Huir del ruido

En un mundo lleno de ruido, pantallas y distracciones constantes, encontrar tiempo para el silencio se ha vuelto un acto de reflexión y autocuidado.

  • 18 de noviembre de 2025 a las 23:50 -

Aunque no soy un tipo exactamente tímido y tal vez hablo más de la cuenta, amo el silencio. Disfruto estar a solas y escuchar sonidos lejanos, para poder pensar, para reflexionar tranquilamente y considerar con hondura aquellas cosas de la vida realmente importantes: Dios, la familia, la amistad, el sentido del trabajo o el mundo de las ideas.

No siempre es fácil encontrar esos tiempos y esos espacios que hacen posible el silencio y la reflexión, pero he descubierto que es factible, aún en medio de la actividad laboral, del tráfico infernal o de la profusión de las pantallas, desarrollar la capacidad de desconectarse del exterior para mirar hacia dentro y meditar.

Las redes sociales, la contaminación visual (sobre todo en estos días de campaña política), el ir y venir de la gente en los pasillos o en las calles nos llenan la cabeza de ruido.

Y el ruido, por definición, es un sonido que no se desea, que es demasiado fuerte, que perturba y que causa daño al bienestar físico y psíquico.

De ahí que, aunque inevitable, conviene huir de él o, al menos, ponerle algunos obstáculos y, por supuesto, no habituarse.

Porque habituarse al ruido implica acostumbrarse a dejar de pensar y disminuir la capacidad de análisis que todos deberíamos desarrollar.

Una vida que tenga sentido pleno exige silencio, tiempo a solas con uno mismo.

Un poco de música de fondo puede ayudar; la compañía de un libro que haga pensar, también. Pero la música que aturde; el uso casi permanente de audífonos y ciertas lecturas superficiales no facilitan las cosas.

Lo óptimo sería retirarse a un lugar donde no haya más sonido que el de la naturaleza, pero pocas veces es posible. Queda saber refugiarse dentro de uno mismo, aunque hierva de gente alrededor.

En Tegucigalpa es fácil, por ejemplo, pasar muchos minutos en tránsito hacia el trabajo o de regreso a casa.

Entonces, podemos aprovechar para darle vuelta en la cabeza, como he dicho antes, a cosas importantes.

En la vida se puede andar en “modo zombi”. Se puede, para el caso, llevar una existencia en la que se respira, se come, se trabaja y se duerme, pero sin llevar una dirección vital concreta. Y eso sucede cuando no nos damos tiempo para pensar. Un santo español decía que podemos, aunque seamos seres humanos, vivir solo como “animales sanos”.

Y es una pena que así sea.

Así que, huyamos del ruido, de deslizar la pantalla de manera compulsiva, de leer los intercambios de insultos o entretenernos en las frivolidades de las redes sociales. Dios nos ha dado inteligencia y hay que usarla.

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