Desinformación y odio influyen en el votante hondureño previo a elecciones generales

La campaña electoral en Honduras se desarrolla entre acusaciones, desinformación y un clima de confrontación que afecta al electorado previo a los comicios generales 2025

  • 20 de septiembre de 2025 a las 00:00 -
Desinformación y odio influyen en el votante hondureño previo a elecciones generales

San Pedro Sula, Honduras
El voto hondureño se define cada vez más por emociones e identidades que por planes verificables previo a las elecciones generales del 30 de noviembre de 2025.

El clima de confrontación, los discursos de odio y la desinformación masiva llevan a los ciudadanos a reaccionar antes que a deliberar, mientras la narrativa del “fraude” se mantiene activa tanto en el oficialismo como en la oposición, según expertos consultados por LA PRENSA Verifica.

La psicóloga Ana Rivera explica este giro emocional: “En polarización, la mente busca pertenecer y confirmar. Los datos solo se consideran si conectan con lo que sentimos”.

Esta tendencia se refuerza cuando las campañas señalan culpables claros y prometen soluciones totales, aunque carezcan de detalles.

Campañas crean tribus, no propuestas

Rixi Moncada, de Libertad y Refundación (Libre), plantea su oferta como continuidad de la “refundación” y promete sacar a morosos de la central de riesgos.

Nasry Asfura, del Partido Nacional, conocido como “Papi a la Orden”, repite el lema “trabajo y más trabajo” como principal solución, pero apenas detalla su plan de gobierno y evita exponerse públicamente. Salvador Nasralla, del Partido Liberal, centra su narrativa en la lucha contra la corrupción y el narcotráfico.

Nelson Ávila, del Partido Innovación y Unidad Social Demócrata (PINU-SD), asegura que puede llevar al país al desarrollo, mientras Mario Rivera, de la Democracia Cristiana, plantea que Honduras se convierta en un estado más de Estados Unidos.

Las tres principales fuerzas —Libre, Nacional y Liberal— dominan el debate mediático y compiten mediante acusaciones de corrupción, vínculos con el narcotráfico e ineficiencia.

Según Óscar Martínez, analista electoral: “La negatividad moviliza a las bases y desanima al indeciso; no gana la mejor política pública, gana el relato más emocional”. Karla, una votante indecisa, lo resume: “Quiero propuestas, pero todo es pleito. Termino el día más confundida que informada”.

Fraude como narrativa

A medida que se acerca el 30 de noviembre, el “fraude” reaparece como narrativa espejo: cada bando lo utiliza para proteger a sus seguidores ante una posible derrota.

La campaña política comenzó oficialmente el 1 de septiembre y, aunque el Consejo Nacional Electoral (CNE) retomó su cronograma tras la crisis interna que lo paralizó semanas, los expertos dudan que todos los hitos se cumplan sin problemas.

“La incertidumbre administrativa alimenta los sesgos de sospecha; cada retraso valida la profecía de quien teme perder”, señala Jorge Flores, consultor en procesos electorales.

El relato, amplificado por líderes, simpatizantes y cuentas anónimas en redes sociales, reduce la conversación a una combinación no deseada: victoria propia legítima o derrota robada.

El votante queda atrapado entre la lealtad identitaria y el miedo de que su voto “no cuente”. Adrián Flores, simpatizante opositor, lo expresa: “Si no golpean fuerte, el otro lado nos pasa por encima; pero si perdemos, no sé si creer en el resultado”.

Este encuadre de sospecha crónica degrada la confianza y convierte cualquier dato en munición política, advierten los expertos.

Desinformación y efectos psicológicos

Sin un plan público efectivo para contener la desinformación, los bulos se multiplican: citas falsas, encuestas sin sustento y videos manipulados inundan las redes.

La falta de respuesta estatal deja al ciudadano solo frente a este aluvión. “El propósito del bulo no es informar: es activar. Indigna primero; verifica nunca”, explica Carmen Beatriz, investigadora en comunicación política.

El efecto es triple: debilita la democracia, promueve el abstencionismo y reduce la credibilidad de las instituciones.

La psicología del votante hondureño combina tres mecanismos: primero, sesgo de confirmación, que lo lleva a creer y compartir lo que refuerza a su tribu, incluso si es falso.

Segundo, aversión a la pérdida, que lo hace aceptar promesas maximalistas para “no perder nada”; y tercero, heurística de disponibilidad, que lo hace sobrevalorar el último escándalo que vio en su teléfono, aunque sea un montaje.

Estos atajos, útiles para decisiones rápidas, se vuelven trampas en un contexto hostil y saturado de desinformación.

Proteger la democracia

Especialistas y educadores cívicos coinciden en tres prácticas: pausar antes de compartir contenidos que generen enojo o miedo; exigir verificabilidad mínima —metas, plazos y presupuesto— en cada promesa; y diversificar fuentes, priorizando aquellas que transparentan datos y métodos.

“No se trata de apagar la emoción, sino de acompasarla con verificación; la democracia necesita cabeza fría y corazón comprometido”, concluye Ana Rivera.

El 30 de noviembre, Honduras elegirá con alta tensión emocional. Si el relato de fraude domina y los bulos marcan la agenda, advierten las fuentes de LA PRENSA Verifica, ganará quien controle la emoción, no quien tenga el mejor plan.

El desafío ciudadano es transformar esa energía en evidencia y votar por lo que resiste preguntas, no por lo que grita más fuerte.

  • Fuentes
  • Verificaciones de LA PRENSA
    Ana Rivera, psicóloga
    Óscar Martínez, analista electoral
    Jorge Flores, consultor en procesos electorales
    Adrían Flores, simpatizante opositor
    Carmen Beatriz, investigadora en comunicación política
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