Rodeada de flores y con la viva fe de decenas de personas, la Señora de El Piligüín, la Patrona de Honduras, recibió a sus hijos, que con música y devoción recordaron, en el lugar de su hallazgo, el histórico momento en el que María se cubrió con la bandera turquesa de las cinco estrellas.
Bajo la sombra de verdes y tupidos pinos, la diminuta efigie de madera de cedro de 6.5 centímetros fue el centro de atención de la fe católica.
El aire era tan puro como los deseos y agradecimientos de los hijos de María que llegaron a venerarla a este fresco y alto sector ubicado a unos 15 kilómetros de Tegucigalpa.

En esta aldea, donde se gestó el milagro de la fe mariana, las actividades religiosas en honor a la Morenita nunca pasan inadvertidas, ni siquiera en pandemia, pues el año pasado se logró realizar la misa de forma presencial y este año de igual forma, la comunidad católica se congregó para recordar el hallazgo del labriego Alejandro Colindres y el niño Lorenzo Martínez hace 275 años.
Ambos campesinos encontraron a una representación de una mujer hondureña, con lacio cabello y mejillas ovaladas y una mirada de infinita piedad, que sería declarada por el papa Pio XI como la Patrona de Honduras.
Hace 275 años, El Piligüín se convirtió en el escenario para que la Reina Celestial cobijara a Honduras con su amor.Y es así que cada año, como un acto de fe y agradecimiento, sus pobladores realizan una misa en esta aldea del Distrito Central para recordar el hallazgo.
Por lo que ayer, en una eucaristía con el cielo como techo, reunió a un centenar de fieles que entre cantos, fe y el sonido de cohetes de vara mostraron su amor a la Morenita.
La eucaristía fue oficiada por el párroco de esta comunidad, el padre Francisco Verar.
“Puedo decir que la Basílica de Suyapa hermanada con la ermita en El Piligüín son pulmones de fe para Honduras”, afirmó el sacerdote durante su homilía.
Además, recordó a los fieles que visitar todos estos lugares santos no debe realizarse como espectadores, sino como peregrinos que se purifican.
“Este es un lugar especial, durante todo el año vienen personas para pedir intercesión y nos damos cuenta que no solo van a la Basílica, sobre todo los fines de semana, este es un lugar de acogida y de encuentro personal con la madre de Dios”.
Lesie Martínez es una creyente de la Virgen y dice que “vivo aquí en la aldea Suyapa, tengo a la Virgencita cerca, pero siempre vengo en esta fecha especial a verla. Lo que siempre pido es que nos dé salud a todos”.
