San Pedro Sula, Honduras
La desinformación se ha convertido en una de las amenazas más persistentes para la democracia hondureña.
Frente a ese escenario, el fact-checking se consolida como la herramienta periodística más eficaz para contener la circulación de mentiras, datos manipulados y narrativas engañosas que impactan en la política, la salud, la educación, la economía y el cambio climático.
Sin embargo, su alcance sigue siendo insuficiente. El año 2026 se perfila como un punto de inflexión para redefinir la lucha contra este fenómeno.
La avalancha de desinformación que circuló antes, durante y después de las elecciones generales del domingo 30 de noviembre evidenció la magnitud del problema.
Contenidos falsos, sacados de contexto o abiertamente fabricados inundaron las redes sociales, principal fuente de información y entretenimiento para la mayoría de los hondureños.
El fact-checking logró desmentir decenas de afirmaciones, pero no alcanzó a frenar la propagación masiva de engaños.
La experiencia ha dejado una lección clara: verificar no basta. Honduras enfrenta una profunda carencia de cultura de verificación.
Amplios sectores de la población replican información falsa solo porque proviene de un líder político, un funcionario o una figura de autoridad. La confianza sustituye al contraste de fuentes, y la emoción desplaza al análisis crítico.
La mentira como estrategia
En este contexto, los actores políticos han encontrado terreno fértil para una táctica cada vez más frecuente: la inundación de datos falsos.
Se trata de una estrategia documentada por LA PRENSA Verifica, en la que un dirigente habla con aparente solvencia sobre un tema, utilizando cifras o afirmaciones incorrectas para persuadir a la audiencia. Funciona porque no existe un hábito social de comprobar la información.
La desinformación no discrimina. Afecta por igual a jóvenes y adultos, a creyentes y no creyentes, a ciudadanos urbanos y rurales.
Aunque el fact-checking es una rama estrictamente periodística, sus consecuencias atraviesan todos los campos de la vida pública. Por eso, combatirla exige una respuesta colectiva.
Iniciativas como LA PRENSA Verifica y EH Verifica, referentes en Honduras, Centroamérica y el Caribe, han desarrollado servicios de verificación en español con cuatro líneas claras: desmentido de bulos, fact-checking político, contenidos explicativos e investigaciones.
A ello se suma un programa de educación mediática dirigido a estudiantes, docentes, académicos, empresarios, líderes comunitarios y tomadores de decisiones, con un mensaje central: ya no basta ver para creer.
La democratización de la inteligencia artificial ha agravado el desafío. Hoy es posible crear imágenes, audios y videos de hechos que nunca ocurrieron.
La primera defensa, coinciden los verificadores, es sembrar la duda, el escepticismo y la desconfianza informada frente a lo que circula en redes sociales.
Las alianzas con universidades como la José Cecilio del Valle (UJCV), la Tecnológica de Honduras (UTH), Unitec y la Universidad de San Pedro Sula (USAP) han ampliado el alcance de estos programas, aunque los esfuerzos siguen siendo insuficientes.
Por eso, en 2026, los verificadores de LA PRENSA y EH Verifica apuestan a dos hitos: la creación de la primera red nacional de verificadores y la realización del primer congreso sobre desinformación en el país.
El objetivo es analizar a fondo sus múltiples caras, desde estafas digitales hasta narrativas sobre cambio climático, salud y educación.
La urgencia es global. Según el informe de Riesgos Globales de enero de 2025 del Foro Económico Mundial, la desinformación es hoy el principal problema del mundo.
En Honduras, el 2026 marcará el momento de decidir si se enfrenta colectivamente o se deja avanzar sin resistencia.