140 municipios se encuentran en alerta roja debido a la sequía, principalmente asociados a la pobreza extrema. Un número revelado por la Comisión Permanente de Contingencias, Copeco, que se resume a estadísticas, sí, a eso se diluye cuando se referencia a los más desprotegidos en este escenario.
Está claro que 2025 será el año inicial de grandes dificultades alimentarias para Honduras y la región. De enero a mayo de 2024 el cambio climático nos divisó un horizonte nada alentador porque, el hecho que no haya llovido como debería ser, lleva al mínimo la siembra de primera y esto reduce a la mitad la producción de granos básicos para todo el año.
Esa, desde ya crisis en la producción de granos como el maíz, frijol y sumado el arroz, hace trasladar la siembra a postrera que, si Dios quiere y nos manda lluvia moderada entre julio y agosto, se podría rescatar la mitad de la producción que corresponde a todo el año.
Un pronóstico casi acertado porque cuando revisamos las proyecciones del clima para el resto del año, todo apunta a que lloverá más de lo normal ante el impacto del fenómeno La Niña, que trae agua más allá de lo necesario para el equilibrio que necesita el campo y así sostener una producción dependiendo solo de la naturaleza propia.
Dulio Medina, presidente de la Asociación Nacional de Productores de Granos, Prograno, quien declara que en comparación a 2023 se perdería entre un 30% y 40% de los cultivos, también confirma lo expuesto anteriormente, que ya se redujo la oferta nacional desde el inicio y si durante el proceso de cultivo, en pleno invierno ocurren fenómenos naturales adversos, las pérdidas podrían aumentar hasta en un 50%.
En Centroamérica, Honduras está entre los últimos de la fila sin haber logrado incrementar la tecnificación en sus producciones, situación que también nos vuelve incompetentes en el mercado internacional porque mientras los países desarrollados siguen fortaleciendo sus políticas subsidiarias para volver robustos a sus productores, en Honduras continuamos cruzando los dedos para que los bueyes no se mueren de sed o hambre para seguir arando.
Válido destacar que el Banco Nacional de Desarrollo Agrícola, Banadesa, en su nueva visión retoma su razón social, la de continuar apoyando con préstamos a los productores, pero igual queda claro que, según denuncian los beneficiarios, no es igual con la Secretaría de Agricultura y Ganadería, SAG, a la que reclaman apoyo para sacar adelante sus cultivos.
Estas acciones con enfoques diferentes para un mismo rubro, nos invita a reflexionar sobre si el financiamiento por parte de Banadesa a los productores, debería ser más enfocado en tecnificar y certificar cada vez más el porcentaje de generadores en la franja de escasos recursos y que la SAG asuma el rol, en este renglón, como lo dicta su razón de ser: que la producción agrícola nacional sea competitiva, sostenible y con capacidad para insertarse en la economía internacional.
Y así, entre otros grandes retos del actual gobierno, está el de ejecutar una revisión exhaustiva a los precios de los inalcanzables insumos, ya sea vía subsidio a los menos tecnificados o precios más humanos para el sector que no puede salir adelante, más allá de su par de quintales guardados para garantizar al menos el trueque entre comunidades una vez, con Dios de su lado, logran cosechar.
Pero esta es solo una de las asignaturas a las que el Gobierno debe llegar a tiempo, la otra está en la especulación de precios que se aproxima en el último trimestre de este año, y si no se ponen recios para techar estos productos de la canasta básica, el próximo año será más barato emigrar a los Estados Unidos que llevar a la mesa maíz y frijoles.