En el proceso natural que corresponde a la curva de madurez de un nuevo elector, Honduras recibió en este proceso democrático de 2025 a una nueva legión. Se han revelado datos que llaman mucho la atención porque indican que estamos ante un poder de decisión altamente determinado a lograr cambios sustanciales a la hora de ejercer el sufragio.
El 30 de noviembre vimos cómo una nueva generación de votantes se presentó a las urnas como una población de relevo con mayor conciencia y rigurosidad, se jactan de ser menos tolerantes y altamente auditores; con su voto afirmaron que ante ellos no se puede cometer errores, no toleran la demagogia, repelen la corrupción y todo lo que huele a mentira. Se autodefinen absolutos.
Quedó ratificado que estamos ante jóvenes que llegan para cerrar el ciclo del voto por tradición. Se trata de la generación Z y Centennials que votaron por primera vez y lo hicieron, en su gran mayoría, consultando a la inteligencia artificial, estos ya no se sentaron al sofá con el jerarca familiar para preguntarle por qué y por quién votar en un país que no ha podido pasar de resetearse cada cuatro años, como si se tratara de un computador.
El 21% de incremento en el censo para estas elecciones generales de 2025 llevaron a Honduras a tener por primera vez en la historia el mayor número de votantes habilitados, con un total de 6.5 millones de personas, pero según los datos del CNE post elecciones, solo entre 3.5 y 3.6 millones ejercieron el sufragio. En términos absolutos, implicó un aumento de 1.4 millones de votantes en comparación a las elecciones generales de 2021.
En los últimos días, aún sin tener la declaratoria oficial de quién es el nuevo presidente de Honduras, la euforia natural que genera para un político en contienda ir al frente del conteo preliminar, le hace manifestarse ante sus simpatizantes como el nuevo mesías del país, y sí, válido desde su apreciación de pasar de la llanura a recuperar el poder, pero quizá, por las emociones naturales de su fiesta, en este momento tal vez no esté entendiendo que a partir de enero y durante cuatro años, igual será auditado por una nueva generación que les medirá igual, con la misma vara.
Entre otras perspectivas, apreciables desde la sobriedad que da estar en el palco de un observador, lo que ha pasado en Honduras en los últimos dos procesos de elecciones generales, igual nos revela otra verdad, de hecho, peligrosa realidad, y es que después de todo el ir y venir de las emociones que representa una fiesta electoral, de 11 millones de hondureños y que de estos solo 3.5 estén eligiendo cada cuatro años, devela que estamos ante una minoría volviéndose experta y muy satisfecha de tener el honor de sacar presidentes.
Pero es acá donde surge una gran interrogante, al menos desde mi perspectiva: ¿nos estamos acostumbrando a votar para construir cada vez un mejor país o vamos a las urnas urgidos por derramar las mieles al poder?
Independientemente las razones que hayan llevado a los votantes a elegir a uno u otro, a catapultar o relegar a este o el otro, resulta que a partir de ahora los políticos están obligados a replantear sus estrategias y propuestas porque, cuando ese 21% de nuevos votantes llegaron, lo hicieron entendiendo a la perfección que ya no queda margen para permitirles más errores.
Por ejemplo, esos miles de jóvenes que sobreviven gracias a las remesas y divisas, llegaron el 30 de noviembre a votar en contra de lo que pone en riesgo su alimentación; en otros casos, el más mayor se cansó de la ingobernabilidad e irrelevancia de un Congreso Nacional; hubo quien dijo no más a los escándalos de corrupción. Otros no toleraron que, tras el vídeo a Carlón, se anunciara la eliminación de la extradición.
Y así sucesivamente se constituyó un gobierno con mucho error, como, por ejemplo, el pueblo que quedó altamente resentido tras haber llegado una y otra vez durante todo un día a votar en las elecciones primarias de marzo y al final no logró ejercer, o el religioso de un país tan devoto, que no aceptó que le cuestionaron permanente a su líder eclesiástico y esperó hasta este momento para cobrarse al votar.
Deberían ser lecciones aprendidas, tanto para el saliente como para el entrante porque la situación es tan apremiante para miles de familias, que todo lo que represente riesgo, dudas y temores, ha quedado claro que será erradicado de su diario vivir.