"Mi enfermedad es degenerativa": Matemático toma 14 pastillas y viaja 4 horas en bus para enseñar
Gustavo Bustillo se traslada cada semana de Villanueva a San Pedro Sula para dar clases en la universidad, pese a los más de 10 años con párkinson, una enfermedad que lo va inmovilizando
- 04 de abril de 2025 a las 00:00 /
El sol y el calor liviano de la mañana penetran las ventanas de la casa de Gustavo Bustillo (57), adentro, los ladridos de su mascota, el pequeño perro de la familia, rebotan entre la tranquilidad de la residencial Real del Puente, Villanueva, rompiendo la calma del día.
Contactos:
Gustavo Bustillo requiere de una operación en el extranjero para recuperar su movilidad motora, sin el uso excesivo de medicamentos. Puede comunicarse a los siguientes números: +504 9936-8252 / +504 9991-5727
Desde la CA-5, la carretera que conecta San Pedro Sula con Tegucigalpa, el ruido del tráfico se diluye a medida que se avanza hacia el interior de la vivienda. Adentro, el ambiente contrasta con el bullicio exterior, el ritmo es más pausado, marcado por la rutina del hogar y alejado del ajetreo vial.
Gustavo se encuentra sentado sobre un sillón, mirando al frente con una expresión serena, pero sus ojos muestran un cansancio profundo, el mismo que lleva años arrastrando, tal vez sin descanso.
Cada objeto en la casa está instalado de forma que facilita su movimiento, una necesidad impuesta por la enfermedad que lleva más de una década batallando. Las secuelas han sido duras, pero la presencia de este problema en su vida, aunque doloroso, no ha logrado disminuir la fuerza de su voluntad.
El diagnóstico final llegó cuando tenía 45 años, entre los años 2013 y 2014. Al principio, los síntomas fueron interpretados como un malestar pasajero: adormecimiento, rigidez al caminar, una torpeza inexplicable en los movimientos.
Los neurólogos no lograban acertar en el diagnóstico, un derrame cerebral parecía ser la explicación más lógica, pero pronto dieron con el verdadero nombre: párkinson.
"Me sorprendieron mucho", recuerda Gustavo, mientras ajusta su cuerpo y roza los lentes claros que lleva puestos. "Mi enfermedad es degenerativa", señala.
"No pensé que tuviera esta enfermedad, aunque la medicina ha avanzado. Cuando me diagnosticaron me dieron una pastilla original que mejoró significativamente mi salud, pero por razones externas la fábrica cerró, dejaron de producirla y me quedé con los medicamentos genéricos", cuenta, con una voz que denota un cansancio que va más allá de lo físico.
Cuando Gustavo fue diagnosticado oficialmente, ya tenía al menos cinco años con el padecimiento en su cuerpo, sin ni siquiera sospecharlo.
La historia de su lucha es un testimonio de resistencia y desde aquel diagnóstico su vida se ha convertido en una rutina diaria de esfuerzo, con 14 pastillas diarias, ejercicios en casa, vitaminas y bebidas energéticas naturales, pero sobre todo una férrea convicción que su vida no se detendría allí.
Ana Lilian Ayala, su esposa, lo mira con una mezcla de orgullo y amor. Han compartido 31 años de matrimonio, una hija de 26 y un sinfín de historias no contadas que han ido moldeando su lazo en nuevas formas, en algo más grande, más fuerte, más resiliente.
A veces ella recuerda con tristeza aquellos momentos en los que la desesperación parecía arrollarlos.
"Hubo un momento cuando estaba afectado y me decía que ya se iba a morir", confiesa Ana Lilian, con la voz quebrada por las memorias de aquellas circunstancias en las que la desesperación los llevaba a buscar refugio en la brisa del mar o en el aire fresco de los campos abiertos donde la enfermedad pareciera perder fuerza, aunque fuera solo durante unas horas.
En su casa los espacios son amplios, Gustavo no puede estar en lugares angostos porque se siente incómodo y si algo estorba sobre el camino tiende a caerse.
Su proceso no ha sido fácil, ha habido días en los que ha sentido deseos de rendirse, momentos en los que la carga se vuelve demasiado pesada, pero su pequeña familia es el bordón que necesita y la chispa que enciende su esperanza.
Más allá del amor incondicional de su esposa, está su hija Astrid, licenciada en Mercadotecnia, es también su motor y gasolina. Cuando ella está cerca su vida parece más ligera, según comenta Ana Lilian, mientras los ojos de este buen padre brillan al escuchar el nombre de su primogénita.
Los síntomas del párkinson que sufre son duros: fatiga, afectaciones en su movilidad, un caminar irregular que hace que arrastre un poco los pies y que esté periódicamente robotizado (movimientos rígidos y mecánicos).
Habla más lento y escribir se ha convertido en un reto, tampoco camina a la misma cadencia que los demás y su pierna izquierda le obedece con dificultad.
La enfermedad lo ha privado de muchas cosas, como la independencia, la facilidad para moverse en comparación a los demás y la espontaneidad de la salidas sin previo aviso.
"Si tengo una cita debo que consultarlo con mi esposa, porque solo no puedo moverme", confiesa con un dejo de tristeza en la voz, y aunque evita mostrarse vulnerable, reconoce que hay momentos durante los que la frustración lo embarga. Lo que desearía recuperar, al menos por un día, es su independencia.
Su esposa ha asumido muchos de los roles que antes eran suyos, como manejar el vehículo, hacerse cargo de la mayor parte de labores de la casa, tomar, de cierto modo, las decisiones que antes eran compartidas.
"Me encargo de llevarlo a cualquier lugar, de hacer el trabajo pesado, de cambiar un poco los papeles que normalmente son de un varón. Las cosas han cambiado, antes, por ejemplo, él pintaba la casa, pero ahora ya no puede", externa Ana Lilian.
En sus hogar han tenido que adaptarse, y en palabras de ella, "entender que lo amo, que hicimos una promesa de estar juntos en las buenas y en las malas, que hay situaciones cuando tenemos que ceder y entendernos, porque algo tan sencillo como servirse un vaso de agua es difícil para él", exterioriza.
"Gustavo siempre ha sido un líder en la familia, siendo la ayuda primaria de la casa, el que conducía, el que manejaba las cuentas," agrega Ana Lilian durante la entrevista con LA PRENSA Premium, con la voz saturada de emociones. Todo cambió de pronto, dejó de conducir, ya no podía cambiar una llanta, subirse un pantalón ni cambiarse los calcetines con la normalidad de siempre.
A pesar de todo, la admiración por su esposo se mantiene intacta. "Es un hombre brillante, inteligente, admiro su forma de ver la vida, es un hombre positivo, es alguien que ama la vida, me encanta su foma de escribir, inspira a otras personas con lo que hace y enseña", comenta sin vacilaciones.
"Admiro su gran humildad, su sencillez, su conocimiento, es una biblioteca dentro de un cuerpo que no le responde, pero que Dios tiene el control", manifiesta con palabras que flotan en el aire mientras aprieta con firmeza la mano izquierda de su esposo, en un gesto de apoyo y respaldo.
Ana Lilian se detiene a reflexionar y se da cuenta que no puede cuestionar lo que le sucede a su esposo, porque sería negar lo que Dios ha permitido en su vida, pues reconoce que, como ser humano, el egoísmo podría hacerlos reclamar que no es justo que "alguien tan bueno, inteligente, un gran hijo, esposo y padre" pase por esto, por lo que se pregunta: "¿Quién soy yo para cuestionarlo?". Cree que hay un propósito más grande, quizá una historia que enseñe algo a otros, tal vez a ellos mismos como familia.
Ambos han dedicado su vida a la enseñanza. Con vocación y esfuerzo fundaron hace 15 años el Instituto Tecnológico Crecer Didáctico, un centro educativo en Villanueva, que ella dirige con pasión, al mismo tiempo que trabaja como docente de segundo grado en el sistema público.
Gustavo evoca y se identifica con el Teorema de Pitágoras como una metáfora de su deseo de que la vida fuera más simple, con menos complicaciones "Me encanta cuando el triángulo tiene medidas perfectas y los números son enteros, ojalá que todos fueran números enteros para que los problemas fuesen más sencillos de resolver", resalta.
En el contexto de la reflexión de Gustavo, la referencia al Teorema de Pitágoras, especialmente a los números enteros, representa su deseo por la simplicidad y la claridad en la vida. Los números enteros en matemáticas son aquellos que no tienen decimales o fracciones, lo que para Gustavo simboliza una vida más ordenada, predecible y sin complicaciones.
Denota nostalgia al recordar que antes tomaba decisiones con más control. "Antes no necesitaba que alguien me dijera que hoy me tengo que desvelar, esa decisión la tomaba yo", rememora, con un gramo de impotencia.
La historia de Gustavo con las matemáticas comenzó tarde, con un libro de álgebra que le prestó un hermano. Durante tres meses "devoró" ese libro y fue así como nació su amor por los números.
Se convirtió en ingeniero mecánico industrial, viajó a Alemania, pero fue en la enseñanza donde encontró su verdadera vocación. Pasó 21 años para darse cuenta que debió haber sido maestro desde el principio.
Cuando Gustavo comenzó a sentir atracción por los números decidió cursar una licenciatura en Matemáticas en la Universidad Nacional Autónoma de Honduras (Unah), pero su padre no lo consideraba una opción viable y le insinuó que terminaría siendo maestro, algo que, según Gustavo, tampoco deseaba en ese momento, por eso optó por estudiar Ingeniería Mecánica Industrial en el alma mater.
Un día, Gustavo leyó un libro que jamás olvidará, su título es "Los principios de éxito", del autor Jack Canfield. Una cita en particular quedó grabada en su mente: "Identifica qué te apasiona y luego dedícate a ello porque hasta entonces vas a ser feliz".
Desde ese momento algo cambió en el docente, se dio cuenta que en realidad su verdadera pasión eran las matemáticas y que su destino era ser maestro. La claridad de esas palabras lo impulsó a seguir el camino que siempre había sentido en su interior, pero que hasta entonces no había logrado identificar con total certeza.
Impulsado por el apoyo de su esposa y un amigo optó por enviar su hoja de vida en 2006 a la Universidad Tecnológica Centroamericana (Unitec), pero "no me necesitaban, y tres años después, en 2009, tuvieron una alza en la matrícula, todos los maestros quedaron con carga completa y dos secciones quedaron sin maestro, fue entonces cuando Talento Humano halló mi hoja de vida y me llamó", dice Gustavo con una sonrisa que refleja la sorpresa de aquel momento.
Han pasado más de 15 años desde que Gustavo comenzó a dar clases en esta universidad. Cada día invierte un tiempo aproximado de dos horas en transporte para llegar a dos de los tres centros educativos donde imparte matemáticas y otras dos horas de regreso a su vivienda.
En la actualidad da tres clases diarias de lunes a viernes en Unitec, mientras que los fines de semana se dedica a enseñar dos asignaturas en Ceutec. En ambas instituciones está a cargo de materias generales como álgebra, cálculo y estadística.
Su jornada no termina allí, cada mañana, de lunes a viernes, también se dedica a enseñar matemáticas en el colegio que comparte con su esposa, un proyecto que ambos han hecho crecer con el paso de los años.
Las autoridades universitarias han sido un pilar fundamental en su trayectoria como académico. Teóricamente sus clases se imparten de lunes a viernes, pero el formato que él sigue tiene una particularidad, durante los viernes su enseñanza adopta un modelo de teledocencia.
Cuando la pandemia de covid llegó hace más de cinco años, las aulas de Gustavo cambiaron por completo, ta no tenía un pizarrón ni un libro de texto físico, pero su compromiso con la enseñanza seguía intacto. Sin otra opción, adaptó su metodología y transformó todo su material en presentaciones digitales, se reinventó con cada clase, demostrando que la pasión por educar trasciende cualquier obstáculo, incluso una crisis sanitaria mundial.
La combinación de sesiones presenciales con teleeducación es una alternativa que le ha permitido continuar trabajando a pesar de las dificultades. Para Gustavo Bustillo este formato híbrido entre lo presencial y lo virtual no solo facilita el aprendizaje, también le permite adaptarse a las necesidades de sus estudiantes sin perder el contacto directo que considera esencial en la educación.
La docencia le ha dado razones para seguir adelante, sus estudiantes lo miran con respeto y cariño, sus palabras lo llenan de la adrenalina que su cuerpo ya no le produce como antes.
Los desafíos que encuentra permanentemente son los producidos en sus estudiantes, quienes habitualmente llegan temiéndole a las matemáticas. "Siempre he dicho que el hondureño le tiene miedo al cáncer de pulmón y fuma, le tiene miedo a la cirrosis y bebe, le tiene miedo al sida y anda en eso, pero sí le tiene miedo a las matemáticas y estas jamás han matado", comenta con una mezcla de humor y reflexión.
Consciente de esta realidad, su misión es encontrar la manera de inspirar a los alumnos, transformar su temor en confianza y demostrarles que los números no son enemigos, sino herramientas para entender el mundo.
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Desde el 1 de diciembre del 2023 a la fecha ha escrito 18 libros distribuidos así:
- Serie de aprendizaje sobre las matemáticas: Cómo vencer el temor a las matemáticas; Cómo aprender matemáticas; Cómo enseñar matemáticas
- Serie sobre los orígenes de la humanidad: Sobre las aguas; Como las estrellas del cielo como la arena del mar; El príncipe soñador.
- Serie sobre la más grande historia del amor: Narración de los eventos acaecidos alrededor del nacimiento de Jesucristo; Narración resumida de su ministerio acá en la tierra. Los tres años y medio; Narración de la última semana de la vida de Jesús acá en la tierra, su pasión y muerte.
- Serie sobre proyecto cambio de vida: Migrando a una mentalidad de éxito; Sumando y restando; Trabajo en equipo de alto mejoramiento y solidaridad. (Aún no publicado)
- Serie sobre Moisés: Narración de la vida de Moisés desde su nacimiento hasta el momento en que llega por primera vez ante faraón; Narración sobre los hechos desde su primera entrevista con faraón hasta su muerte.
- Libros bibliográficos sobre la supervivencia extrema y un testimonio de vida de una sobreviviente de cáncer; Un año salvaje sobre las rapidencias de cuatro primos en el año de 1983 en su corto paseo por la fama.
- Estudios bíblicos sobre sobre los tiempos finales analizando las palabras que dijo Jesús; Más preciada que el oro, para descubrir lo valioso que eres para Dios; El león de la tribu de Judá es el cordero de Dios, una compilación de libros.
Aunque Gustavo no cuenta con Licenciatura en Matemáticas, tiene el talento, aprendió de manera autodidacta y posee las armas para pedagógicamente preparar a los estudiantes.
Sus aulas han sido testigos de historias de alumnos que llegaron temiéndole a la multiplicación, pero que gracias a su vocación han descubierto un interés genuino por las matemáticas. Con su estilo único de enseñanza logra demostrarles que los números están en todas partes, desde el ritmo del reloj hasta los patrones que rigen la vida cotidiana.
Durante su jornada laboral cada semana, Gustavo se enfrenta a dos realidades: hay intervalos en los que se siente bien, como si nada le afectara; camina casi con normalidad, sonríe y se siente feliz, pero inevitablemente el efecto de las medicinas se desvanece y vuelve la fatiga. Su cuerpo se resiente, la movilidad se reduce y el peso de la enfermedad se hace presente en sus extremidades.
Antes que el párkinson llegara a su vida, Gustavo disfrutaba de salir con su familia y asistir a reuniones laborales sin preocupaciones. Ahora, aunque sigue valorando esos momentos, evita en lo posible ciertas situaciones que lo incomodan, le apena sentirse observado cuando le cuesta levantarse de una silla o moverse con agilidad, por ejemplo.
"En la universidad tengo que aguantarme, pues si no trabajo no como", expresa con una sonrisa que esconde la lucha diaria que enfrenta. Sabe que su cuerpo nunca descansa de la enfermedad, pues cuando un malestar ajeno al párkinson lo aqueja el impacto es doble y su recuperación más lenta. "Paso enfermo permanentemente y cuando llega otra enfermedad es el doble", ironiza.
Cuando está frente a la pizarra todo cambia, Gustavo deja de ser un hombre enfermo, es un maestro en plena entrega y su voz recobra firmeza.
"En el aula soy otro", asegura Gustavo, con una sonrisa que es testamento de su dedicación, donde su pasión por la docencia se impone sobre las limitaciones de su cuerpo.
El aula se ha convertido en su fortaleza, le encanta enseñar porque lo libera de cualquier preocupación. Cuando explica un tema el mundo exterior es diferente y, por un instante, pareciera que su enfermedad desaparece. Su voz se llena de entusiamo, sus gestos cobran energía y su mirada billa con el mismo fervor.
Gustavo reconoce con gratitud el respaldo que ha recibido de la universidad. "Me ha apoyado mucho", dice con sinceridad. Saber que cuenta con un seguro médico le da tranquilidad, pues sin esa ayuda costear sus tratamientos sería imposible.
Julio Ramírez, jefe académico de Ciencias y Matemáticas en Unitec, dijo en entrevista con este medio de comunicación que, Gustavo Bustillo es uno de los docentes más inspiradores para el equipo de catedráticos y estudiantes. Recalcó cómo, desde el primer día, su objetivo ha sido dinamizar la relación con los alumnos, mostrando de manera tangible cómo aprenden y puede acompañarlos en la búsqueda del conocimiento.
"Muchos de los docentes provienen de la ingeniería y posteriormente se capacitan en metodologías de enseñanza mediante maestrías y doctorados. En este contexto, el ingeniero aporta una experiencia al haber iniciado su carrera en la industria, lo que le permite conectar de manera directa con las necesidades reales de los estudiantes", afirmó el jefe académico.
Mencionó que, por su condición, el ingeniero no maneja grandes grupos de estudiantes, donde la institución ha adoptado medidas para apoyarlo con grupos reducidos de entre 20 y 25, y se han instalado televisores que le permiten proyectar el contenido sin tener que desplazarse constantemente por la pizarra.
"Fuera de su horario regular, el ingeniero dedica tiempo extra para ofrecer tutorías y ayuda adicional a aquellos estudiantes", destacó con admiración su jefe inmediato.
Cuando se le consultó sobre cómo enfrentan la incertidumbre respecto a su estado de salud, Ramírez detalló que, independientemente de si su condición mejora o empeora, el docente mantiene la misma determinación, no quiere dejar de dar clases, siente una profunda necesidad de inspirar a los demás... y realmente lo logra.
Alternativa médica
Mientras continúa relatando su historia frente al lente de la cámara de este rotativo, otras sonrisas aparecen gradualmente sobre su rostro, una imagen marcada por los años y el peso de la enfermedad, que a pesar de todo, refleja la satisfacción de hacer lo que ama.
A lo largo de su enfermedad Gustavo ha escrito múltiples libros que se encuentran en la plataforma de Amazon, entre novelas, textos motivacionales y tratados de matemáticas. Dicta sus escritos en su Samsung Note y luego los transfiere a la computadora. "Escribir me relaja", señala, como si cada palabra fuera un bálsamo contra el peso de su condición.
El párkinson es una enfermedad neurodegenerativa crónica y progresiva que, hasta la fecha, no tiene cura. Existen tratamientos que ayudan a controlar los síntomas y mejorar la calidad de vida de los pacientes. Estudios médicos incluyen tratamientos como terapias físicas y en algunos casos cirugía.
A pesar de los avances científicos, la causa exacta de la enfermedad no se comprende completamente, la investigación continúa en busca de mejores tratamientos y, eventualmente, una cura.
Gustavo mantiene viva la esperanza, sabe que el párkinson no tiene solución completa, pero sueña con la posibilidad de recuperar gran parte de su movilidad motora.
Ha investigado sobre una cirugía en Monterrey, México; y en Barcelona, España, donde podrían colocarle electrodos en el cerebro para suplir la deficiencia de dopamina. No espera un milagro, pero sí una oportunidad para moverse con más libertad, para seguir en el aula sin que su cuerpo le imponga barreras.
La cirugía en Monterrey tiene un costo de 45,000 dólares (más de 1.1 millón de lempiras), mientras que en Barcelona, la intervención, considerada de última generación en el tratamiento del párkinson, cuesta 25,000 euros (688,900 lempiras al valor de cambio actual).
Gustavo y su familia han hecho todo lo posible para reunir los fondos necesarios, han organizado rifas, solicitado colaboraciones a sus familiares, realizado ventas de comida y recibido aportes de exalumnos, padres de familia y miembros de la iglesia evangélica a la que asisten.
A pesar de sus esfuerzos, apenas han alcanzado el 20% del total requerido. "Quiero agradecer a las personas que han colaborado poniendo un me gusta o publicando y compartido mi historia, así como a quienes han colaborado económicamente, pero lamentablemene es un monto mucho más alto el que se necesita, pues también requerimos pasajes y estadía en el país donde se vaya", concluye con gratitud en su voz, validando que el trabajo que ha hecho todo este tiempo no ha sido en vano.