Seis meses le faltaban para cumplir 28 años al seminarista Ángel Garachana Pérez cuando fue ordenado sacerdote junto con un buen grupo de muchachos.
Esa solemne eucaristía se celebraba en la iglesia del municipio de Colmenar Viejo, en España, y fue el obispo Amadeo Gonzales Ferreiro que imponía las manos al padre Ángel, siendo el inicio de un gran trabajo presbiteral. Sus superiores ya le habían asignado una tarea: viajar como misionero claretiano a San Pedro Sula, Honduras.
Mañana se cumplen 50 años de ese día y el ahora obispo y presidente de la Conferencia Episcopal de Honduras, monseñor Ángel Garachana Pérez, comparte con LA PRENSA su historia.
Mañana se celebrará una eucaristía en la catedral San Pedro Apóstol a las 10:00 am por el 50 aniversario de su ordenación.
Recuerda que se ordenó con la alegría de su ministerio sacerdotal, de misionero claretiano y con la emoción porque vendría a San Pedro Sula, Cortés, Honduras, al finalizar su curso.
“Recordar ahora aquella ordenación de hace 50 años solo despierta en mí sentimientos de gratitud a Dios, que es quien me ha llamado, me ha acompañado a lo largo de estos 50 años; pero también hay sentimientos de gratitud a todas esas personas que han hecho posible mi perseverancia y fidelidad. Acción de gracias a mi familia, a la congregación de los claretianos y a la iglesia de San Pedro Sula, donde he vivido 30 años de mi sacerdocio”, manifestó.
Nació el 3 de septiembre de 1944 en Barbadillo de Herreros, provincia de Burgos en España, pero el hijo de Calixto Garachana y Joaquina Pérez se considera hondureño de alma y corazón.
El mismo año de su ordenación como sacerdote lo enviaron a SPS como vicario de la parroquia Guadalupe, que también cumplirá en octubre 50 años de creada por monseñor Jaime Brufau, era la tercera de la ciudad.
También le nombraron como Consiliario Diocesano del Movimiento de Cursillos de Cristiandad, cargo que desempeñó por tres años . Regresó a España de vacaciones y sus superiores decidieron dejarlo allá. A los 20 años de servicio retornó a la ciudad; pero ya para ordenarse como obispo.
Su 50 aniversario de vida sacerdotal no será del todo alegría, pues el dolor por la partida violenta del padre Enrique Vázquez es grande para toda la comunidad. “La experiencia de la vida está tejida de gozos y tristezas”, dice al recordar al padre Enrique.
“En este momento, la alegría de mi aniversario y de haber ordenado a muchos sacerdotes contrasta con la tristeza de perder a uno de ellos”. Garachana dijo que vale la pena vivir con entrega y vocación al ministerio.
“Vale la pena servir al Señor y a los fieles. No hay que desanimarse en los momentos de prueba, sino permanecer fieles”, asegura.