02/05/2024
05:38 PM

Remesas, colaterales de una tragedia

Arturo Nolasco

14 años, una niña aún, el sostén estorba porque ya no es atractivo, con hilo se siente más mujer. Cejas muy bien hechas, labial rojo, al salón para hacerse las uñas y tratamiento en el cabello de manera semanal mas una pulserita de oro con un corazón en el pie derecho. Ella tiene aprobación para no ser más la niña pobre y humilde de la cuadra.

De unos años acá la mesada llega semanal, la fiebre del dólar hace alucinar tanto a este humilde exhogar que no es la comida ni el ahorro lo primero en pensar, no, eso pasó a segundo plano de forma tan cruel como si no fue por ello que papá y después mamá emprendieran la ruta del migrante, no.

Su nueva realidad pasa por ponerse y de carácter urgente, a la par del dólar y es acá donde de inmediato afloran los complejos de inferioridad para darle paso al descomunal aturdimiento que implica recibir dólares cuando por toda una vida los lempiras fueron escasos.

De ahora en adelante la súper recarga en el nuevo iphone con estuche de conejita para hacer los Tik tok ya no puede faltar, pues toca modelar religiosamente cada prenda comprada después de salir de las benditas remesadoras en la comunidad.

Este preciado ser a quien la fiebre del dólar y la poca o casi nula opción en el país le robaron abruptamente su niñez para transformarla en mujer, afuera, día y noche es recibida con los brazos abiertos, primero por el alcohol y por las drogas después. Ella ya no es de papá ni mamá, dejó de serlo porque ellos apostaron todo o nada por el sueño americano con la certeza de darle una vida mejor.

Y sí, la mesada para Marisol Esther (nombre ficticio) es incuestionable porque papá primero y mamá después enfrentaron la ruta de la muerte para salir de la miseria y sacar a su niña de 14 años de la pobreza y discriminación.

Se trata de una exfamilia, como centenares de miles que están lejos de dimensionar que ya no volverán a tener un hogar, eso se terminó y más lamentable aún es que continuarán destruyéndose sistemáticamente porque Honduras y su democrática paz, hoy, es tan frondosa en la desintegración familiar, como real es que las remesas son pan para hoy, desgracia para mañana.

Así es, el país fue secuestrado desde principios de los 80s y la comunidad internacional lo aprobó, apoyó la democracia para mantener la paz entre los pueblos mientras estos han sido administrados por arpías y demonios.

La conveniente paz que permitió que primero el rural y después el de ciudad sumaran entre sí centenares de miles que cansados de ella porque en ella solo florece la falta de trabajo, el hambre, la muerte y el dolor, siguen danzando al son de los dólares, una melodía que deja tantos daños colaterales que solo quedará más desintegración.

Del año 2000 a 2022 la representatividad de las transferencias corrientes, compuestas principalmente por remesas familiares, respecto de los ingresos totales por divisas se ubica por encima de 40%, con tasas de crecimiento mayores a 10%, resaltando que en abril de 2020 se alcanzó la tasa de decrecimiento más baja del período. El segundo componente en importancia relativo a dichos ingresos corresponde a las exportaciones, mismas que muestran un comportamiento similar a las transferencias corrientes.

Se trata de un 40% “alentador” que si lo extrapolamos con la realidad de país, solo resulta que estamos montados en terrenos altamente minados, una macroeconomía “saludable” que se cimentada en descomposición social.

Urge la inversión, urge la generación de empleo, urge comenzar a revertir ese 40% de remesas hasta llevarlo al mínimo para depender cada vez más de exportaciones, divisas por productos terminados de alta calidad y con mano de obra hondureña, de lo contrario, Honduras solo continuará yendo al precipicio.