La musicoterapia es el arte de equilibrar la salud mental, emocional, física, social y espiritual a través de una disciplina que no juzga ni exige perfección.
Simplemente acompaña al niño que no encuentra las palabras, al adulto que ha perdido la emoción y al anciano que recuerda más con una canción que con mil fotografías. La música sabe entrar donde la mente se cierra y, cuando un terapeuta la guía, se convierte en medicina.
Beneficios
La psicóloga y musicoterapeuta, Mariel Maldonado, explica que el poder de la música va mucho más allá de reproducir una canción, “el uso clínico de la música ayuda a alcanzar objetivos terapéuticos, es decir, se basa en utilizar instrumentos musicales, cantar, moverse, bailar y aprovechar todos los recursos que la música nos da para ayudar a niños, jóvenes y adultos a desarrollarse”.
Su función depende de cada paciente, desde mejorar retrasos en el habla, ayudar a niños autistas, redireccionar problemas emocionales y muchos más.
En el caso de los niños, es una forma de terapia muy divertida porque son muy curiosos y artísticos, entonces les ofrece una estimulación más agradable porque es algo innato en ellos.
Herramienta psicológica
Según la historia, durante las Guerras Mundiales, la música se usó para aliviar el trauma de soldados heridos y, en los años 40 y 50, se formalizó la musicoterapia como profesión, especialmente en EE. UU. y Europa.
En este sentido, estudios científicos han demostrado que la música estimula múltiples áreas del cerebro, incluyendo la corteza auditiva, motora, emocional y de la memoria.
Asimismo, libera neurotransmisores como dopamina, endorfina y oxitocina, que son los encargados de generarnos placer, motivación y vínculos sociales.
La musicoterapia influye en funciones fisiológicas como la respiración, el ritmo cardíaco y la presión arterial, lo que significa que reduce la ansiedad y la depresión, y mejora la autoestima de cada persona.
¿A quién va dirigida?
Realmente es una terapia segura para todos, pero de forma clínica, la experta lo recomienda no solo en pacientes con autismo, TDAH, dificultades del lenguaje o emocionales, sino también en pacientes con trastornos de conducta, adicciones, estrés, enfermedades mentales, cáncer, Alzheimer, Parkinson u otras enfermedades crónicas que deterioran la salud física y, por ende, la salud mental.
Por si fuera poco, es de gran ayuda para personas en duelo, traumas o crisis existenciales, porque llega al alma con delicadeza y transmite paz, calma el ruido de la mente y eso hace sentir menos carga.
No sustituye a otros tratamientos médicos o psicológicos, pero los complementa eficazmente, especialmente cuando se realiza de manera ética, profesional y empática.
Diversas técnicas
Se puede realizar de muchas maneras, según la preferencia o necesidad de cada quien.
- Receptiva: El paciente escucha música seleccionada por el terapeuta para evocar emociones, recuerdos o estados de relajación.
- Activa: El paciente participa activamente, cantando, tocando instrumentos o componiendo música.
- Improvisación: El paciente y el terapeuta crean música libremente, lo que permite la expresión de emociones no verbalizadas.
- Composición de canciones: Ayuda a elaborar procesos internos, como duelos, traumas o deseos.
- Movimiento con música: Utiliza la danza o el movimiento corporal guiado por la música para liberar tensiones o trabajar el cuerpo.
Tipos de música
Uno de los aspectos más bonitos es que las personas son libres y pueden expresar sus gustos. Por ejemplo, la música clásica potencia la relajación y reducción del estrés.
Los ritmos contemporáneos como las baladas, pop, boleros, jazz, rap y otros géneros urbanos o tropicales estimulan la memoria, funcionan como una expresión emocional en adolescentes y adultos, generan conexiones interpersonales.
Por su parte, cantar mejora el lenguaje, la respiración y la autoestima. También es una expresión de emociones reprimidas y es apoyo en terapia de duelo o trauma.