El presidente de El Salvador, Nayib Bukele, continúa siendo un fenómeno inusual en la región, pero con asignaturas aún pendientes, por ejemplo: la de terminar de convencer al capital extranjero que hoy por hoy ve a su país por debajo de Honduras y Nicaragua en atracción de Inversión Extranjera Directa, IED.
Sin demeritar que uno de los logros significativos, y el más resonante a nivel internacional con efecto directo a favor de sus ciudadanos, ha sido reducir los niveles de extorsión y muertes violentas ordenadas por estructuras criminales; pero aún Bukele está lejos de consolidar su país como uno jurídicamente seguro y con economía en franco despegue.
En 2022, El Salvador contaba con una población de 6,3 millones de habitantes, de estos, al menos 1,4 millones viven en Estados Unidos y el 48% está en una situación migratoria irregular, según encuesta publicada por la Organización Internacional para las Migraciones, OIM, y el Banco Central de Reserva de El Salvador.
El 63,6% de las personas que envían remesas familiares hacia El Salvador, lo hacen con frecuencia mensual por un valor promedio de 330.3 dólares por cada envío. Al año, el país percibe alrededor de 6.981 millones de dólares por esa vía.
Y sí, del discurso a bregar en el curso hay una enorme distancia, pero Bukele es un experto en extrapolar esas realidades, que en el balance general, no es que El Salvador se desmarque a pasos agigantados en comparación a los vecinos en la región, al menos en esta asignatura.
Hay renglones donde su realidad sí es muy parecida a la de Honduras, por ejemplo, los flujos de remesas familiares catrachas ascendieron 8,683.6 millones de dólares en 2022, hablamos de 17.8% más que lo registrado en 2021, “estabilizando” un porcentaje de su Producto Interno Bruto, PIB, en ingresos que dependen de políticas migratorias estadounidenses que varían de acuerdo a demócratas o republicanos en el poder.
Cabe destacar que, si bien es cierto que El Salvador y Honduras estarán cómodos mientras las remesas continúen arribando, igual es real que los inversionistas no están convencidos de comprometer sus capitales en naciones donde su seguridad jurídica sigue siendo el gran talón de Aquiles.
Y para muestra un botón. En las últimas cifras sobre atracción de Inversión Extranjera Directa, IED, que ha sido publicado por la Agencia de Naciones Unidas sobre Comercio y Desarrollo, Unctad, se indica que, en 2023, Honduras captó $1,076.4 millones de IED; Nicaragua, $1,230 millones y El Salvador, $760 millones.
Según estos datos oficiales, El Salvador de Bukele aún no logra repuntar y superar a las economías vecinas con mayor similitud. Partiendo que cifras del Informe de Inversión Mundial 2024, publicado por Unctad, demuestran que Honduras registró un aumento constante en la IED en el último quinquenio: pasó de $498 millones en 2019 a $1,076 millones en 2023.
En contraste, El Salvador, inmerso en el influencer Bukele, mostró en ese mismo período una tendencia inestable, pues contabilizó una caída notable en 2020 (bajó a $24 millones) y una recuperación parcial en 2023.
Igual es válido mencionar que en proporción territorial, El Salvador es cinco veces más pequeño que Honduras y seis veces menor que Nicaragua, dato que se vuelve irrelevante si incluimos en el análisis que el presidente salvadoreño, en su primer mandato, convirtió el bitcoin como moneda legal en curso.
Una decisión que minó las finanzas del país y repelió la inversión extranjera que no cree en lo especulativo que resultan las criptomonedas, al menos como moneda país.
Una determinación que de igual forma volvió a El Salvador inseguro para la banca tradicional, que laceró como nunca su seguridad jurídica al incentivar una competencia desigual cimentada en una moneda electrónica que no logra la aceptación, al menos por ahora, de la comunidad internacional.
Para los analistas en la región, el fenómeno Bukele sigue incrustado en la mente de las personas como un buen presidente, de hecho, sí, pero no tan convincente en delegar una nación que represente la economía más floreciente después de Panamá y Costa Rica, como se ha intentado mercadear.