La escena es común: un niño se niega a recoger sus juguetes, no obedece cuando se le llama a comer o responde con gritos cuando se le pide que apague la televisión. Aunque muchos padres lo consideran una etapa “normal” del crecimiento, la desobediencia infantil puede ser más que una simple travesura. ¿Qué hay detrás de este comportamiento?
La desobediencia no es únicamente una señal de “mala conducta”, sino una manifestación de procesos más complejos relacionados con el desarrollo emocional, social y cognitivo. Los niños están constantemente probando límites: es su forma de entender el mundo y su lugar en él.
Según expertos, entre los dos y seis años, los niños atraviesan una etapa natural de afirmación de su autonomía. En este período, decir “no” es una forma de definir su identidad. Sin embargo, cuando la desobediencia se vuelve constante o desafiante, puede ser señal de necesidades emocionales insatisfechas.
En ese sentido, Liza Zelaya, psicóloga con una maestría en terapias artísticas, explica que los problemas conductuales pueden surgir por múltiples motivos, entre ellos: “búsqueda de identidad, necesidad de atención, frustración emocional, problemas en la comunicación familiar, cambios drásticos o estrés en la familia, dificultades económicas, y muchas más”.
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Agrega que una herramienta clave en su consulta es la autorregulación emocional: “Esto influye directamente en los niños para que ellos aprendan a autorregularse, aunque aún no comprendan todos los problemas sociales que los rodean”.

La experta destaca también la importancia del ambiente en el que se educa a un niño: “Si el niño se desarrolla en un entorno muy permisivo, no tendrá una estructura de autoridad. Y si es un ambiente ansioso o con padres muy estrictos, que no lo dejan hacer nada, entonces tampoco hay estabilidad. Los niños crecen con esta ansiedad, que termina desembocando en problemas conductuales y emocionales. Todo esto influye de manera negativa en el desarrollo de la personalidad”.
Maryuri Melissa Tábora Montes, maestra en una institución bilingüe, coincide con Zelaya y agrega que los niños también replican las conductas de sus cuidadores:
“Los factores contextuales del desarrollo infantil, como el entorno familiar, la separación parental y la ausencia de figuras de autoridad consistentes, pueden influir significativamente en la conducta del menor. Algunos tienden a replicar dinámicas familiares, mientras que otros presentan retraimiento social y dificultades para interactuar con sus pares”.
¿Qué hacer ante la desobediencia?
Frente a este comportamiento, la respuesta de los adultos es clave. Zelaya recomienda establecer rutinas claras y enfocarse en las cualidades de los niños.
“Un error común es ofrecer premios o regalos por portarse bien. En su lugar, los padres o cuidadores deberían preparar actividades donde participe toda la familia”, aconseja.
Además, enfatiza en “la importancia de pasar tiempo de calidad con el menor. Aunque debe haber una figura de autoridad, también debe mostrarse afecto”.

En el aula también hay que actuar
Cuando la conducta desafiante se traslada a la escuela, se requieren estrategias que involucren a toda la comunidad educativa. Tábora sugiere: “Ante comportamientos disruptivos, el docente debe actuar como mediador, estableciendo canales de comunicación con los padres y la dirección escolar”.
Añade que implementar refuerzos positivos y sanciones proporcionales puede ayudar a la autorregulación del niño. Como ejemplo, relata un caso en su escuela: “Tuvimos un estudiante de cuarto grado con actitudes desafiantes. Gracias al trabajo conjunto del equipo docente, la dirección y la familia, se canalizó al menor a terapia psicológica, lo cual generó avances notables en su comportamiento”.
Ambas expertas coinciden en que la desobediencia puede ser una forma del niño de decir: “necesito ayuda”, “quiero atención” o “no sé cómo gestionar esto”. Entender el origen de la conducta es el primer paso para responder con empatía y guiar con firmeza.
Porque, al final, un niño no nace sabiendo obedecer: aprende a confiar, y con esa confianza, a respetar.