04/12/2025
11:58 PM

La industria alimentaria se acomoda al gluten

La fiebre de las dietas sin la proteína ha provocado una explosión de nuevos productos, pero ¿benefician a todos?

Nueva York, Estados Unidos.

Hasta hace una década, pocos habían escuchado hablar sobre el gluten. Hoy, un número creciente de personas evita la proteína pre­sente en los cereales. Cada vez más, los principales fabricantes de ali­mentos y las cadenas de restauran­tes del mundo están modificando sus recetas y etiquetas para aten­der la tendencia, lo que ha creado un negocio multimillonario de pro­ductos sin gluten.

La tendencia llamó la atención de Heather Nutsch, una investi­gadora de oncología en el estado de Nebraska, Estados Unidos. En febrero, decidió probar una dieta sin gluten después de que un ami­go le dijo que le ayudaría a perder kilos de más. Los productos “libres de gluten están en todas partes”, asevera.

Los amantes de estos alimen­tos, sin embargo, podrían llevar­se una sorpresa. Muchos expertos señalan que no hay un beneficio comprobado en adoptar una die­ta libre de gluten excepto para las personas cuyos organismos no pueden procesar la proteína.

De hecho, según etiquetas de ali­mentos nutricionales, muchas co­midas sin gluten contienen menos vitaminas, menos fibra y más azú­car. Ese es un argumento que las firmas de alimentos no rechazan, y alegan que simplemente están res­pondiendo a la demanda del con­sumidor sin promover beneficios para la salud.

“No tengo ni idea”, dijo Donnie Smith, presidente ejecutivo de Ty­son Foods Inc., cuando le pregun­taron si los alimentos sin gluten eran más saludables para la ma­yoría de las personas. El gigan­te estadounidense de alimentos presentó el año pasado nuggets o croquetas de pollo, carne y hasta tocino sin gluten.

El deseo de comer mejor, junto con los intentos de las empresas de aprovechar nuevas oportunidades de crecimiento, ha creado un ciclo de influencia que está cada vez más alentado por Internet. El resultado es una cacofonía de afirmaciones y convicciones encontradas sobre cómo nos alimentamos que des­concierta y libera al consumidor.

Una montaña de libros y docu­mentales en la última década han sembrado la sospecha sobre la in­dustria alimentaria, desde los in­gredientes que usa hasta su trato de los animales. Las redes sociales aceleran la propagación de tenden­cias de comidas e ideas. Facebook tiene más de 1.000 grupos con el nombre “libre de gluten”, inclu­yendo un grupo de citas román­ticas llamado “Solteros libres de gluten”.

El gluten se encuentra en el tri­go, la cebada y el centeno, tres de las primeras cosechas domestica­das por los humanos en el Crecien­te Fértil hace unos 10.000 años. Su estructura elástica lo vuelve ideal para hornear, pero provoca una respuesta autoinmune en una cantidad pequeña de personas que daña sus intestinos. Se trata de una condición hereditaria conocida como celiaquía.

Los productos sin gluten em­pezaron a ganar reconocimiento a medida que surgieron mejores pruebas para diagnosticar la ce­liaquía, alertando a las personas que lo tenían y de su necesidad de modificar su dieta.
Posteriormente, algunos fa­mosos empezaron a adoptar este tipo de dietas y las promocionaron como una manera de perder peso y ganar energía.

Las ventas minoristas globales de productos formulados especí­ficamente para ser libres de glu­ten casi se duplicaron desde 2007 hasta alcanzar US$2.100 millones el año pasado, según Euromonitor International. En América Latina, crecieron 6,3% entre 2012 y 2013 a US$94,8 millones. La firma de in­vestigación de mercado proyecta que esta categoría de productos en la región ascenderá a US$127,3 millones para 2018.

Las empresas han lanzado nue­vas comidas e iniciativas, transfor­mando lo que alguna vez fueron modas aisladas en grandes catego­rías de nuevos productos. La firma de investigación Nielsen enumera más de 75 beneficios de salud y bienestar que los fabricantes de alimentos colocan en los empaques de sus productos en Estados Uni­dos.

Las etiquetas dietéticas tra­dicionales que destacaban que un producto era bajo en grasas y azú­car ahora son acompañadas por otras que dicen “bajo en carbohi­dratos”, “completamente natural”, “orgánico”, “no transgénico”, “sin lactosa”, “probiótico” y “libre de hormonas”, entre otros.

De todos modos, los detrac­tores dicen que tales rótulos po­drían ser engañosos. Por ejemplo, las etiquetas que aseguran que un producto no tiene grasa trans aparecen en productos como la le­che, que nunca contuvo la clase de grasas insaturadas artificiales que bloquean las arterias.

“El azúcar de caña real” y el néctar de agave tam­bién son populares en las etique­tas, pero los estudios académicos muestran que esos ingredientes tienen los mismos efectos dañinos que el jarabe de maíz alto en fruc­tuosa (los fabricantes de almíbar rechazan esas afirmaciones).

Muchas compañías de alimen­tos están retirando la palabra “na­tural” de sus productos luego de recibir demandas civiles que re­futaban el significado del término. PepsiCo Inc., aunque no reconoció haber hecho nada malo al usar la palabra “natural”, decidió retirarla de su marca de jugo Naked hasta que los reguladores establezcan directrices más claras sobre su definición.

Para las compañías alimenta­rias, las nuevas categorías ofrecen una oportunidad de explotar el en­tusiasmo del consumidor en mo­mentos en que el crecimiento de las ventas de muchos fabricantes de comida procesada y cadenas de restaurantes es bastante modesto. Otro beneficio: aunque es más caro producirlos, las empresas cobran casi el doble por estos productos, lo que mantiene los márgenes de ganancia similares a los de los pro­ductos tradicionales y en algunos casos superiores, indica la firma de consultoría Willard Bishop.

“Las compañías alimentarias han encontrado la manera de adap­tar sus productos para que sean so­luciones a problemas de salud y al mismo tiempo capitalizar la con­fusión”, dice la historiadora de ali­mentos Abigail Carroll.
En la mayoría de los casos, eli­minar el gluten de los productos horneados, los fideos y otros ali­mentos es difícil. Los sustitutos del trigo no retienen la grasa o su estructura igual de bien, y muchos saben mal.

Los expertos en salud concuer­dan en que no todos los productos libres de gluten son altos en azúcar u otros ingredientes dañinos. Al­gunos son nutritivamente iguales o mejores en algunos niveles que sus pares con gluten.
A pesar de promocionar los productos, la mayoría de los eje­cutivos de la industria alimentaria reconocen que una dieta sin gluten es mejor para aquellos que la nece­sitan por una razón médica.

Lo que inquieta a muchos nu­tricionistas es la explosión de los snacks exentos gluten.
“Hace 10 años, una dieta libre en gluten le habría hecho perder peso porque cortaba muchos pro­ductos como muffins y pan”, dice Margo Wootan, directora de polí­tica de nutrición del grupo de de­fensa del consumidor Center for Science in the Public Interest, en Washington. “La moda del libre de gluten ha socavado la salud porque ahora hay variedades sin gluten de toda esa comida chatarra”.