María Santos Cortez es una mujer de no más de 40 años que radica en el caserío El Naranjito, del municipio de San Andrés, a 64 kilómetros de la ciudad de Gracias, Lempira. Este lugar se ubica en lo alto del grupo de montañas de la que forma parte El Congolón.
La joven vive con su esposo que trabaja como agricultor y sus cuatro pequeños hijos. La familia se refugia en una casa de bahareque vulnerable a desmoronarse ante un deslizamiento, el techo es de zinc, solo tienen dos camas unipersonales, piso de tierra, baño de nailon y no cuentan con el servicio de aguas negras, apenas gozan de energía eléctrica y agua potable.
Tampoco tienen electrodomésticos para cocinar y almacenar comida y caminan unos 30 minutos a pie para llegar al centro de San Andrés.
Ninguno de sus hijos estudia por falta de dinero y si caen enfermos son halados en hamacas hasta los centros de salud cercanos o al hospital de Gracias.
“Mis hijos no estudian y a veces no comemos porque somos pobres, mi esposo apenas gana 100 lempiras diarios como agricultor, trabaja de 7:00 am a 3:00 pm todos los días, de eso vivimos, así es la vida que nos tocó”, recordó María mientras lavaba ropa sobre una piedra afuera de su casa.
El Naranjito es el punto más cercano al casco urbano de San Andrés y, pese a lo que se pensaría, hay una enorme pobreza, solo se llega en vehículo hasta cierto tramo y después se debe caminar porque las viviendas están enclavadas entre montañas con vías fangosas y cafetales.
María y su familia son solo un mínimo porcentaje del total de habitantes que viven en precariedad en este departamento, donde 10 de sus municipios aparecen aplazados en el Índice de Desarrollo Humano (IDH), según un informe de más de 500 páginas presentado el mes pasado por el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (Pnud).
Los municipios de San Andrés, San Sebastián, San Manuel de Colohete, Belén, Santa Cruz, Piraera, Cololaca, La Iguala, Gualcince y San Marcos de Caiquín encabezan la lista de subdesarrollo en la región.
Trayecto
La Unidad de Investigación de LA PRENSA Premium realizó un recorrido por las zonas urbanas y montañas de cuatro de los municipios para comprobar la multicrisis que sufren. La ruta comprendió lugares como Cololaca, Gualcince, Piraera y San Andrés.
Se verificó que todos estos sitios enfrentan barreras estructurales relacionadas con empleo, educación y economía. Los cuatro puntos poseen una rica vegetación, algunos tienen todavía distribución arquitectónica similar a la espoñola colonial, calles adoquinadas y viviendas viejas a punto de caerse.
La principal actividad es agricultura y en menor escala el café, la ganadería y construcción. Son pocas las personas que trabajan en cargos del Estado y muchas han optado por emprender ante la falta de oportunidades.
Quienes laboran en puestos públicos devengan entre 5,000 a 10,000 lempiras, parte de los emprendedores subsisten con ganancias aproximadas de 15,000 lempiras mensuales y lo más duro lo vive el jornalero, cuyo salario diario oscila entre apenas 100 y 250 lempiras.
Zonas
En Cololaca, con más de 11,000 habitantes, el desarrollo ha sido lento en los últimos tiempos y la misma suerte viven la población mestiza e indígena de Gualcince, que tiene 12 aldeas, 103 caseríos y más de 12,000 vecinos. Este territorio aún con múltiples limitaciones ha crecido en los últimos años en comparación a la mayoría.
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“Aquí la pobreza es evidente, empleo por parte del Estado no hay mucho, pero sí ayudan las remesas que envía la gente que se ha ido para Estados Unidos”, mencionó Lázaro Melgar, quien reposaba cerca del parque de Cololaca.
“La gente dice que no quiere estudiar porque de nada sirve, no hayan trabajo una vez que se gradúan”
Álvaro Melgar
Población de Cololaca cuestiona el lento desarrollo de su municipio.
De su lado, el líder comunitario Álvaro Melgar refrendó que el desarrollo aquí ha sido pausado y su gente aún no asimila la tecnología.
“El ayer y el hoy ya se sabe, pero el mañana es incierto, miramos una juventud sin interés al trabajo de campo y rebelde al estudio”, indica el campesino.
Seferino García, de Gualcince, comentó “que no hay empleo suficiente y al cierre de semana salimos endeudados porque todo está caro”.
“Aquí no carecemos tanto de medicamentos y atención, pero sí los centros educativos están mal”
Seferino García
Gualcince es uno de los municipios que ha mostrado leve avance en los últimos años en Lempira.
En el camino hacia Piraera se encontró a un joven de 16 años que viajaba a pie hacía dos horas desde un caserío de nombre Gochipilín hasta Gualcince, donde cursa noveno grado.
“Me esfuerzo por lograr algo y tener un mejor futuro en la vida, me gustaría trabajar en computación, pues mi papá y mamá son agricultores. También trabajo en la tierra para ganar dinerito, cuando no hay clases y los sábados”, recordó este adolescente entre el abrasador sol del mediodía.
Piraera, con más de 15,000 habitantes, disputa la primeras posiciones de subdesarrollo, sus calles rocosas de acceso son una pesadilla y a medida se entra pareciera que se llega a un lugar “fantasma”.
La municipalidad es un edificio abandonado, no tienen parque central, la mayoría de casas son viejas y las pocas de bonita apariencia es gracias a remesas enviadas por connacionales en el extranjero.
En Piraera hay basura y suciedad por doquier, son escasas las viviendas dignas para vivir y pese haber comercio, la actividad económica permanece dormida, sumado a la desolación que se siente al transitar y la frustración, quizá por la pobreza que sufren, retratada en el rostro de la gente.
Carlos Ayala, productor de miel en este pueblo, afirmó que el acceso a salud y educación no es el deseado, tampoco hay una economía pujante.
“Hay aldeas donde las mujeres están preocupadas porque los hombres se fueron. Además, aquí a lo más que le tiran (aspiran) es a tener frijol, arroz, maíz y azúcar en el hogar, comprar carne es casi un lujo”, señala el joven.
San Andrés, según el más reciente informe de desarrollo humano, es actualmente el municipio más subdesarrollado de Lempira y Honduras. Una población de más de 15 habitantes se distribuye entre sus ocho aldeas y caseríos.
El tramo carretero para arribar a este sitio también es un reto debido al sinnúmero de hoyos y pendientes por cruzar. En la parte alta y media del municipio hay muchos que viven del café y de emprendimientos, pero el hambre se siente en la zona baja, como es el caso del sector Caona y otros puntos aledaños, cuya población demora al menos un día para llegar hasta el centro de San Andrés, donde en teoría viven “los ricos”.
En las partes rurales se carece en extremo de servicios básicos como fluido eléctrico, agua potable, aguas negras y comida.
Muros
En estos cuatro municipios, el acceso a salud es difícil y la mayoría de establecimientos de la red primaria tienen poco personal, por ello las alcaldías hacen actos prácticamente heróicos en sus finanzas para pagar algunos médicos y enfermeras. A esto se adiciona la deficiente infraestructura, donde gran parte de los techos y paredes están deteriorados, y la falta de medicinas no es noticia nueva.
1. La población del departamento supera 360,000 habitantes. Tiene una superficie de 4,228 kilómetros cuadrados.
2. La economía se basa principalmente en actividades de agricultura, café, maíz, arroz, tabaco, entre otros productos.
3. El departamento tuvo por primera vez a un expresidente (2014-2022) nacido en la región, el abogado Juan Orlando Hernández.
4. Lempira se encuentra lejos de alcanzar los logros esperados en aspectos básicos como esperanza de vida, educación e ingresos, según análisis
Según datos proporcionados por el Instituto Nacional de Estadística (INE) con proyecciones año 2022, la mayoría de la población de este círculo demográfico ronda entre 30 a 44 años, es decir, lo comprenden jóvenes y adultos; mientras que los segmentos adulto mayor y niñez son minoría. La esperanza de vida en este sitio oscila entre los 73 años para los hombres y 80 años en el caso de las mujeres, pues son impactados cada vez más por las condiciones socioeconómicas y el deterioro de la salud que parecen “matar” a esta humilde gente al mismo ritmo que los poderosos factores de riesgo como desnutrición, consumo de tabaco, alcohol, obesidad y otros.
La niñez y adolescencia de estos pueblos a lo más que aspira es culminar sexto grado o bachillerato, pues la juventud se va en masa para Estados Unidos, según contaron vecinos, analistas y autoridades locales.
Son pocos los que logran formarse en la universidad y cuando egresan casi nunca hayan empleo o al menos uno que les sirva para superarse. Otros optan por desplazarse hacia San Pedro Sula y otras ciudades urbanas, pero para la mayor parte, como expresó uno de los habitantes de Cololaca, “el sueño es irse al norte (Estados Unidos)”.
Estancamiento
La evolución lenta y moderada en ingresos, escolaridad y esperanza de vida en estos municipios, junto a otras variables, ha sido insuficiente para cerrar la brecha de desigualdad y exclusión. Esta realidad desnuda la incapacidad estatal de respuesta ante demandas sociales en torno a desarrollo humano.
La intensificación de la multicrisis e incertidumbre que impera en una época de covid-19 muestran el gran desafío que Honduras enfrenta y la necesidad de una ruta estratégica para resolverlo.