En estos tiempos de tecnología moderna contemporánea del siglo XXI no está de moda filosofar, y peor sobre el tema de la vida, su desarrollo y final.
Las nuevas generaciones conocidas como “Zetas” viven su mundo digitalizado donde la filosofía no compagina, es completamente incompatible.
Pues los nietos y los abuelos, especialmente, parecieran hablar idiomas distintos en mundos diferentes donde este trozo filosófico del tren de la vida que narra con parábolas y metáforas las estaciones del desarrollo de ser humano, con una descripción de un tren que llega y otro que se aleja. Pues la vida del ser humano es relativamente corta, ya que por mucho que viva una persona, su límite máximo es de cuatro estaciones. Es como si tratara de un tren de entrada y uno de salida, compuesto por cuatro vagones que viajan a la misma velocidad, pero en sentido contrario.
El tren que llega, lleva en su primer vagón, a los hijos, el segundo, a los padres, el tercero, a los abuelos, y el cuarto, a los bisabuelos; y el tren que se va, ocupado, en el primer vagón por los bisabuelos, el segundo por lo abuelos, el tercero por los padres y el cuarto por los hijos.
Por eso, la ley de estas cuatro estaciones del tren de la vida de ida y vuelta es saber vivir cada estadía no importando en qué vagón te encuentres e igual si vas llegando o ya vas de partida.
Según diferentes estudios científicos actuales, la vida de los seres humanos se va acortando cada vez más, en especial, por lo que el cuerpo humano consume física e intelectualmente, siendo como resultado, a nivel mundial, que las nuevas generaciones no alcanzan a conocer a sus bisabuelos y especial en los países pobres, como en un país llamado Honduras.