La inseguridad y los desastres naturales derivados del cambio climático no solo representan un riesgo para la integridad física de las familias hondureñas, sino también para la salud emocional de los niños, adolescentes y jóvenes.
Aunque a nivel nacional se carece de estadísticas oficiales, psicólogos coinciden en que los trastornos mentales han aumentado en los últimos años, siendo el estrés postraumático (TEPT) uno de los más frecuentes.
Reny Salinas, del Centro de Salud Emocional Honduras, explica que el TEPT es una reacción emocional que se desencadena tras vivir o presenciar eventos que generan miedo, angustia o inseguridad.
Entre los factores desencadenantes más comunes se encuentran la violencia, la pérdida de familiares, el abuso físico y los desastres naturales.Los síntomas son variados, pero destacan las pesadillas recurrentes, los recuerdos intrusivos y los pensamientos persistentes sobre el trauma vivido.
También se observan cambios emocionales intensos, que van desde tristeza profunda hasta irritabilidad extrema, además de un estado de alerta constante que genera desconfianza hacia los demás.
De acuerdo con Salinas, estos efectos repercuten directamente en la vida cotidiana. Los niños pueden perder el apetito, tener dificultades para dormir y reaccionar de manera defensiva ante estímulos que les recuerden el evento traumático. Todo esto afecta su rendimiento escolar y la calidad de sus relaciones familiares y sociales.
La experta subrayó que el contexto hondureño, marcado por la inseguridad y noticias sobre hechos violentos, aumenta el riesgo de TEPT. “Normalizar el dolor no debería ser la regla; es necesario atender los traumas para alcanzar la estabilidad emocional”, enfatizó.
En cuanto al diagnóstico, Salinas compartió que a nivel psicológico se utiliza el manual DSM-V, que indica que los síntomas deben persistir al menos un mes después del evento traumático y afectar la funcionalidad.
Apuntó que, aunque el estrés postraumático suele asociarse con adultos, los niños y adolescentes también son propensos a desarrollarlo.
Situaciones que muchas veces pasan desapercibidas o son consideradas “menos graves”, como la pérdida de una mascota, castigos severos, el “bullying” o el ciberacoso, pueden provocar traumas significativos si no se abordan adecuadamente.
El ámbito escolar es clave para la detección temprana. El rechazo a asistir a clases, los cambios de conducta o retraimiento social pueden ser señales de TEPT, a menudo confundidas con problemas de disciplina.
En cuanto al impacto, este no se limita al ámbito emocional, pues en el caso de los adolescentes y jóvenes pueden aislarse, presentar decaimiento físico y somatizar emociones no trabajadas.
Acerca del tratamiento indicado en estos casos, Salinas explicó que el acompañamiento psicológico y familiar son fundamentales. Terapias basadas en evidencia, como la cognitivo-conductual y EMDR, ayudan a procesar el trauma y reducir el dolor emocional.
Escuchar sin juzgar y ofrecer apoyo profesional permite que los niños y adolescentes se sientan acompañados mientras aprenden a manejar sus emociones.
Agregó que crear conciencia acerca del estrés postraumático en las diferentes etapas de la vida es esencial para construir una sociedad más empática y resiliente, por lo que invitó a los hondureños a buscar el jueves el quinto fascículo de Mente Sana, que abordará los trastornos relacionados con traumas y factores de estrés, problemas latentes que cada vez afectan a más niños y jóvenes a nivel nacional.