de dos frentes más abiertos: su familia y todo aquel declarado en oposición de aquello que para ellos representa buscar un gobierno.
Si somos realistas, Romeo no representa ninguna amenaza política para nadie, pero según sus últimas manifestaciones públicas, pareciera que ya se dejó atrapar, pero por el soldado en misión, soñando y delirando con su propia guerra, atrincherado en el bosque repeliendo sus fantasmas.
Hay 3,5 millones de lempiras de recompensa para quien dé detalles de la ubicación de este soldado, acusado de responsabilidades que abrazaban su cargo como general, pero entre las ironías de la vida, y esta en particular, a más pasan lo días, este general se camufla muy similar a prácticas de hombres como el subcomandante Marcos en México, Ernesto el Che Guevara y el propio Fidel Castro, todos en el pasado y de quienes el general Romeo ha manifestado en enésimas ocasiones, estos son como el agua y el aceite: no se camuflan como él.
Y para que usted, amigo lector, vea que lo descrito anteriormente deambula en los sueños de un solo hombre aspirando a gobernar su propia ínsula, hoy, ya en tiempos modernos, cierro con un poco más de Sancho Panza y su ilusión:
— Deje la lectura y sepa que he de prepararme para ir a gobernar mi ínsula- le decía Sancho Panza a Don Quijote, quien les respondía – Doy gracias al cielo, Sancho, amigo, de que antes de que yo haya encontrado mi fortuna, tú hayas topado con la tuya; Tú, que para mí eres un ignorante, sin más ni más, te ves gobernador. Te digo esto para que no creas que lo mereces, sino que la providencia dispone, así las cosas.
— Primeramente, ¡oh hijo!, has de temer a Dios, porque en el temerle está la sabiduría y siendo sabio no podrás errar en nada. Lo segundo, has de poner los ojos en quién eres, procurando conocerte a ti mismo, que es el conocimiento más difícil que puede imaginarse. Del conocerte saldrá el no hincharte como la rana que quiso igualarse con el buey, que, si esto haces, vendrá a ser feos pies de la rueda de tu locura la consideración de haber guardado puercos en tu tierra —.