En los últimos tres años las vocaciones religiosas han disminuido, dice un tanto preocupado el padre Ángel Gabriel López, responsable de la pastoral vocacional de la arquidiócesis.
“En gran parte es por los desafíos de la juventud, como la tecnología que cambia la manera de ver la vida y, en este aspecto, los adultos jugamos un papel de orientadores”, expresa.
Y es que la promoción vocacional es tarea de todos los fieles y se refleja por la petición unánime en las homilías: orar por las vocaciones. Recordó que desde hace siete años la pastoral vocacional nacional sugirió a la Conferencia Episcopal dedicar julio al mes de las vocaciones, por ello el tema cobra fuerza.
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Este mes es para generar conciencia de la llamada que hemos recibido de Dios, sobre todo una llamada que se dirige a los jóvenes porque están en esa etapa que se preguntan “quién soy, a dónde voy y qué debo de hacer y cómo voy a vivir la vida”.
El sacerdote considera que todos los jóvenes son llamados por Dios, pero muchas veces esa búsqueda se hace en lugares equivocados y la misión de la pastoral vocacional es ofrecer a los jóvenes las herramientas y medios para que puedan descubrir la llamada de Dios en sus vidas.
Para el sacerdote, la familia es fundamental para descubrir y apoyar una vocación. “Un matrimonio bien cimentado es seguro que los hijos tendrán una percepción maravillosa acerca de la vida a seguir. Dejemos que Dios entre en nuestras vidas”, indicó.