Familias con GPS

No hay política, escuela ni tecnología que sustituya la mirada atenta, la palabra firme y la cercanía afectiva que enseña a vivir con rectitud y con esperanza.

Si la familia es un hogar, los padres son el GPS. Y no hablamos solo de un dispositivo tecnológico: GPS son las siglas en inglés de Global Positioning System, un sistema que permite orientarse, conocer la ubicación exacta y elegir la mejor ruta para llegar a un destino. De la misma manera, los padres actúan como un GPS familiar: marcan rutas claras, advierten sobre desvíos peligrosos y acompañan a sus hijos en los momentos de decisiones difíciles. Sin esta orientación, los jóvenes navegan perdidos en mares de información, tecnología y opiniones contradictorias.

Hoy se confunde autoridad con imposición, disciplina con control, y guía con gritos o castigos. Pero la verdadera autoridad familiar no se impone: se gana con coherencia, amor y ejemplo. La Escritura no deja dudas. Efesios 6,4 dice: “Padres, no exasperen a sus hijos, sino críenlos según la disciplina e instrucción del Señor”. La guía de los padres no es una cadena que ata, sino un camino que ilumina. Proverbios 22:6 advierte: “Instruye al niño en su camino, y aun cuando fuere viejo no se apartará de él”. No se trata de controlar cada paso, sino de enseñar a orientarse en la vida, a elegir el bien sobre la comodidad inmediata, a discernir la verdad en un mundo saturado de mensajes superficiales. El papa León XIV, en su reciente mensaje sobre la familia, subraya que “los padres son los primeros maestros de sus hijos en la vida y en la fe”.

No hay política, escuela ni tecnología que sustituya la mirada atenta, la palabra firme y la cercanía afectiva que enseña a vivir con rectitud y con esperanza. La autoridad familiar, como recuerda el Catecismo de la Iglesia Católica, “se fundamenta en la verdad del amor y en el respeto mutuo” (CEC 2216). Sin GPS familiar, los hijos saben de cifras, horarios, aplicaciones y tendencias, pero desconocen la orientación que da sentido a sus vidas. La autoridad no es un lujo del pasado ni una imposición opresiva; es una necesidad. Es un regalo que prepara para la libertad, para la responsabilidad y para la capacidad de decir sí a la vida y no al engaño de los placeres pasajeros.

La guía familiar no se limita a normas, incluye ejemplo. Como enseñaba san Juan Pablo II en Familiaris Consortio (n. 36), “la educación de los hijos exige de los padres no solo enseñanzas, sino también testimonio de vida coherente con los valores que se quieren transmitir”. Un hogar donde se predica el respeto pero se grita, donde se habla de fe pero no se ora, donde se exige obediencia pero se ignora al otro, enseña a vivir en contradicciones y confusión. Guiar es acompañar, corregir sin humillar, dirigir sin sofocar, amar con firmeza. Los hijos necesitan sentir que su GPS no cambia con los caprichos del mundo, sino que tiene rutas firmes en la verdad y en el amor.

Como afirma el papa León XIV, “una familia que educa bien a sus hijos forma ciudadanos honestos, responsables y libres”. El GPS de la familia no es un instrumento opcional: es la vida misma. Este mes de la familia, más que discursos y consejos superficiales, preguntémonos: ¿mis hijos saben a dónde ir cuando enfrentan decisiones difíciles? ¿Tienen claridad moral o solo imágenes pasajeras de lo correcto? ¿Aprenden a discernir el bien del mal o solo repiten normas sin comprender su valor? Educar es construir GPS; es dar orientación, esperanza y confianza para caminar sin miedo. Porque la familia que guía bien no solo forma personas, forma corazones, conciencias y futuros. Y sin GPS, todo hogar se convierte en un barco a la deriva, donde cada uno mira su mapa y nadie sigue un rumbo común.

Te gustó este artículo, compártelo
Últimas Noticias