Los efectos del abuso verbal durante la infancia pueden no ser evidentes de inmediato, pero su impacto en la salud mental en la adultez es comparable al del maltrato físico, según revela un estudio publicado en BMJ.
La investigación intergeneracional, coordinada por la Universidad John Moores de Liverpool (Reino Unido), analizó datos de siete estudios realizados en ese país, con la participación de más de 20.000 personas nacidas desde 1950.
Durante ese amplio periodo, la prevalencia del abuso físico infantil se redujo a la mitad, pasando del 20 % entre quienes nacieron entre 1950 y 1979 al 10 % en aquellos nacidos en 2000 o después. Sin embargo, el abuso verbal aumentó del 12 % antes de 1950 al 20 % desde el año 2000.
A nivel mundial, se estima que uno de cada seis niños sufre maltrato físico por parte de familiares o cuidadores, mientras que uno de cada tres es víctima de abuso verbal. Este último constituye una fuente de estrés tóxico que puede afectar el desarrollo neurobiológico del menor.
Pese a su alta prevalencia, las políticas de prevención de la violencia infantil se centran principalmente en el abuso físico, y a menudo pasan por alto el impacto potencial del maltrato verbal, advierten los investigadores.
El análisis reveló que tanto el abuso físico como el verbal durante la infancia se asociaban de forma independiente con un aumento significativo en la probabilidad de tener un bajo bienestar mental en la adultez (52 % y 64 %, respectivamente).
La probabilidad se duplicaba con creces cuando ambos tipos de abuso estaban presentes, en comparación con quienes no habían sufrido ninguno. Según los datos, la prevalencia de bajo bienestar mental fue del 16 % en personas sin antecedentes de abuso, del 22,5 % en casos de maltrato físico, del 24 % en maltrato verbal y del 29 % cuando coexistían ambos tipos.
Las personas nacidas en el año 2000 o después presentaban una mayor probabilidad de experimentar todos los componentes del malestar mental, incluyendo una sensación generalizada de afectación emocional.
Los hombres eran más propensos a declarar que nunca o rara vez se sentían optimistas, útiles o cercanos a otras personas, mientras que las mujeres eran más propensas a indicar que no se sentían relajadas.
Los autores recordaron que se trata de un estudio observacional, lo que significa que no puede establecer una relación de causa y efecto. Además, los datos se basan en el recuerdo retrospectivo y la denuncia de abusos, lo cual puede introducir imprecisiones.
Tampoco se pudo medir la gravedad, la duración ni la edad en que se produjo el abuso, factores que podrían influir significativamente en los resultados, según los investigadores.
No obstante, el equipo subrayó que el maltrato verbal puede no ser evidente para testigos, médicos u otras personas que prestan servicios de apoyo, pero sus efectos pueden ser igual de perjudiciales y prolongados que los del abuso físico.
