“La mejor publicidad es la que hacen los clientes satisfechos”: Philip Kotler.
Para entender la propaganda se debe definir como todo intento de influenciar o formar la opinión pública y distorsionar, tergiversar y ocultar hechos para lograr su objetivo.
La publicidad siempre busca tres beneficios básicos: la movilización social, la cual trata de unir a la gente para una causa común, la conciencia pública; la participación cívica, que establece un nivel de conciencia y madurez en las decisiones que afectan los miles de ciudadanos de una nación.
Los riesgos son muchos, ya que si no existe el balance puede haber la manipulación y desinformación, la cual no deja de crear una cortina de humo que afecta el pensar y actuar de la sociedad, que no está fundamentada y solo recibe una opinión sesgada. La polarización social se acentúa cuando se maneja de manera unilateral e incluso falsa con el objetivo de manipular.
La pérdida de la confianza es evidente, ya que erosiona las instituciones y produce el ataque a la racionalidad, ya que esta publicidad se fundamenta en las emociones y no en la razón o el bien común.
La propaganda se opone a la verdad objetiva, utiliza los medios de comunicación, las artes y el entretenimiento, que son vitales para el éxito de la propaganda. Joseph Goebbels fue miembro del partido Alemán Nazi, se convirtió en el ministro de propaganda de Adolfo Hitler en 1933. Él estableció 19 herramientas de propaganda que controlan la opinión pública, esta es el santo grial para los Gobiernos y políticos de hoy en día en todo el mundo.
Esta se ejecuta por una sola autoridad; el punto de vista bíblico es que la única forma de anular esa propaganda es con la verdad, que descansa en un hecho que ha sido probado y demostrado. “Y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres”, San Juan 8:32 RVR60.
