04/12/2025
11:31 PM

Cómo GE y Alstom echaron por la borda el sueño europeo de Francia

General Electric estaba sumido en negociaciones que le permitieron quedarse con los principales activos de Als­tom.

Francia.

El presidente ejecutivo de Als­tom SA, Patrick Kron, recibió en abril una carta de su rival alemán Siemens AG proponiéndole una “oportunidad única”. Siemens, decía la misiva, estaba dispuesta a unirse con Alstom y crear “dos potencias europeas sólidas” en energía y transporte y hacer rea­lidad un sueño que el gobierno francés había acariciado desde hace mucho tiempo.

Cuando Siemens puso manos a la obra, sin embargo, el sueño de Francia iba en camino a des­vanecerse. El conglomerado esta­dounidense General Electric Co. estaba sumido en negociaciones que le permitieron quedarse con los principales activos de Als­tom.

No sólo eliminó a Siemens del juego, sino que aplastó la am­bición de Francia de forjar nuevas alianzas con Alemania —la poten­cia económica de Europa— seme­jantes al coloso aeroespacial Air­bus Group NV.

Al unir fuerzas, dicen las auto­ridades francesas, los grupos in­dustriales de Europa pueden do­minar su mercado interno además de alcanzar la escala necesaria para competir con gigantes glo­bales como GE en los mercados de exportación más competitivos.

La batalla por Alstom, sin embargo, es un ejemplo de cómo las altas metas europeas pueden verse so­cavadas por rivalidades persona­les y empresariales, las reglas de competitividad de la Unión Euro­pea y la conducta errática de los gobiernos que defienden sus pro­pios intereses por encima de los supranacionales.

Al final, Kron desafió exitosa­mente a Siemens y a su propio gobierno y prometió permane­cer en Alstom para implementar el acuerdo de US$17.000 millones con GE. “Este es un buen proyecto. Creo en él y deseo concentrarme en él para llevarlo a buen puer­to”, señaló el ejecutivo en una entrevista mientras le mostraba a Jeffrey Immelt, presidente eje­cutivo de GE, una fábrica en el este de Francia.

Tras su intento fallido por combinar Alstom con Siemens, el gobierno francés queda en una posición incómoda: al convertirse en el principal accionista de Als­tom, será socio de GE y rival direc­to de la empresa alemana.

“El gobierno francés ha puesto los intereses unilaterales de Fran­cia por encima de los intereses eu­ropeos”, lamenta Peter Ramsauer, presidente de la comisión de eco­nomía del Parlamento alemán y un aliado clave de la canciller An­gela Merkel.

El gobierno francés señala que su intervención produjo un acuer­do que, a final de cuentas, prote­ge miles de empleos así como la identidad francesa de Alstom.

GE y Alstom se unirán como socios igualitarios en tres em­presas conjuntas que fabricarán turbinas para proyectos políti­camente sensibles como plantas de energía nuclear y proveer ser­vicios para redes eléctricas den­tro y fuera de Francia. Alstom, fabricante de los icónicos trenes de alta velocidad de Francia, tam­bién se quedará con la división de señalización de GE.

Para dar su visto bueno a la operación, el gobierno francés planea adquirir 20% de Alstom a un precio de al menos 2.160 mi­llones de euros (unos US$2.940 millones), alrededor de 440 mi­llones de euros más que su valor en la Bolsa de París.

El acuerdo vincula a GE con el gobierno de una las mayores economías de Europa. La últi­ma vez que una firma de inge­niería extranjera realizó una ad­quisición tan transcendental fue cuando Siemens ingresó en Nor­teamérica con la compra del ne­gocio de generación eléctrica de Westinghouse en 1997, dicen los analistas.

“La adquisición del ne­gocio de energía de Alstom por parte de GE significa una mayor competencia a largo plazo para Siemens, en particular en Euro­pa, donde GE aún no ha dejado huella”, señala Christoph Niesel, gerente sénior de portafolio de Union Investment, un brazo de los bancos cooperativos de Ale­mania que controla alrededor de 1% de las acciones de Siemens en nombre de sus clientes.

Intentos recientes de conso­lidar otras industrias europeas, como las telecomunicaciones, han quedado en el camino debi­do a la mano dura de los regula­dores encargados de promover la competencia y reducir los precios para el consumidor.

Cuando la carta de Siemens llegó a manos de Kron a fines de abril, el ejecutivo llevaba meses negociando con GE a espaldas del gobierno, lo que fue duramente criticado en el Parlamento fran­cés, llevó al gobierno a invocar un poder de veto a la venta de Alstom y creó presión sobre Siemens para que hiciera una oferta formal.

La propuesta que Siemens presentó en mayo, no obstan­te, difería marcadamente de su carta de intención. La firma sólo quería los activos de turbinas de gas de Alstom y había reclutado a la japonesa Mitsubishi Heavy In­dustries Ltd. para que hiciera una oferta por el resto del negocio de equipos de energía de Alstom.

La clase política de Francia quedó anonadada e increpó a los directivos de Siemens sobre los motivos por los que había des­echado la creación de dos gigan­tes europeos, un fabricante de trenes encabezado por Alstom y uno de equipos de energía lidera­do por Siemens. “En nuestra cul­tura tenemos una ambición euro­pea particular en torno al modelo de Airbus”, indicó Clotilde Valter, una parlamentaria socialista.

Un alto ejecutivo de Siemens les dijo a reporteros que la empre­sa alemana no hizo una oferta por todos los activos energéticos de Alstom porque los reguladores europeos habrían bloqueado el acuerdo por razones de compe­titividad.

Joe Kaeser, presidente ejecu­tivo de Siemens, sostuvo en una carta enviada a sus empleados el fin de semana que el interés de la empresa en Alstom era “genui­no” y agregó que su participación obligó a GE a abandonar su plan inicial de comprar todos los acti­vos de Alstom para quedarse con alianzas difíciles de manejar: “La implementación de este acuerdo mantendrá a dos de nuestros riva­les ocupados durante años”, dijo en la carta a la que tuvo acceso The Wall Street Journal. “Esto vale la pena por sí solo”.

Sus palabras resaltan una rivalidad de larga data, y a ve­ces amarga, entre las empresas francesas y alemanas. En su car­ta, Kaeser también se jactó de que Alstom había caído en ma­nos del Estado francés. “Con el gobierno francés como accionis­ta principal, cualquier medida de productividad o reestructuración al estilo estadounidense será ex­tremadamente difícil de llevar a cabo”, aseveró.